El sistema tiene grandes electores, ciudadanos y pequeños electores.

Los bancos, las minas, las AFP, el narcotráfico, la construcción, la agroexportación, los barones de los nuevos latifundios, el dinero grande que compra televisoras, cadenas de radio, políticos, jueces, policías y sicarios mediáticos, el Opus, el inquilino de Palacio, son los dueños del Perú, los grandes electores.

Los pequeños electores votan por obligación cada cinco años. Hormigas que trabajan catorce horas diarias, viajan en asquerosas combis unas tres horas por día mínimo, respiran monóxido, ven televisión basura unas seis horas, leen sólo las primeras planas de diarios de a cincuenta. No tienen tiempo ni ganas para exquisiteces. Votan por obligación, emoción, resentimiento, agradecimiento o instinto. Indiferentes a la política pero no al escándalo. No están para grandes ideas sino para responder a las preguntas: ¿Con qué comeré hoy día? ¿Cuánto hay o cómo es? ¿Habrá plata y alimentos para mañana?

Los ciudadanos son los pocos que piensan, se angustian, sienten que el país se hunde entre escorias de diversos tipos. Están aislados y dispersos. Sólo se unen en situaciones terminales porque compiten entre ellos por la fama o el poder. Incapaces de construir una alternativa, buscan lo fácil, el hombre de éxito que los pueda llevar por un atajo a cualquier cubículo del poder. Si los pequeños electores no están para filosofías, ellos no están para perder el tiempo en largos plazos. En el sistema reina el hoy, no el mañana. Realismo, le dicen.

En la primera vuelta compitieron doce candidatos. Cada uno quería el premio para él solo o ella sola. Dos favoritos, un advenedizo con flauta, nueve pitufos, una Madame Korrupción (Madame K) y un Comandante Antisistema. Así empezó la carrera.

Los grandes electores  estaban tan seguros de sí mismos que se dieron el lujo de apadrinar candidatos por separado. Aislaron al Comandante Antisistema con un cerco de miedo tendido por sus sicarios mediáticos.

Las cosas no salieron como los señores esperaban. Se equivocaron como siempre. Los pitufos desaparecieron como estaba previsto, pero los pequeños electores no votaron por los favoritos que las encuestadoras les pusieron. Oh sorpresa, sólo quedaron el Comandante Antisistema y Madame K. Contra lo sostenido por los teóricos de la ciencia política oficial, la gente prefirió los extremos y no el centro.

En el camino entre abril y junio, los grandes electores han mandado cubrir de insultos al Comandante Antisistema mientras amenazan a los pequeños electores con males y pestes si votan por él. El Miedo es el personaje principal. Apenas si Madame K, robot parlante, ha podido articular unas cuantas palabras aprendidas de memoria con el discurso conocido. En realidad, la lucha vale todo se ha realizado entre Guasón, el Acertijo y todos los personajes de la corrupta Ciudad Gótica de Diroes-San Jorge, por un lado, y el Comandante Antisistema, convertido en un pequeño Robin, por el otro.

Para que le permitan seguir, el Comandante ha prometido no tocar las AFP, no intentar un golpe de Estado, no reelegirse, seguir con el papel de 1993 que los señores llaman Constitución, no tocar el modelo, mantener las licencias de las que se han apropiado los medios, no responder como se debe a los sicarios de la palabra e imagen. Madame K ofrece comida, uniformes, buzos, zapatos, desayunos, almuerzos. Menos devolver los seis mil millones robados por la Coalición Diroes–San Jorge.

Mientras tanto, doscientos sesenta volcanes sociales están activos y erupcionarán en el futuro inmediato. Nadie habló de ellos en el debate televisado.

Ya no se elegirá entre sistema y antisistema sino entre sistema con corrupción o sistema sin corrupción. La elección no será política sino moral. OK (Okey) si la O de Ollanta resulta ganadora sobre la K de Keiko y se inaugura un gobierno moderado y democrático, mediocre pero no corrupto. KO (knock out) para el país si gana la coalición Diroes–San Jorge. Elijan y piensen: ¿Es de verdad lo más que se puede pedir?

Publicado: Jueves 02 de junio de 2011 - 21 Año 2011