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El crecimiento del Sur: resiliencia, desacoplamiento, reacoplamiento

Viernes 15 de febrero de 2013 - No. 101 - Año 2013

Yilmaz Akyuz

La rápida aceleración del crecimiento en los países en desarrollo y la profundización de su brecha de crecimiento con respecto a las economías adelantadas antes del estallido de la crisis financiera mundial fueron interpretadas como un “desacoplamiento” del Sur con relación al Norte.

En los primeros días de la crisis también hubo expectativas generalizadas de que el crecimiento en el Sur se vería poco afectado por las dificultades que enfrentan las economías adelantadas. De hecho, los países en desarrollo se desaceleraron considerablemente en 2009 como resultado de la contracción de las exportaciones hacia los países adelantados y el contagio financiero. Sin embargo, se recuperaron rápidamente, con tasas de crecimiento en 2010-2011 que igualan o superan los niveles previos a la crisis, mientras que la recuperación de Estados Unidos permaneció débil y errática, y Europa entró en una segunda caída.

Esto revivió nuevamente la tesis del desacoplamiento, a pesar de la brusca desaceleración en varios de los principales países en desarrollo en el curso de 2012. Este cambio de sentimiento refleja una falta de conocimiento y de comprensión sólidos de la evolución de los fundamentos del crecimiento en los países en desarrollo y sus vínculos mundiales.

En un documento de trabajo del FMI de 2008, Ayhan Kose, Christopher Otrok y Eswar Prasad analizaron los ciclos comerciales mundiales y descubrieron un desacoplamiento entre los países en desarrollo y los adelantados, pero un mayor “acoplamiento” dentro de cada grupo. Sébastien Wälti cuestionó esto y argumentó que la evaluación del desacoplamiento no debería basarse en las actuales tasas de crecimiento sino en desviaciones de la tendencia (o resultado potencial). Sobre esa base no hay una disminución de la sincronicidad entre países en desarrollo y países adelantados. Jim Rose llegó básicamente a la misma conclusión, mientras que Eduardo Levy Yeyati demostró que, efectivamente, en la década de 2000 se vio un aumento de las correlaciones de los países en desarrollo y los ciclos del G-7.

En un documento reciente argumenté que es necesario examinar una cuestión más importante: si la aceleración en los países en desarrollo en el nuevo milenio sugiere un alza de su tendencia de crecimiento (potencial) con relación a los países adelantados. Después de examinar las condiciones mundiales, de vincularlas con las políticas en los países adelantados y de evaluar la evidencia sobre ciertos determinantes clave del crecimiento a largo plazo en los principales países en desarrollo, llegué a la conclusión de que la aceleración sin precedentes del crecimiento de éstos se debe no tanto a una mejora de los principios básicos de sus economías como a condiciones económicas mundiales excepcionalmente favorables, forjadas principalmente por políticas insustentables de los países más adelantados.

Además, la única economía en desarrollo que tuvo un impacto independiente importante en las condiciones mundiales, en especial a través de los precios de los productos básicos, es China. Sin embargo, su crecimiento se debió en primer lugar a una rápida expansión de las exportaciones a economías adelantadas y, más recientemente, luego de la crisis mundial, a un auge de la inversión. Ninguno de esos factores es replicable o sustentable en el plazo más largo. Para mantener el crecimiento, los países en desarrollo necesitan reducir su dependencia de los mercados extranjeros y de los ingresos de capitales y productos básicos.

El FMI en general suscribió, con las advertencias usuales, la menor dependencia del crecimiento del Sur con respecto al Norte en los primeros días de la crisis, subestimando los efectos colaterales de la debacle inmobiliaria de Estados Unidos. Ahora reconsideró el tema en su último informe Perspectivas de la Economía Mundial (capítulo 4), títulado “¿Perdurará la resiliencia de las economías de mercados emergentes y en desarrollo?”.

Agrupando más de cien economías de mercados emergentes y en desarrollo y examinando su evolución en los últimos sesenta años, descubrió que su desempeño “durante la última década fue tan favorable que por primera vez las economías de mercados emergentes y en desarrollo gozaron de una expansión más prolongada que las economías avanzadas y sufrieron desaceleraciones más pequeñas. Las razones son la solidez de las políticas adoptadas (que da cuenta de alrededor de tres quintas partes de la mejora del desempeño) y la menor incidencia de shocks externos e internos (que da cuenta de las otras dos quintas partes)”.

Resulta interesante observar que el FMI aparentemente no argumenta que las buenas políticas serían suficientes para desacoplar a los países en desarrollo del Norte, ya que advierte que “en caso de que las condiciones externas empeoren, estas economías probablemente terminen ‘reacoplándose’ a las economías avanzadas”.

Entre las “buenas políticas” que habrían mejorado el desempeño de los países en desarrollo figuran una mayor libertad de acción de la política económica (caracterizada por un bajo nivel de inflación y de posiciones fiscales y externas favorables)”, creadas por “el fortalecimiento de los marcos de política económica (adopción de políticas anticíclicas, metas de inflación y regímenes cambiarios flexibles)”. Sin embargo, el análisis ignora el rol de shocks externos positivos, en especial el aumento de los precios de los productos básicos, los ingresos de capital y las remesas, en la creación del espacio político en los países en desarrollo.

Existe amplia evidencia de que gran parte de la mejora de la situación fiscal en América Latina después de 2002 se debió al resultado del auge de los productos básicos, mientras que la política fue en gran medida pro cíclica. Esto se cumplió también en el caso de las mejoras en las posiciones de cuenta corriente y reservas.

Todo esto creó una mayor libertad de acción para la aplicación de las subsiguientes políticas anticíclicas en respuesta a los efectos colaterales de la crisis mundial. Incluso la deflación en países como Brasil y Turquía se debió en gran medida a la valorización de los tipos cambiarios que fue posible por los grandes ingresos de capital. Estos shocks positivos explican mejor el desempeño excepcional de varios países en desarrollo en la última década que las “buenas” políticas ortodoxas, como metas de inflación, inflación de un solo dígito y tipos cambiarios flexibles.

Cabe señalar que el informe del FMI no pudo encontrar vínculos firmes entre los factores estructurales y la “resiliencia” de los países en desarrollo. El personal del FMI dedicó mucho tiempo y esfuerzo a demostrar lo que todos sabemos: que el desempeño de los países en desarrollo en la última década no tuvo precedentes. El análisis no arroja luz acerca de cómo pudo haber cambiado la dinámica de crecimiento del Sur y tampoco ofrece una guía política útil más allá de lo que ya se ha profesado.

Yilmaz Akyuz, Economista Principal de South Centre.


Publicado: Viernes 15 de febrero de 2013 - No. 101 - Año 2013

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