Ronda sobre clima en medio de calamidades
Jueves 7 de abril, 2011 - 13 Año 2011
Martin Khor
Con el marco de numerosos desastres naturales, esta semana se celebra en Bangkok una nueva ronda de negociaciones sobre el clima en el ámbito de las Naciones Unidas. Es el primer período de sesiones después de la conferencia de Cancún en diciembre.
Mientras continúan los efectos de la triple crisis de Japón (terremoto, tsunami y catástrofe nuclear), la prensa ya ofrece nuevos relatos e imágenes de las catastróficas inundaciones en Tailandia, causadas por las fuertes lluvias caídas en plena época seca, que afectan a más de dos millones de personas. En octubre, cuando China fue sede de una de las sesiones sobre el clima, también hubo inundaciones importantes en Hainan, lo que resultó un sombrío recordatorio de lo que está en juego.
De una forma u otra, todos los países están sufriendo algún tipo de desastre natural. Mientras que a algunos los azotan dramáticos terremotos y enormes incendios forestales que también invaden las ciudades, otros sufren las inundaciones provocadas por lluvias torrenciales que causan daños similares a millones de personas.
En las negociaciones sobre el clima, la mayor parte de la atención y la energía se ha puesto en la mitigación, es decir, la forma de prevenir el cambio climático mediante la reducción de emisiones. La adaptación -cómo hacer frente a los efectos del cambio climático- ha sido un “pariente pobre”, un reclamo generalmente de los países en desarrollo. Por ejemplo, gran parte de los fondos empleados hasta ahora en acciones referentes al clima corresponden a mitigación, con muy poco margen para las actividades de adaptación.
La serie de graves desastres naturales ocurridos durante los últimos dos años debería provocar un cambio en este orden de prioridades.
Los efectos del cambio climático y de los desastres naturales se están haciendo sentir de manera dramática, provocando pérdida de vidas y causando estragos en edificios e infraestructura urbana, en la agricultura, el abastecimiento de alimentos, los recursos hídricos, la escolaridad y la vida cotidiana de millones de personas. No se ha prestado la suficiente la atención mundial ni se han brindado los recursos necesarios para estos problemas de “adaptación” que ya alcanzan proporciones de crisis.
Si bien es importante evitar el agravamiento del cambio climático, a través de la aplicación de medidas de reducción de emisiones y de la tecnología, es aún más urgente que los gobiernos, las Naciones Unidas y otros organismos internacionales pongan su atención en la mitigación de los desastres y el manejo de las situaciones de crisis que crean, así como en la rehabilitación y la reconstrucción con posterioridad a las catástrofes.
En Haití, un terremoto causó la muerte a más de 200.000 personas y devastó la capital hace más de un año. Hoy, miles de haitianos continúan viviendo en tiendas de campaña, estalló un brote de cólera, la mayor parte de los escombros aún no se ha retirado y la reconstrucción todavía no ha cobrado ritmo.
Si bien organismos de las Naciones Unidas cumplen una labor encomiable en la reducción y el manejo de desastres, no existe un sistema global adecuado para conseguir fondos que puedan utilizarse para brindar ayuda inmediata a los países afectados. Hasta ahora, el sistema consiste en que después de cada catástrofe, se recaudan fondos para ayudar al país en cuestión. Esto está muy lejos de ser lo ideal, ya que la ayuda y el socorro no pueden esperar y, además, si luego se produce un “cansancio” en materia de ayuda, entonces nuevos países afectados ya no obtendrán los recursos necesarios.
Por este motivo es necesario construir, lo más pronto posible, un sistema mundial de ayuda para mitigar y manejar los desastres, ofrecer socorro y emprender las tareas de reconstrucción.
Incluso un país desarrollado tan organizado como Japón no pudo hacer frente a los efectos de su triple crisis. Esto es comprensible, dada la magnitud de su tragedia, que merece la profunda solidaridad de todo el mundo. El número de muertos asciende a 25.000, hay miles de personas desaparecidas y los escombros siguen siendo el paisaje característico de lugares donde hasta hace poco se levantaban aldeas y ciudades.
Pero lo más terrible es la imposibilidad de controlar los seis reactores de la central nuclear de Fukushima. Continúa emitiéndose radiactividad en cantidades significativas a través del aire y el agua contaminados. Se llevaron enormes bombas de Estados Unidos para verter agua sobre los reactores y las piscinas de refrigeración que contienen las barras de combustible gastado.
Mirándolo en retrospectiva, esto debería haberse hecho antes.
El desastre nuclear de Fukushima ha provocado un vivo debate en todo el mundo acerca de los peligros de la energía nuclear.
Los temas van desde cómo las plantas nucleares son susceptibles a accidentes, desastres naturales y ataques terroristas hasta lo difícil que resulta manejar un incidente una vez que ha ocurrido, así como eliminar o almacenar residuos radiactivos, en especial las barras de combustible gastado, una parte central de la crisis de Fukushima.
La crisis puesta de manifiesto por Fukushima -y antes por Three Mile Island (Estados Unidos, 1979) y Chernobyl (Ucrania, 1986)- está afectando la percepción de la opinión pública sobre los peligros y la seguridad nucleares.
La Agencia Internacional de Energía Atómica prevé convocar a una cumbre mundial para examinar la situación. Mientras tanto, la sociedad en general está cada vez más preocupada por la sucesión de informes sobre contaminación del agua, el aire y los alimentos no sólo alrededor de Fukushima, sino también en otras partes de Japón.
Y la contaminación del aire y el agua ya se está empezando a detectar en otros países.
* Director ejecutivo de South Centre.
Publicado: Jueves 7 de abril, 2011 -
13 Año 2011
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