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El regreso de la Vieja Dama

Viernes 05 de agosto de 2011 - 30 Año 2011

Héctor Béjar

La Historia es una vieja dama engreída, ingrata, esquiva, impredecible. Siempre nos sorprende, a veces nos premia, otras nos castiga o nos manda al olvido.

¿Tiene sentido lo que viene en el Perú?

Yo creo que sí.

A partir del primer alanismo del ochenta y cinco, fuimos cubiertos por una ola de fango que nos impregnó hasta el 2011 y todavía nos amenaza. Creímos que todo estaba consumado. Pero al mismo tiempo, otra ola mixta iba corriendo detrás y debajo de la anterior. Arriba lleva a una elite formada hace muchos años, compuesta de grupos democráticos, liberales, socialistas, de centro, izquierda y derecha. Debajo va la mixtura indefinible que es el mundo popular de hoy.

La gente que gobierna a partir de esta semana con Ollanta Humala fue echada de Palacio cuando Alberto Fujimori abandonó su primer programa del “no shock” en agosto de 1990, gobernó con Valentín Paniagua y Alejandro Toledo a partir del 2000, hizo la oposición intelectual a Alan García y logró extraditar y meter en prisión a Fujimori. Gente diversa y un cierto deseo por un país ordenado y limpio.

Si la existencia de esta elite como actor social individualizable y singular fuese cierta, tendríamos unos buenos y largos años por delante para construir algo distinto con tiempo y no tendría sentido apresurarse. Lo importante es darle sostenibilidad y duración al proceso, porque el fango alano-fujimorista sigue flotando y el riesgo de que retorne al poder su asquerosa resaca será cosa de todos los días.

Pero no confundamos la espuma política con la ola popular que está debajo. Allí viene una burguesía chola con dinero y desesperación por el reconocimiento, el espacio, la representación y los negocios. Es un nuevo proletariado cultural (ya no económico) que presiona desde abajo y desde las provincias, encabezando a los quince millones de pobres (o más) que todavía tenemos. Nuevo Perú hambriento de lugar que empuja la carcomida democracia republicana que heredamos del siglo XX e impone sus gustos y su manera de ser sin respeto por valores y leyes.

¿Será posible un contrato social entre los que ya llegaron arriba y los que empujan desde abajo?

Igual está pasando en el mundo. No somos los únicos habitantes del planeta aunque nos miremos sólo el ombligo. Desde la crisis del neoliberalismo surgen los BRIC (Brasil, Rusia, India y China). La nueva América Latina de centroizquierda arrastra a la que fue, hasta antes del 28 de julio, la conservadora y corrupta isla peruana. Tuvimos de visita en el cambio de mando una corte presidencial sudamericana que discute y decide en Lima sin los Estados Unidos y por fuera de la OEA, cascarón que ya no tiene ni siquiera el respaldo económico de Washington.

En otros tiempos, la Casa Blanca, la CIA y el Pentágono ya habrían puesto orden en el patio trasero mediante unos cuantos golpes de Estado. Pero están muy ocupados con los problemas de su propia casa. Washington se retira de Afganistán, no sabe qué hacer con Pakistán y Libia, sigue empantanado en Irak, desactiva su programa espacial y continúa inflando su deuda prometiendo pagar sus bonos con dólares falsos.

Quizá nunca veamos el derrumbe definitivo del imperialismo al que aborrecimos y combatimos, pero somos testigos de su decadencia. Y una nueva generación, no los hijos sino los nietos de los asesinados por Pinochet, Videla, Ríos Montt y similares en el genocidio político de los setenta y ochenta, han llegado al fin al poder en el continente formando un espacio protector al proceso peruano que se abre.

Festejemos el advenimiento de esa generación en el Perú y América Latina, pero también seamos conscientes de que la vieja Historia nos está haciendo otra de sus irónicas jugarretas: atarles las manos y censurarles las mentes a los nuevos gobernantes para que, atemorizados y marcados por el pasado, no puedan hacer las indispensables transformaciones por las que sus abuelos murieron, y para que construyan las democracias liberales y afirmen el poder empresarial y burgués que ellos cuestionaron.

Historia, vieja dama ¿Debo amarte o repudiarte?


Publicado: Viernes 05 de agosto de 2011 - 30 Año 2011

1 comentario

  1. De acuerdo, la historia avanza, da vueltas y coletazos. Sería un vano intento esquivarla, pero también será una cobardía dejarla pasar sin que recoja loa antíguos sueños, que no por ser antíguos dejan de ser válidos. Un socialismo de rostro fresco es lo que necesitamos en América Latina, y por cierto en el Perú, desterrando los viejos vicios de una forma de hacer política que lo único que trajo como resultado fue fujimoris y alans, dándole gusto a la burguesía de siempre. Los que ya pintamos abundantes canas, debemos caminar al lado de los nuevos rostros de la izquierda, no para darles lecciones de cómo hacer las cosas, sino para estar a su lado y acompañarlos hasta que llegue nuestro timepo.

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