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La crisis libia y la nuclear

Jueves 31 de marzo, 2011 - 12 Año 2011

Martin Khor

La atención mundial sigue centrada en dos grandes acontecimientos: el desastre nuclear en Japón y los bombardeos de los aliados occidentales en Libia. Los efectos del problema nuclear en Fukushima han empeorado, aumentando la preocupación en todo el mundo sobre la seguridad de la energía nuclear, en tanto existe una fuerte división entre los aliados occidentales en Libia y a escala internacional preocupa que esto haya creado un nuevo antecedente de intervención militar extranjera, que en el futuro podría extenderse a otros países.

La crisis nuclear japonesa empeoró el sábado 26 de marzo. Según las últimas mediciones, el yodo 131 se disparó hasta 1.250 veces por encima de los valores normales en el agua de mar cercana a la planta de Fukushima. Esto dio lugar a la sospecha de que se hubiera producido una grieta en la construcción que rodea al núcleo del reactor.

Los efectos radiactivos se extendieron a los alimentos, lo que provocó la reacción de otros países, que prohibieron las importaciones de productos japoneses cercanos a Fukushima. Y el agua corriente en Tokio ya excedió el límite fijado por el gobierno para los niños, especialmente vulnerables al yodo radiactivo cancerígeno.

Las esperanzas de controlar la situación se desvanecieron y surgió un nuevo problema. Según la empresa Tokyo Electric Power (TEPCO), administradora de la central de Fukushima, los expertos aún tienen que definir dónde colocar el agua contaminada.

El director general del Organismo Internacional de Energía Atómica, el japonés Yukiya Amano, declaró que “se trata de un accidente muy grave” y que la crisis podría continuar durante meses.

Los efectos de la crisis se hacen cada día más evidentes. La radiactividad en el aire, el agua y los alimentos son factores que se suman a la preocupación mundial por la seguridad de la energía nuclear. Promocionada como un componente clave de la futura combinación energética para sustituir a los combustibles fósiles, ahora es poco probable que se la incluya entre las “energía renovables” que se promueven para luchar contra el cambio climático y la inseguridad energética.

Otra crisis estalló la semana pasada con los ataques aéreos de los aliados occidentales a Libia.

Cuando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la resolución de aplicar una “zona de exclusión aérea” en Libia para proteger a la población civil, se pensó que esto implicaba que no se permitiría que ningún avión sobrevolara el país. Pero resultó que se permite, y de hecho se facilita, el sobrevuelo de los aviones aliados para bombardear objetivos en el interior del país.

La polémica gira en torno a si la resolución de las Naciones Unidas permite que sólo se ataquen aeronaves e instalaciones militares antiaéreas o si, como ha ocurrido, se permiten otros objetivos, como las fuerzas leales a Muammar Gaddafi o la propia casa del líder libio.

El objetivo inmediato de los aliados de evitar la derrota de los rebeldes se ha cumplido y la ciudad de Bengasi permanece bajo el control de éstos. Pero la guerra civil continúa haciendo estragos.

Las fuerzas internacionales contra Gadafi están profundamente divididas sobre los objetivos y los métodos a utilizar.

La Liga Árabe había reclamado una zona de exclusión y su solicitud se citó como una razón fundamental para la resolución del Consejo de Seguridad. No obstante, su secretario general, Amr Musa, fue el primero en criticar los ataques aéreos occidentales contra Libia por el daño inflingido a civiles. Por otra parte, la Unión Africana ha pedido un alto el y varios países en desarrollo han criticado el hecho de que la campaña militar haya ido mucho más allá del mandato de las Naciones Unidas.

Entre los países occidentales, Alemania se negó a participar en las acciones militares, mientras que Francia ha tomado la iniciativa.

Estados Unidos, que ha cedido su liderazgo militar inicial a la OTAN, tiene una posición aparentemente ambivalente sobre Gadafi -pide su derrocamiento al tiempo que insiste en que éste no es el objetivo del ataque- y es evidente que se encuentra incómodo con el caso libio.

“Nunca debemos comenzar una operación sin saber cómo nos retiraremos”, comentó el general estadounidense Joseph Ralston, un ex comandante de la OTAN.

En cuanto a los rebeldes libios, mientras Francia parece haberlos reconocido como representantes legítimos, otros países occidentales no han llegado tan lejos.

¿Qué sucede si Gadafi es capaz de retener el poder? ¿Algunos países occidentales quieren enviar tropas a derrocarlo, como sucedió en Irak, o negociar un acuerdo con él en el poder? ¿Qué pasa si -y éste es un gran “si”- el líder libio cae?

Además de la crítica de que evidentemente esta campaña se realizó a toda prisa, en la que cada país occidental toman sus propias acciones y tiene sus propios objetivos, la cuestión de fondo consiste en si se ha abusado de la resolución del Consejo de Seguridad y ésta ha servido como una hoja de parra, para tapar acciones militares y metas encubiertas que van más allá de la protección de los ciudadanos libios.

El periódico estatal China Daily criticó duramente en un editorial la intervención militar occidental por considerar que aumenta la incertidumbre y agrava la crisis humanitaria en Libia y la región, cita las críticas de varios países en contra de la coalición por abusar del mandato de las Naciones Unidas y exige el cese inmediato de la intervención militar.

“La crisis de Libia marca el pináculo del intervencionismo” de las potencias occidentales, dijo el diario estatal chino el sábado pasado, a las que acusa de usar la fuerza contra un Estado soberano esgrimiendo como pretexto fines humanitarios.

Martin Khor es director ejecutivo de South Centre, una organización de países en desarrollo con sede en Ginebra.


Publicado: Jueves 31 de marzo, 2011 - 12 Año 2011

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