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Mega-represas, ¿una buena solución?

Viernes 04 de noviembre de 2011 - 43 Año 2011

Fabian Simeon - Forum Solidaridad Perú (FSP)

El Perú está creciendo económicamente a gran paso, hecho que trae consigo un aumento de la demanda energética que coincide con o sobrepasa el crecimiento del PBI. Según proyecciones del Ministerio de Energía y Minas se necesitará en el año 2019 el doble de la capacidad de hoy, es decir unos 9000 MW instalados, nueve veces la capacidad de la central hidroeléctrica del Mantaro. Para llegar a esta capacidad se deberían construir cada año unos 500 MW de nueva capacidad. Un reto grande que preocupa también al actual Gobierno, como lo muestra el reciente pronunciamiento del Ministerio de Energía y Minas sobre la necesidad de grandes hidroeléctricas. Las entidades gubernamentales y empresariales especializadas en la construcción de hidroeléctricas promueven estas centrales como la solución óptima porque usan un recurso natural renovable y limpio con pocos impactos: el agua. Pero, ¿es tan cierto?
Varias ONG y especialistas que conforman el Colectivo Hidroeléctricas en la Amazonía han mostrado que los impactos -por ejemplo la emisión de gases de efecto invernadero a causa de descomposición anaerobia de bosques inundados– son más grandes de lo que se asume. Además pesan mucho los impactos como la desaparición de las tierras más fértiles en la región inundada y el desplazamiento de pueblos enteros como sacrificio para la generación de energía para una sociedad poco ahorradora de los recursos naturales. Por ejemplo, el proyecto de Paquitzapango exigiría el desplazamiento de 10000 personas del pueblo Asháninka, comunidad que ya ha sufrido la violencia y desplazamientos durante la guerra interna. Si hacemos un cálculo comparativo, sería igual al desplazamiento de 1,3 millones de limeños.
¿Podemos decidir que es socialmente viable construir esta hidroeléctrica? No es sólo una cuestión de compensación económica y social como lo plantea el ministro Herrera Descalzi, es una cuestión de responsabilidades y de ética también. Más sospechoso se vuelve todo este asunto si tomamos en cuenta que reportes de las entidades internacionales como la Comisión Mundial de Represas, establecida por el Banco Mundial y la Unión Mundial para la Naturaleza, constatan que en demasiados casos el balance de las grandes represas es negativo y beneficia en primer lugar a los ricos a costa de los pobres, y por ende que ya no son recomendables, dado que se están desarrollando una multitud de alternativas para producir energía eléctrica como hidroeléctricas de paso, mini-centrales, energía eólica, energía solar o geotermia.
¿De dónde viene la presión?

La demanda energética en el Perú está causada principalmente por las grandes inversiones en minería y en las industrias concentradas en las grandes ciudades del país. Los proyectos mineros en realización hasta el 2018, por ejemplo, necesitarán una capacidad de generación adicional de casi 3000 MW, dos tercios de la capacidad actual. En el caso de las ciudades, la demanda energética se debe a la mejora de la situación económica que va acompañada de un aumento del consumo de energía dado que las sociedades urbanas de hoy tienen un consumo de recursos naturales demasiado intensivo. Entonces, la responsabilidad principal para minimizar los impactos creados por la demanda energética recae en las empresas mineras y la actual sociedad urbana con su sistema económico-industrial.
El mundo actual lucha con varios problemas, entre ellos la crisis energética y la sobreexplotación de recursos naturales. El modelo tradicional ya no sirve, sino perjudica a la población actual y en especial a las futuras generaciones. Es justo que el Perú reclame su derecho a un desarrollo como lo tenían los países en desarrollo avanzado del norte, sin embargo no es aconsejable que pisemos el mismo camino devastador y explotador contra la naturaleza, perjudicando a nuestro propio pueblo.
No es posible crecer sin fin en un mundo con recursos limitados. Hoy en día la intención de los países emergentes es la de llegar al mismo estilo de vida que nos presentan las tan mentadas “naciones desarrolladas” aunque yo las llamaría más bien “naciones con intenso consumo de recursos naturales”. Pero las sociedades que ganarán el futuro serán las sociedades que usen pocos recursos para garantizar el Buen Vivir del pueblo. Ya no deberíamos poner énfasis en la satisfacción eficaz de la demanda sino buscar la manera de crecer sin usar más energía o recursos no renovables.
En el tema de la energía eléctrica, ¿cuál podría ser un camino distinto, más sostenible y justo?
Reducción del consumo de energía
Los grandes consumidores de energía tienen que asumir un rol más activo en la aplicación de medidas de eficiencia energética y se tiene que evitar incentivos contrarios. Tomemos el ejemplo del boom de la construcción de edificios en Lima: ¿Cuántos edificios cuentan con la categoría más alta del estándar LEED (un estándar ampliamente reconocido en el mundo que exige a las constructoras e inmobiliarias aplicar tecnologías avanzadas y altamente amigables con el ambiente)? Me atrevo a decir ninguno, simplemente un potencial de ahorro de energía perdido. Otro ejemplo: contradictoriamente el mercado de energía permite a los grandes consumidores, como las empresas mineras, el negociar buenas tarifas con las generadoras, un incentivo contrario si el ahorro de energía fuera la más alta prioridad.
Priorización de la producción de energía descentralizada
No sólo para fines geopolíticos sino también para la seguridad energética se debería priorizar la generación de energía de manera descentralizada. Una red de miles o hasta millones de pequeños productores de energía (por ejemplo, mediante paneles solares o mini hidroeléctricas – se podría hablar de un “internet energético”) asegura mejor el abastecimiento de energía que la producción en grandes proyectos como represas, que además concentran el poder sobre la energía en pocos actores que tienen sus propios intereses.Tomando en cuenta las voces de especialistas que indican que igual potencial hidroenergético en la sierra como lo la selva, pero que el primero generaría mucho menos impactos, podemos constatar que la construcción de grandes represas en la Amazonía simplemente es innecesaria. El Perú debería atreverse a usar su potencial hidroenergético saliendo de un patrón puesto por intereses económicos de Brasil y otros actores poderosos, saltando a un futuro autónomo que no sea una copia simple de un mundo occidentalizado.


Publicado: Viernes 04 de noviembre de 2011 - 43 Año 2011

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