El FMI debería prevenir en vez de tratar de curar
Jueves 4 de noviembre de 2010 - Agenda Global - Nº 174
Yilmaz Akyüz*
En su sitio web, el Fondo Monetario Internacional (FMI) define como su objetivo principal el “bien público global de la estabilidad financiera”. Según el Convenio constitutivo del organismo, esto requiere un sistema estable de tipos de cambio, equilibrios sustentables en las cuentas corrientes y ajustes ordenados de las monedas y las balanzas de pagos.
El FMI supervisa la economía y las finanzas nacionales y mundiales, y proporciona asesoramiento sobre políticas a sus miembros con el fin de prevenir la inestabilidad y las crisis, y además, otorga préstamos a los países con dificultades de pago al exterior para facilitar el reajuste.
Los resultados históricos del FMI en la prevención de la inestabilidad financiera y las crisis dejan mucho que desear. En las últimas décadas hemos tenido virajes repetidos en los tipos de cambio de las principales monedas, persistentes y crecientes desequilibrios comerciales, crisis recurrentes de balanza de pagos, de deuda y financieras, con repercusiones a nivel mundial tanto en las economías emergentes como en las maduras. El FMI ha sido incapaz de hacer frente a políticas erróneas en la macroeconomía, los tipos de cambio y las finanzas de los países con influencia desproporcionadamente grande sobre las condiciones monetarias y financieras del mundo.
Una de las razones para este pobre desempeño en la prevención de la inestabilidad financiera y las crisis es que el FMI no tiene “dientes” para influir sobre sus miembros no deudores. No sólo tiene poca influencia sobre las políticas en los países emisores de monedas de reserva, sino que tampoco la tiene sobre las economías emergentes y en desarrollo que reciben repentinamente grandes flujos de capital, ya que estos países rara vez lo necesitan en esos momentos afortunados, pese a que es precisamente entonces que se siembran las semillas de la inestabilidad futura.
Pero la causa principal de la incapacidad del FMI en identificar a tiempo la fragilidad financiera, predecir la inestabilidad y las crisis, y emitir alertas tempranas es su fe ciega en los mercados. Durante la crisis de las hipotecas subprime que comenzó en Estados Unidos en 2007, dejó pasar inadvertida la mayor crisis de su vida. Y casi constantemente falló en alertar a los países en desarrollo sobre flujos de capital desestabilizadores, tasas de cambio insostenibles o deudas impagables.
Los análisis y recomendaciones del FMI sobre sustentabilidad de la deuda han sumido a muchos países pobres en el caos, cuando cayeron en problemas de deuda después de haberles anunciado el FMI que su deuda externa había llegado a una situación sostenible y ya no necesitaban alivio de los acreedores oficiales.
Cuanto más el FMI ha fracasado en evitar la inestabilidad y las crisis, más se ha involucrado en la gestión de esas crisis y en otorgar préstamos. Después de cada gran crisis financiera ha obtenido para sí un nuevo papel, casi siempre consistente en la expansión de sus instrumentos de préstamos de emergencia. La crisis actual no es la excepción y ha dado lugar a nuevas facilidades para préstamos de crisis, y para ello sus recursos se han triplicado.
Sin embargo, la evidencia muestra que los préstamos del FMI raramente evitan la recesión económica en los países con inestabilidad y crisis de pagos. Por el contrario, ese tipo de préstamo está a menudo asociado con una condicionalidad pro cíclica, que sirve para profundizar el impacto de la crisis financiera sobre el empleo y los ingresos. Éste es el caso ahora de los programas del FMI con los países europeos.
Los préstamos de emergencia suelen crear más problemas que soluciones. Cuando la escala es grande, puede poner en peligro la propia integridad financiera del FMI. No siempre es fácil determinar si una crisis es de liquidez o de insolvencia. Argentina y Rusia recibían apoyo del FMI por problemas de liquidez, pero terminaron en default por insolventes y no hay garantías ahora de que Grecia sea capaz de evitar el incumplimiento. Dado que el FMI no goza de una condición de acreedor privilegiado, cuando la escala de operaciones es grande puede quedar herido de gravedad en el caso de un default desordenado de uno de sus prestatarios.
Como los préstamos del FMI están diseñados para mantener a los países al día en los pagos de la deuda a los acreedores internacionales, a menudo se produce un reparto desigual de la carga entre acreedores y deudores. La deuda comercial se sustituirá por deuda con el FMI, que a menudo es más difícil de renegociar. La deuda privada pasa a ser deuda del sector público. La deuda pública siempre crece después de las crisis financieras derivadas de la acumulación excesiva de deuda por parte del sector privado. Todo esto crea el llamado “riesgo moral” e impide la disciplina de mercado, porque permite a los inversionistas y los acreedores escapar sin asumir las consecuencias de los riesgos que han asumido.
Siendo tan problemáticas las operaciones de rescate, la tarea primordial del FMI debería ser la prevención de las crisis en lugar de los préstamos para paliarlas. Esto requiere una mejora significativa en la calidad de la vigilancia financiera y económica del FMI. También es necesaria una reforma de las obligaciones de sus miembros con el fin de lograr un grado razonable de disciplina multilateral sobre las políticas macroeconómicas, de tasas de cambio y financieras. La necesidad de disciplina multilateral es mucho más fuerte en los temas monetarios y de finanzas que en cualquier otra área de la interdependencia económica mundial, incluido el comercio, ya que los desbordamientos externos adversos de las políticas monetaria y financiera en los países de importancia sistémica tienden a ser mucho más perjudiciales.
Pero incluso con reformas radicales en estas áreas, las crisis financieras con ramificaciones globales seguirán ocurriendo. Los préstamos de emergencia no son la única ni la mejor manera de enfrentar la crisis. Un mecanismo ordenado de resolución de las deudas con base en principios ampliamente reconocidos para lidiar con la insolvencia que garantizan la participación de los prestamistas e inversionistas privados en las crisis resultará a la vez más equitativo entre deudores y acreedores, y entre los prestamistas privados y oficiales, y más eficaz desde el punto de vista de su impacto en el comportamiento de los prestamistas e inversores, y por tanto, sobre la estabilidad financiera.
* Yilmaz Akyüz fue director de la División de Globalización y Estrategias de Desarrollo y Economista en Jefe de la Unctad.
Este artículo está tomado de la introducción del próximo documento del South Centre sobre la reforma del FMI y el Sistema Monetario Internacional.
Publicado: Jueves 4 de noviembre de 2010 -
Agenda Global - Nº 174
Etiquetas: Crisis financiera, FMI
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