Cumbre del G-20: un final inconcluso
Jueves 18 de noviembre de 2010 - Agenda Global - Nº 176
Martin Khor
La cumbre del Grupo de los 20 (G-20) en Seúl se vio eclipsada por un nuevo amague de crisis financiera en Europa, lo que puso nuevamente en evidencia el peligroso estado de la economía mundial. Irlanda experimentó una fuerte alza de los intereses de su deuda pública a partir del temor de que debería ser rescatada, como ocurrió hace algunos meses con Grecia, o incluso enfrentar una moratoria de la deuda. La pérdida de confianza de los inversionistas podría expandirse a Portugal, España e Italia.
Para calmar a los mercados fue necesario que el viernes 13 de noviembre cinco ministros de Economía europeos pronunciaran una apresurada declaración conjunta en Seúl asegurando que los titulares de los actuales bonos públicos europeos no compartirían la carga de los rescates.
Pero habrá que ver si Europa sufrirá una nueva crisis en el corto plazo, ya que muchos analistas opinan que las deudas soberanas de varios países son insustentables y que necesitarán ser rescatados por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI), o adoptar una reestructura de la deuda, o ambas cosas.
En la década del noventa Asia enfrentó una crisis de la deuda y en los decenios previos les tocó a África y América Latina. En los últimos años fue el turno de los países de Europa oriental.
Hasta hace sólo unos meses era inconcebible que una crisis de la deuda soberana afectara alguna vez a Europa occidental. Luego, Grecia enfrentó una moratoria de la deuda y en mayo debió ser salvada con un enorme rescate de la Unión Europa y el FMI.
La Unión Europea y el FMI crearon entonces un fondo de 750.000 millones de euros para apoyar futuros rescates de países europeos.
En octubre, una cumbre de la Unión Europea acordó crear para 2013 un nuevo sistema en el cual los inversionistas privados de bonos públicos también tendrían que costear parte de los rescates. Todavía
no hay detalles de esto, si bien se sabe que los alemanes están estudiando la posibilidad de crear un sistema en el cual los acreedores o titulares de bonos asumirían una deuda parcial en el caso de que un país no pudiera pagar el total de su deuda.
El temor a este sistema desencadenó el brusco aumento de los bonos irlandeses –un nueve por ciento en una primera etapa– antes de que la declaración de los ministros precisando que el nuevo sistema no afectaría a los titulares de los bonos existentes calmara de alguna manera a los mercados.
La última crisis de los mercados demostró la situación vulnerable de los tres o cuatro países europeos y cuán frágil puede ser el futuro de la propia moneda europea. Y eclipsó a la cumbre del G-20, que decepcionó a la mayoría de los analistas por no haber llegado a resultados concretos.
Las diferencias considerables que tuvieron las mayores potencias del mundo antes de la cumbre se mantuvieron luego de finalizada y así los problemas quedaron sin resolver y harán difícil una recuperación económica mundial.
Las divergencias de los dirigentes políticos del G-20 quedaron reflejadas en el oscuro lenguaje del comunicado de Seúl.
La mayoría de los temas cruciales están en el párrafo sobre políticas cambiarias, que expresa que se moverán hacia sistemas de tasas de cambio más regidas por el mercado y ampliarán su flexibilidad, además de abstenerse de aplicar devaluaciones competitivas. Esto refleja la principal preocupación de Estados Unidos de que la moneda china está subvaluada y debería revalorizarse de manera sustancial. Sin embargo, Beijing logró evitar que se mencionara explícitamente su situación monetaria.
La declaración también dice que las economías avanzadas –incluso las que cuentan con moneda de reserva– estarán alertas frente a un exceso de volatilidad y movimientos desordenados en los tipos de cambio.
Esto refleja las preocupaciones que países en desarrollo como China, Brasil y Sudáfrica, pero también Alemania, han expresado sobre la política de “expansión monetaria” (emisión de dinero) de Estados Unidos. Si bien con la inyección de 600.000 millones de dólares a sus bancos apunta a la recuperación económica, sus críticos estiman que debilitará el dólar y, por lo tanto, se trata de una devaluación competitiva.
Esta medida también dará origen a más “dinero especulativo” que se movería hacia los países en desarrollo en busca de mayores ganancias, con efectos adversos como sumarse a la presión inflacionaria, a las burbujas de activos y a la apreciación de la moneda.
El comunicado del G-20 añadió que “en circunstancias en las cuales hay países que enfrentan una carga de ajuste indebida, las respuestas de política en las economías emergentes con adecuadas reservas y tipos de cambio flexibles crecientemente sobrevaluados pueden, también, incluir medidas macroprudenciales cuidadosamente diseñadas”.
Esto refleja la opinión de países en desarrollo, como Brasil, Tailandia y Corea del Sur, de que tienen el derecho de recurrir a medidas de control para detener el ingreso de capital extranjero a corto plazo.
Para evitar los efectos desestabilizadores, los países en desarrollo ya están utilizando –o planeando– medidas como la aplicación de un impuesto a varios tipos de capital extranjero a corto plazo.
En el pasado, estas medidas fueron desaprobadas por el FMI y los países desarrollados. Ahora, ese organismo financiero y el Banco Mundial han reconocido que son legítimas y útiles.
El comunicado emitido en la cumbre de Seúl contiene, pues, las distintas preocupaciones de los países, a la vez que les da suficiente espacio para continuar con sus políticas. Esto dio lugar a fuertes críticas en el sentido de que el G-20 apenas si corrió un velo sobre sus diferencias sin haber podido abordar los problemas y las soluciones.
Publicado: Jueves 18 de noviembre de 2010 -
Agenda Global - Nº 176
Etiquetas: Crisis financiera, G 20
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