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La gestión ambiental y las mujeres

8 de noviembre de 2013 - No. 139 - Año 2013

Denisse Chávez

Resulta ocioso estar permanentemente hablando de cómo la vida en diversas situaciones afecta de manera diferenciada a varones y mujeres. Cifras de organismos internacionales demuestran que existen graves situaciones que afectan mucho más a las mujeres que a los varones.

Éste es el caso del cambio climático, uno de los problemas más importantes que enfrenta actualmente la humanidad. Las temperaturas en la tierra se han incrementado con evidencia científica como consecuencia del aumento de concentraciones de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxidos nitrosos y clorofluorocarbono), emitidos principalmente por el ser humano con la combustión de energías fósiles (petróleo y gas natural), cambios en el uso de la tierra (deforestación), producción agropecuaria, procesos industriales, industrias extractivas. Con una incapacidad de aceptar que estamos en un momento en el que es indispensable tomar acciones inmediatas para cambiar las condiciones que afectan especialmente a nuestras poblaciones, tanto urbanas como rurales, y que esto profundizará la pobreza e influirá de forma negativa en los procesos de desarrollo, donde obviamente son los países en desarrollo los más vulnerables.

En un análisis más profundo se puede observar que la intensidad de los efectos varía según la situación social, es decir, al profundizarse la pobreza, se ampliarán las desigualdades, más aun cuando setenta por ciento de las personas que viven en pobreza extrema son mujeres, según las Naciones Unidas. Eso puede explicar lo que muchos no terminan de entender: la fuerte relación entre el cambio climático y las mujeres.

El bajo estatus socioeconómico de las mujeres, así como otras desigualdades de género, como los estereotipos tradicionales, las relaciones de poder y las divisiones legales pueden incluso verse exacerbadas por el cambio climático. Culturalmente son las mujeres las responsables de la economía del cuidado, es decir, de asegurar la supervivencia de las familias. Además, en las zonas rurales, deberán de proveer de recursos como agua, alimentos y combustibles que son cada vez más escasos. Adicionalmente, enfrentan a menudo mayores volúmenes de trabajo que los hombres. La encuesta de mediciones del uso del tiempo lo constatan: las mujeres siempre trabajamos un tercio más de nuestras vidas mirando y cuidando de los demás (encuesta INEI).

Sin embargo, consideramos que otro factor en todo esto que aún persiste se ve en la poca participación en la toma de decisiones. La Agenda 21 manifiesta: “Las mujeres tienen un rol fundamental en la gestión ambiental y en el desarrollo. Por lo tanto, su plena participación es esencial para lograr el desarrollo sostenible”. (Principio 20 de la declaración de Río.)

Las barreras de la participación para las mujeres se manifiestan en todos los sectores, desde su presencia en las juntas comunales como en los espacios locales. Cada vez es más importante incorporarlas con la finalidad de que se conviertan en el eje del desarrollo sostenible. Es decir, en agentes de cambio, porque cumplen un rol predominante en el aseguramiento de la subsistencia. Como manifiesta Mercedes Cruz, los hombres asumen la parte más ruda de las tareas agrícolas, las mujeres se encargan de la selección de la semilla y almacenamiento y administración de los productos cosechados durante todo el año, ellas deciden qué cantidades destinan al consumo. A semilla, a la venta y a distribución entre los parientes.

Con el fin de entender los impactos del cambio climático en la igualdad de género y en las mujeres en particular, debemos observar la dimensión humana del uso y de la gestión de los recursos naturales y del medio ambiente como un conjunto. Particularmente, las mujeres y los hombres de áreas rurales tienen diferentes roles, tareas, responsabilidades, comportamientos y derechos designados con relación a los recursos naturales. Ellas ofrecen otras perspectivas y soluciones. Su conocimiento y capacidades son fundamentales para la adopción de medidas de mitigación y adaptación, ya que tienen habilidades específicas para hacer un uso sostenido de los recursos y para arreglárselas en situaciones de crisis.

Pero no dejemos este peso de la responsabilidad en ellas. Asumamos cambios sostenidos en las políticas públicas que garanticen una atención diferenciada y permitan que las mujeres puedan tener mejores y mayores herramientas para poder afrontar los efectos del cambio climático en los próximos años.

Denisse Chávez es integrante del Comité de Coordinación y responsable de Género del Movimiento Ciudadano frente al Cambio Climático (MOCICC).


Publicado: 8 de noviembre de 2013 - No. 139 - Año 2013

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