La “austeridad” y el fantasma de la recesión
Jueves 8 de julio de 2010 - 157
Martin Khor
Economistas y políticos están embarcados en un debate acerca de si el brusco cambio del “estímulo fiscal” a la “austeridad fiscal” ayudará a la recuperación económica mundial o provocará una nueva recesión.
La fiebre por la austeridad comenzó en Europa, cuando el peligro del default (suspensión de pagos) de la deuda en Grecia hizo temer que el contagio provocara crisis de la deuda soberana también en Portugal, Italia y España. Estos países anunciaron de inmediato fuertes recortes en el gasto fiscal y nuevos impuestos. Les siguieron otros que se creían a salvo de la crisis, entre ellos Francia y Gran Bretaña.
Esto revirtió el consenso de que la amenaza de una depresión debía combatirse con políticas keynesianas de mayor gasto fiscal, a través de un aumento del déficit presupuestario y tasas de interés bajas.
En medios políticos y académicos es ampliamente aceptado que el redescubrimiento y la aplicación de las políticas keynesianas en los últimos años salvaron al mundo de una recesión prolongada o incluso de una gran depresión. Pero la crisis griega infundió en los gobiernos el temor de que con déficit fiscales demasiado grandes tal vez no pudieran asumir préstamos suficientes a una tasa de interés razonable y verse forzados a caer en default.
En realidad, la mayoría de los gobiernos tienen la opción de pedir préstamos a sus propios bancos centrales (o “imprimir dinero”) y también devaluar su moneda, para expandir sus exportaciones en la medida que resultarían más baratas.
Pero países de la eurozona, como Grecia, no opinan lo mismo ya que no pueden pedirse prestado a sí mismos y no tienen una moneda propia para devaluar. Así, Grecia tuvo que depender de préstamos del mercado. Cuando éste exigió un interés demasiado alto, el país tuvo que ser rescatado con préstamos de Europa y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Gran Bretaña fue el último país en optar por la austeridad. La nueva coalición de gobierno tory-liberal demócrata recortó el gasto en 83.000 millones de libras y aumentó los impuestos en 29.000 millones. Como Gran Bretaña no está en la eurozona tiene más opciones de continuar con el estímulo fiscal. Sin embargo, el gobierno eligió una política de austeridad fiscal.
Economistas y analistas económicos reconocidos, como Robert Skidelsky, Martin Wolf y Will Hutton, han criticado la medida.
Skidelsky, biógrafo de John Maynard Keynes, criticó la “conversión a la austeridad”. En una situación similar en 1931, un comité del gobierno británico recomendó una reducción drástica del gasto fiscal para equilibrar el presupuesto, recibiendo un amplio apoyo de los sectores políticos y empresariales.
Keynes fue de los pocos que se opuso: arguyó que los déficit son el remedio de la naturaleza para impedir que las pérdidas comerciales crezcan tanto como para paralizar la producción.
Las medidas de austeridad adoptadas en 1931 contribuyeron a una gran recesión y Skidelsky señaló que hasta la guerra nunca se logró una recuperación cabal.
Ante la situación actual, Skidelsky comentó: “Estamos por embarcarnos en un experimento trascendental para descubrir cuál de las dos historias sobre la economía es la verdadera. Si la consolidación fiscal demuestra ser el camino a la recuperación y el crecimiento rápido, entonces deberíamos enterrar a Keynes de una vez por todas”. Si, en cambio, los mercados financieros y sus líderes resultan ser tan ‘supertontos’ como Keynes pensaba que eran, entonces es necesario enfrentar como es debido el desafío que plantea a un buen gobierno el poder financiero”.
A principios de julio hubo una gran conmoción cuando The Guardian informó que documentos oficiales filtrados revelaban que la austeridad fiscal podría causar la pérdida de 1,3 millones de puestos de trabajo para el periodo 2015-2016, casi la mitad en el sector público y los otros en empresas que perderían contratos con el Estado.
Alemania, cuyas finanzas y economía están en buena forma, ha sido criticada por Estados Unidos y quienes defienden las políticas expansivas por insistir en que Grecia y otros países deben adoptar políticas de austeridad para recibir préstamos de rescate y reducir su déficit.
El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schauble, respondió a las críticas diciendo que su país intentaba una estrategia de salida del actual estímulo fiscal sentando las bases para el crecimiento futuro. Pero el gurú de las inversiones George Soros atacó duramente a Alemania por insistir en políticas procíclicas y una disciplina fiscal estricta para los países más débiles de la eurozona, que en su opinión se oponen a las lecciones aprendidas de la Gran Depresión de la década de 1930 y podría arrastrar a Europa a un estancamiento prolongado.
En Estados Unidos, si bien el gobierno está a favor de más estímulos fiscales, enfrenta en el Congreso la oposición de los republicanos y algunos demócratas.
Se ha frenado una ley para asistir a los estados, en su mayoría sumidos en fuertes déficit. Como tienen problemas para conseguir préstamos, ahora están recortando sus gastos.
Esto afectará el empleo y la demanda, y contrarrestará en gran medida la expansión del gasto federal.
El economista Paul Krugman, quien escribió columnas mordaces en The New York Time contra el nuevo consenso favorable a una austeridad fiscal inmediata, argumenta que no hay pruebas que sustenten la idea de que la contracción fiscal contribuye a la expansión porque mejora la confianza. Irlanda, por ejemplo, implementó recortes salvajes del gasto y su recompensa fue una caída cercana a la depresión, en tanto los mercados financieros siguen considerándolo como un país en serio riesgo de default.
The Financial Times advirtió en su edición del 3 de julio sobre el riesgo de una renovada recesión. Estimó que las grandes economías ajustarán sus presupuestos en 1,9 por ciento del producto este año y que Estados Unidos reducirá su déficit en 2,7 por ciento para el año próximo.
Si los economistas keynesianos están en lo cierto, la contracción del gasto fiscal tendrá un efecto adverso en el sector privado y habrá una desaceleración económica general o un nuevo periodo de recesión.
Los países en desarrollo –que también siguen el debate sobre estímulo fiscal versus austeridad presupuestaria porque enfrentan los mismos dilemas– se verán afectados a través del comercio, ya que sus exportaciones se desacelerarán por los recortes en el gasto y el aumento del desempleo.
Publicado: Jueves 8 de julio de 2010 -
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Etiquetas: Crisis financiera
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