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Oro amargo

Viernes 08 de junio de 2012 - 69 Año 2012

Héctor Béjar

Los acontecimientos de Cajamarca y Espinar muestran una agudización de la confrontación entre las Corporaciones Newmont (norteamericana) y Xtrata (suiza) y las poblaciones rurales y urbanas de su ámbito.

Como otros países del mundo, el Perú ha sido puesto en la disyuntiva de permitir el ingreso de multimillonarias inversiones extranjeras sin control ambiental o tener un presupuesto insuficiente para cubrir las necesidades del país. Elegir el espacio limpio sin capitales o, por el contrario, aceptar minas a tajo abierto y envenenamiento de las aguas a cambio de reducidos impuestos, parece ser la elección.

Es una falsa disyuntiva. País afortunado en recursos naturales, el Perú podría alimentar a su población con su abundante pesca, criar ganado en sus extensos pastos del altiplano sur y proveerse de la inagotable variedad de sus valles interandinos en granos y frutales. Su población de treinta millones de habitantes, buena parte de ellos jóvenes desocupados o subocupados, constituye una mano de obra abundante que puede ser movilizada para construir caminos que comuniquen a la gente y creen mercados internos, organizar escuelas y centros de salud que cambien la vida y extingan la pobreza. Las crecientes poblaciones urbanas son ahora un inmenso mercado que antes no existía para los productos campesinos.

Pero en la práctica, como otros países del mundo, el Perú sufre la presión de las corporaciones para que mantenga la afluencia de capitales norteamericanos, brasileños, chinos y de otras naciones, orientados a inversiones contaminantes en los Andes y la selva amazónica, incluyendo las delicadas cabeceras de cuenca donde se originan las corrientes de agua que alimentan su sistema hidrográfico. Una desesperante pobreza obliga a ejercer la minería artesanal igualmente contaminante. La agricultura moderna de exportación y el crecimiento de las ciudades envenenan ríos y lagunas. Las ciudades y pueblos crecen en caos y suciedad.

A fines del siglo XIX decía Mariano Felipe Paz Soldán, historiador del Perú independiente, en su Narración histórica de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia: “La historia de las repúblicas hispanoamericanas nos enseña cuán peligroso es que los gobiernos celebren contratos o hagan concesiones gratuitas u onerosas a ciudadanos o compañías de naciones más fuertes. Los conflictos internacionales, los ultrajes y la violenta exacción de caudales del fisco en beneficio de esos contratistas son demasiado conocidos y no los mencionamos ahora para abreviar nuestro trabajo. Para evitar tantos males los gobiernos jamás deberían contratar con compañías o ciudadanos extranjeros”.

Paz Soldán era un conservador que escribía en el siglo del libre comercio, no postulaba una economía autárquica sino una economía que, según él, no debería basarse en la renta sino en el trabajo. Escribía después la era del guano y salitre que terminó en la trágica guerra del Pacífico. En esa confrontación, Chile perdió los yacimientos que arrebató al Perú y Bolivia a manos del rey del salitre John Thomas North. El Blanco Encalada, su acorazado insignia, fue destruido por los propios chilenos en la guerra civil que siguió a la contienda con el Perú y el presidente José Manuel Balmaceda acabó suicidándose. Por su parte, el Perú debió entregar sus ferrocarriles, sus puertos y parte de su selva a los acreedores encabezados por Michael Grace. El guano y el salitre se acabaron para ambos estados y la miseria continuó para vencedores y vencidos.

Pero nadie se atreve a preguntar hoy cuándo acabará el boom del oro y los minerales. Es una pregunta impopular en países hipnotizados por el consumo y asustados por los amos del mundo.

Nadie se atreve a decir que la minería es esencialmente mala y negativa. El oro fue siempre la desgracia del Perú. De los palacios precolombinos de piedra pulida forrada en oro no quedó nada sino las piedras. En Castrovirreina, cuyos caminos se forraban con láminas de plata durante la colonia, solo quedó una fría e insuperable miseria. De las minas de Cerro de Pasco, inmensos agujeros y montañas de escoria venenosa.

¿Qué nos quedará del oro que sigue saliendo inagotable desde Cajamarca?


Publicado: Viernes 08 de junio de 2012 - 69 Año 2012

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