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Clima de tensiones en Cancún

Jueves 9 de diciembre de 2010 - Agenda Global - Nº 179

Martin Khor

La conferencia de Cancún no presentó grandes novedades, pero para esta segunda semana se esperan algunos desenlaces en unos pocos sectores, en especial la decisión de crear un nuevo fondo multilateral que ayude a los países en desarrollo a adoptar medidas de mitigación del cambio climático. Ya existe amplio acuerdo al respecto, pero el año próximo deberán completarse los detalles.

También está sobre la mesa la creación de un nuevo “mecanismo tecnológico” que tiene dos partes: un comité ejecutivo de tecnología y un centro de tecnología con redes.

Pero el inconveniente está en que Estados Unidos confirmó en una conferencia de prensa que no habrá un acuerdo sobre financiamiento y tecnología a menos que se salga con la suya en mitigación, o en las medidas para evitar las emisiones de dióxido de carbono que provocan el cambio climático.

Esta vinculación de los temas es un gran problema. La mitigación es el sector más complejo y controvertido, que involucra numerosas cuestiones en las que los países tienen diferencias que parecen inzanjables. Por lo tanto, esto podría impedir que la conferencia de Cancún concluya exitosamente.

El gran tema de la mitigación es la futura conformación del régimen sobre el clima. Los países desarrollados deben comprometerse a una segunda ronda de reducción de emisiones en el Protocolo de Kioto, comenzando inmediatamente después del final del primer período en 2012. Pero en la sesión de apertura de la reunión del Protocolo, la semana pasada, Japón causó conmoción al anunciar que bajo ninguna circunstancia adheriría a un segundo período.

Esto dio a la prensa mundial un tema sobre el cual informar, en una semana insípida de áridas negociaciones. Japón estaba siendo franco, pero su negativa descarnada a continuar con el Protocolo desencadenó una crisis que ya se estaba preparando.

Para los países en desarrollo, el Protocolo de Kioto, de naturaleza jurídicamente vinculante, es el símbolo del compromiso de los países desarrollados a ser los primeros en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. El abandono por parte de Japón, el país donde se creó, es una potente señal de que numerosos países desarrollados están perdiendo el interés en un acuerdo internacional de carácter obligatorio.

En el marco del Protocolo de Kioto, los países desarrollados deben asumir compromisos jurídicamente vinculantes de reducción de emisiones de manera individual y, colectivamente, llegar a una meta ambiciosa basada en lo que la ciencia requiere, que es como mínimo entre veinticinco y cuarenta por ciento para 2020 (comparado con 1990), o una reducción de emisiones de entre cuarenta y cincuenta por ciento, como reclaman los países en desarrollo.

En contraposición está el nuevo sistema de “compromiso y revisión”, patrocinado por Estados Unidos, en el cual los países desarrollados fijan sus propios objetivos, que pueden o no cumplir la reducción que la ciencia requiere. La aceptación de este sistema significaría la muerte del Protocolo de Kioto y su reemplazo por un sistema de compromisos voluntarios para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

En Cancún, los países en desarrollo resistieron con firmeza los intentos de sustituir el Protocolo de Kioto por este nuevo sistema de compromisos voluntarios. Pero la mayoría de los países desarrollados se mostraron firmes en su pretensión de saltar del barco y sumarse a Estados Unidos –que no es miembro del Protocolo de Kioto– en el nuevo sistema.

También presionaron a los países en desarrollo, en especial a los grandes como China e India, para que asuman más obligaciones, en especial inscribir sus objetivos y políticas de mitigación en un sistema y quedar sujetos a una intensa supervisión internacional que evalúe si sus medidas concuerdan con sus objetivos.

Los países en desarrollo están dispuestos a hacer mayores esfuerzos que en el pasado, pero no quieren verse presionados a adoptar nuevas obligaciones cuando los países desarrollados planean “el gran escape” de sus propios compromisos.

De ahí que la conferencia de Cancún se vea como una intensificación de las contradicciones que están en la médula de las negociaciones sobre el cambio climático.

Cómo terminará el viernes 10 de noviembre es el mayor interrogante.

El posible resultado exitoso que Cancún puede ofrecer –la creación de un nuevo fondo para ayudar a los países en desarrollo– queda rehén de esta maraña de aspectos de la mitigación.

Otra complicación es el proceso de negociaciones. En la primera semana se temió que México, el país anfitrión, estuviera planeando que determinados ministros y más tarde jefes de Estado se reunieran por su cuenta e hicieran sus propias negociaciones. Los delegados ven con recelo un proceso excluyente, porque eso mismo fue lo que llevó el año pasado las negociaciones de Copenhague a su caótico final.

La canciller mexicana Patricia Espinosa respondió a las inquietudes el sábado 4 prometiendo que no habría un proceso excluyente que socavara las reuniones abiertas, lo que fue recibido con gran alivio por los delegados.

Financiamiento climático e imposición.

Desde el inicio de la conferencia de Cancún, se manifestó el temor de que los países desarrollados lleguen a un acuerdo en reuniones restringidas y pretendan luego imponerlo a los otros países mediante incentivos financieros.

El embajador de Bolivia ante las Naciones Unidas, Pablo Solón, denunció que Estados Unidos retiró en abril tres millones de dólares de financiamiento climático a Ecuador y Bolivia por haberse negado a firmar el Acuerdo de Copenhague.

“Eso no es una negociación climática, es una imposición. A nosotros no nos pueden comprar”, dijo Solón, quien no obstante aseguró: ”Nunca nos cerraremos a ningún tipo de negociación”.


Publicado: Jueves 9 de diciembre de 2010 - Agenda Global - Nº 179

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