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Calles y poder

5 de julio de 2013 - No. 121 - Año 2013

Héctor Béjar

Miles salen a las calles en Río y Sao Paulo protestando contra el despilfarro y la corrupción. En Caracas las multitudes se enfrentan defendiendo caminos opuestos: socialismo a la venezolana o democracia a la norteamericana. En Santiago, manifestaciones de jóvenes piden educación pública gratuita. Las calles y plazas de París, Atenas, Lisboa, Madrid, Barcelona se pueblan de indignados. En El Cairo, Túnez, Estambul, las masas se dividen entre el respaldo a regímenes teocráticos o la libertad religiosa.

Una combinación de calle, multitud y redes sociales es la fórmula de hoy. El enemigo inmediato de estas masas en movimiento son los gobiernos con sus policías, sus gases, sus tanques rompe manifestaciones financiados con los impuestos que pagan las víctimas. Los gobiernos son la primera trinchera del castillo del poder, pero no son el castillo. Adentro, en los salones, están los pocos que poseen y manipulan el capital. Las masas de indignados, desocupados y hambrientos, el proletariado de hoy, no tienen programa de gobierno ni manifiesto unificador, solo cólera. Pero eso no quiere decir que carezcan de ideas. Saben lo que quieren: empleo, derechos laborales, educación, democracia, transparencia, justicia.

Varios ciclos están llegando a su fin. El primero es el ciclo del neoliberalismo económico. Liberar el capital de las restricciones estatales y volver a la esclavitud fue el programa de los explotadores que ha terminado en la concentración de la riqueza, la crisis de los estados nación y la sublevación de los humillados y ofendidos.

El segundo es el ciclo de la democracia burguesa. Separada de la sociedad, corrompida por los dueños del capital, vigilada, limitada o colonizada por ricos y ladrones, ha perdido legitimidad. La gente protesta contra ella, se encoge de hombros o le da la espalda. Pero todavía no se le ocurre que puede existir un sistema de gobierno transparente, directo, en que el omnipotente Estado con mayúscula en manos de los poderosos disminuya hasta ser un estado con minúscula, un conjunto de servicios sociales en manos de los ciudadanos. El consejismo de los soviets ha quedado en el olvido y todavía no es desempolvado, aunque valdría la pena hacerlo.

¿Y qué de las izquierdas? Entre Felipe González y Dilma Rousseff también hay un ciclo, el de la izquierda legal. Perseguidas, sobrevivientes a las operaciones Cóndor y los golpes de Estado, las izquierdas encontraron el camino de los electores y los parlamentos en España, Portugal, Grecia, Chile, Brasil, Argentina. Por distintos caminos transitaron de la utopía heroica de la revolución liberadora a la realidad de la política mediocre. El capital las toleró, les permitió compartir el poder político pero mantuvo el poder económico. Consiguieron su parte en la democracia pero no les permitieron, como los médicos de los duques a Sancho en la ínsula Barataria, tocar los sabrosos platos de los medios de producción. En Brasil, España, Portugal, Grecia, Chile, consiguieron democracias políticas pero mantuvieron y justificaron dictaduras económicas: latifundios rurales y urbanos, ejércitos privados, trabajo sin derechos, monopolios; consumismo en Europa, caridad estatal en América Latina. La fiesta del dinero continuó para los menos mientras los más miraban desde su hambre. Las izquierdas entraron a la antesala, pero en los salones, las mesas del banquete y los torreones, los dueños mantuvieron sus lugares de siempre.

Las calles indignadas demandan ahora otra cosa. No saben exactamente lo que quieren pero sí lo que les desagrada ¿Hay futuro en esas demostraciones o se trata solo del momentáneo desencanto de la gente? Nadie podría decirlo a no ser que alguien se atreva a pronunciar la peligrosa verdad: el sistema económico es injusto, odioso y hay que cambiarlo. No es solo cuestión de indignarse. El problema que deberán resolver las generaciones que vienen es cómo cambiar el sistema sin guerras ni sangre, abolir las dictaduras económicas y construir justicia social.

Héctor Béjar
www.hectorbejar.com


Publicado: 5 de julio de 2013 - No. 121 - Año 2013

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