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La democracia y el “sexo débil”

Jueves 24 de marzo, 2011 - 11 Año 2011

Enrique Fernández-Maldonado Mujica

A través de la red hemos podido ver, en imágenes que han dado la vuelta al mundo, la notoria y notable participación de mujeres en las revueltas políticas de Medio Oriente. Imágenes que llaman la atención porque corresponden a sociedades patriarcales donde el mal llamado “sexo débil” ha ocupado por siglos un rol subalterno frente a su par masculino. Su activa presencia en las movilizaciones que derrocaron a los gobiernos autoritarios de Túnez y Egipto, reflejaría no solo importantes avances en los procesos de democratización política de sus sociedades. Expresaría también cambios sustantivos en los roles tradicionales de las mujeres. Porque, cuando las mujeres cambian, todo cambia. Y, como plantea Naomi Wolf, las mujeres en el mundo musulmán están cambiando, y radicalmente (project-syndicate.org). Algo parecido parece estar sucediendo en América Latina. Este año Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, asumió el gobierno de Brasil, país que ejerce un indiscutible liderazgo a nivel internacional. Años atrás lo hizo Michelle Bachelet en Chile, y poco después Cristina Fernández en Argentina; las primeras mujeres elegidas presidentas en la región. Más cercano es el caso de Susana Villarán, electa alcaldesa de Lima luego de derrotar en elecciones recientes a Lourdes Flores, lideresa histórica de la derecha cristiana.

¿Qué tienen en común estas mujeres, más allá de ocupar cargos políticos en sus respectivos países y ciudades? En principio, se trata de liderazgos que han logrado posicionarse en instancias de poder –las más altas en sus respectivos países y ciudades– a través del voto popular y en sociedades con una fuerte cultura machista.

Pero nos recuerdan, también, su excepcionalidad en un contexto global que presenta altísimas brechas de desigualdad entre hombres y mujeres. Avances con un altísimo valor simbólico y político en la lucha por la igualdad de géneros, pero que se dan en el marco de estructuras sociales profundamente inequitativas en la distribución de las oportunidades entre sexos.

La mayor presencia pública de la mujer, en disputa por posiciones de poder con sus pares varones, ha generado reacciones y resistencias de diverso tipo. No ha sido un proceso fácil. La intolerancia machista frente a la igualación de la mujer en diversos ámbitos –desde la competitividad laboral hasta la mayor libertad sexual y autonomía económica– está vinculada en muchos casos con el incremento del feminicidio registrados en los últimos años.

De acuerdo a cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 70% de las mujeres que son víctimas de asesinato mueren a manos de sus parejas o convivientes. En algunos países la violencia ha alcanzado límites insospechables. En los estados del norte de México, la guerra entre carteles de narcotraficantes tiene «el cuerpo de la mujer como campo de batalla”: se estima que solo en el 2010 fueron asesinadas violentamente 2,500 mujeres, y ya son 300 en lo que va del primer trimestre del año (feminicidio.net).

En sociedades que mantienen prácticas e ideologías racistas, esta situación puede llegar a extremos. En el Perú de los ochenta, fueron las mujeres indígenas las principales afectadas por la violencia política y la guerra interna, mientras que en los noventa este mismo sector fue objeto de esterilizaciones forzadas promovidas por el gobierno autoritario de Alberto Fujimori (1990-2000). Y desde las instituciones del propio Estado peruano.

Si bien la violencia contra las mujeres no es exclusiva de ningún sistema político o económico, y se da en todas las sociedades del mundo sin distinción de posición económica, raza o cultura, es en los países de escaso desarrollo económico y social donde las mujeres están más expuestas que sus pares varones a caer en situación de pobreza; presentan menores niveles educativos, mayor vulnerabilidad frente al empleo y están más expuestas a la violencia física y psicológica. Para desterrar la “trenza de la dominación” (la triple discriminación de sexo, clase y etnia heredada de la Colonia), que frena el empoderamiento de las mujeres y dificulta su acceso a derechos, es necesario cambiar el sistema de dominación económica, social y política global que encarna hoy el neoliberalismo.

La participación de las mujeres en las revueltas políticas de Medio Oriente es síntoma que se vienen cambios importantes, y que en el devenir de la Historia queda mucho por registrar.

* Sociólogo peruano, experto en temas laborales.


Publicado: Jueves 24 de marzo, 2011 - 11 Año 2011

1 comentario

  1. ALFREDO RODRIGUEZ
    -

    Los dos azotes de la situacion con relacion a la familia y las relaciones entre hombres y mujeres son :
    1) El machismo en varias sociedades.
    2) El hembrismo de los paises occidentales y paises «emergentes»
    Del numero dos es un fiel exponente este sociologo peruano,todos estos señores y señoras que lucran con la politica de «género» y otras inventos del negocio del feminismo radical y del hembrismo.

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