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ARGENTINA – La persistencia de la “fuga de capitales”: un grave problema

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Jorge Gaggero

Hacia la década de los 50 del siglo pasado -durante el “primer peronismo”- las grandes empresas y las personas más ricas comenzaron a dolarizar sus activos y fugar capitales desde Argentina. Pero estas prácticas recién ganaron escala y se hicieron permanentes hacia principios de los 70 (antes de y durante el último gobierno de Perón).

Al comienzo del período  de la convertibilidad (1991) los activos externos de residentes argentinos sumaban el equivalente del 25% del PIB (u$s 50.000 millones de entonces). Una década más tarde ya se habían duplicado y ascendieron hasta los u$s 100.000 millones, que representaban el 35% del PIB a ese momento, el del derrumbe de la convertibilidad (ver Gráfico 1).

La situación de los años recientes no ha sido muy distinta. La cartera de activos externos del sector privado local creció a una tasa similar a la del PIB. En consecuencia, en el 2010 los activos externos totales de los residentes argentinos ya sumaban -según conservador el cálculo oficial-  unos 173 mil millones de dólares (36% del PIB).

Durante las últimas dos décadas, entre 1992 y 2010, los residentes argentinos habrían dedicado –según los cálculos oficiales- un 2,4% del PIB, cada año, a la fuga (ver Gráfico 2). Dado que el ahorro nacional anual fue de alrededor de 22% del PIB en ese mismo periodo, cerca del 11% del ahorro habría sido remitido al exterior. El stock de activos externos estimado para 2010 representaba casi 8 años de ahorro nacional y cerca de 16 años de fuga (medida al ritmo promedio del período 1992-2010).

Los más recientes cálculos de la fuga ilícita de capitales desde Argentina realizados por Tax Justice Network (“The Offshore Revisited”, James Henry, TJN, July 2012) podrían llevar el total estimado de activos externos de residentes hasta los u$s 400.000 millones (una suma dos veces y media más alta que la oficial). En tal caso, tanto el peso anual de la fuga como la parte de los ahorros locales transferida al exterior serían muy superiores a los hasta ahora estimados sobre la base de cifras oficiales: por ejemplo, los stocks de activos fuera de la economía nacional podrían equivaler a 20 años de ahorro nacional (en vez de los 8 años hasta ahora supuestos)

Por otra parte cabe destacar que durante el primer quinquenio posterior al fin de la convertibilidad se verificó un flujo neto de fondos positivo (entrante), de mucha significación, que permitió la financiación de la fuerte reactivación productiva argentina en las particulares condiciones de entonces: ausencia casi total de crédito bancario interno y nulo financiamiento internacional.

El mundo sufre hoy el tembladeral de una nueva crisis, muy severa y de desemboque imprevisible. Todas la monedas nacionales -incluidas las otrora más poderosas- están sujetas a grandes desafíos y profunda desconfianza. En este contexto, la paradoja argentina es que su sector privado se sigue “dolarizando”, siguiendo un viejo patrón cultural pero también -en alguna medida- intentado cubrirse de las incertidumbres que suscita la perspectiva macroeconómica del país. En momentos en que la tasa ofrecida en dólares es prácticamente nula. La situación internacional estimula sin duda este proceso así como las circunstancias nacionales -afectadas por las omisiones y los errores de la política económica- y también la confrontación político-económica de minoritarios y poderosos sectores disconformes con el rumbo ratificado en las urnas hace una año (con el 54% de los votos).

Parece evidente, además, que la eliminación en toda agenda relevante de los foros globales de la cuestión de los paraísos fiscales (secrecy jurisdictions) y la fuga de capitales no  brinda el marco adecuado que los países relativamente débiles necesitan, de cara a estos fenómenos, para poder actuar con alguna chance de éxito. La importancia que estos paraísos tienen para el desempeño de los centros financieros hegemónicos anglosajones de Londres y Nueva York, a costa de los intereses económicos y –en particular- de la fiscalidad del resto del mundo constituye un crucial “nudo gordiano” difícil de cortar .

La acentuación del proceso de fuga de capitales que se verifica desde fines de 2011, inmediatamente después del triunfo electoral nacional de las fuerzas que apoyan a la actual Presidente, parece tener a la vez -como fue el caso del proceso de aceleración de la fuga registrado a partir de 2008 y hasta principios de 2010- causas tanto externas como internas. En el presente se vincula, por un lado, con la acentuación de la crisis global y la reaparición del paradojal fenómeno de la “fuga hacia la calidad”. Por el otro, también puede explicarse en buena medida por los problemas económicos y de gestión locales.

Mas allá del peso relativo que pueda asignarse a ambas causas, en obvia interacción, los desafíos que enfrenta Argentina en el frente externo son muy importantes. El gobierno ha venido concentrado sus esfuerzos durante el último año en tres áreas: 1.- el control “administrativo” de las importaciones; 2.- una negociación con las corporaciones multinacionales tendiente a lograr el máximo diferimiento posible de la remisión de sus beneficios; y 3.- un cada vez más exigente control del mercado de cambios (oficial y “paralelo”). Sin embargo, las debilidades de la normativa y la gestión tributarias suponen para el Estado argentino flancos débiles que pueden comprometer seriamente el resultado final de las señaladas políticas de control de las divisas: las grandes corporaciones y las personas de mayor fortuna pueden usar con relativa facilidad, para eludirlas, los múltiples y tradicionales mecanismos de “fuga” que no necesitan hacer uso del mercado de cambios. Entre otros: el manejo, en mayor medida que lo usual, de los “precios de transferencia”; la “triangulación” de operaciones de comercio exterior a través de “paraísos fiscales” y, en general, la “sobre” y “subfacturación” de las mismas; y el uso indebido de instrumentos financieros, todos ellos mecanismos eficaces para eludir el pago de los impuestos y, a la vez, maximizar la remisión de excedentes al exterior.

Gráfico 1

Gráfico  2



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