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Para qué y para quiénes

Viernes 04 de noviembre de 2011 - 43 Año 2011

Antonio Zambrano Allende - Forum Solidaridad Perú (FSP)

Durante la última década se han ejecutado -como nunca antes en nuestra historia- una serie de megaproyectos y grandes inversiones en todo el territorio nacional, lo cual ha modificado la cara del Perú y lo ha reordenado sin ningún proceso de consulta previo, diálogo o planificación. Ningún debate serio sobre la dirección del desarrollo del país, históricamente pensado desde Lima y ejercido a punta de garrote por la policía o el ejército.

Se sabe que más de ciento noventa personas fueron asesinadas durante manifestaciones sociales por los agentes del Estado en el primer gobierno de Alan García y que este mismo promulgó cerca de trescientos Decretos de Urgencia favoreciendo a grandes y “faenosos” inversionistas, los que contribuyeron a que el cuarenta y siete por ciento de los más de doscientos cincuenta conflictos sociales -que se dieron durante ese quinquenio aproximadamente- fueran socioambientales. Es decir, reacciones populares a grandes inversiones que traen trabajo temporal pero destrucción permanente en los territorios que ocupan.

Ante todo este desastre nos preguntamos algo que parece pasar por debajo de las narices del debate: ¿Los megaproyectos para qué? ¿Para qué gran minería? Y ¿para quién las hidroeléctricas?. Estas preguntas de palabras intercambiables son las que nuestros grandes pensadores de la capital –y del capital– sólo alcanzan a responder cuando se trata de continuar sobre el tren del dinero, ya que el desarrollo siempre es, para ellos, sinónimo de ganancias que se concentran en las élites, llenan los números y los cuadros del Ministerio de Economía y luego salen directamente a alojarse en algún banco muy lejos del hemisferio sur.

Los megaproyectos -en este síndrome que llamamos desarrollo- no son otra cosa que la cúspide de nuestro modelo -hace mucho tiempo fallido- de intentar integrarnos al mundo capitalista a través de un rol cansadamente dependiente, en el que seguimos. Como lo diría ya Óscar Ugarteche, “dedicándonos orgullosamente a vender piedras, mientras nos sentimos felices de recibir el polvo del mineral al sacudirse de su masa inservible”.

Pero para nuestra suerte no estamos solos. Toda América Latina se encuentra en un nuevo intento de integrarse en un solo concepto de patria grande. Pero a diferencia del sueño de Bolívar, ahora lo hacemos desde una mirada de la izquierda cansada, golpeada y muy amable con el capitalismo que la cobija gratamente, traduciendo sus pretensiones de integración en sinónimo de IIRSA, la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana, ese proyecto de Brasil que busca vincular sus cadenas productivas, carreteras, redes de comunicación y energía con el resto del mundo usando a los otros once países de la región, incluyendo al Perú, como pasaje de salida de sus productos hacia Asia y Estados Unidos (a este último por los “beneficios del TLC).

Y la “yapa” se nos viene encima. La firma del Acuerdo Energético Perú–Brasil el 16 de junio del 2010, si es que se ratifica por este Congreso, nos condenaría a ser productores de energía dependientes de las enormes necesidades eléctricas del país de la samba. A merced de este convenio nos comprometeríamos a solventar con hasta siete mil doscientos Mw de energía (el Perú apenas y bordea los seis mil Mw) al gigante sudamericano.

A todo esto, nuestro ministro de Energía y Minas, Carlos Herrera Descalzi, sostiene que es una cuestión de seguridad y soberanía energética. Aunque si ocurriera un desastre natural y decae nuestra producción y exportación de electricidad nosotros tendríamos que pagarle a Brasil por “daños y perjuicios” y ellos no tendrían ninguna obligación contractual de apoyarnos.

Los megaproyectos han significado deforestación, desplazamientos forzados, colonización, trata de personas, destrucción de los ecosistemas y de las culturas que se asentaban en los mismos y, por supuesto, inmensas dosis de corrupción del Estado para satisfacer el gran apetito de las transnacionales. ¿Por cuánto tiempo más seguiremos ignorando los conflictos sociales y creyendo ciegamente en el dogma de la inversión buena en sí misma, desregulada y caótica?


Publicado: Viernes 04 de noviembre de 2011 - 43 Año 2011

1 comentario

  1. […] Articulo publicado en el Diario La Primera el 4 de noviembre del 2011 y en la página de la Red del Tercer Mundo […]

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