Modelo PRONAA
Viernes 14 de octubre de 2011 - 40 Año 2011
Héctor Béjar
Cuando el hambre asolaba Europa, India y China en la postguerra, Dupont y Monsanto sorprendieron al mundo con la Revolución Verde. Sus insecticidas y semillas permitieron a las corporaciones producir mucho más que los campesinos.
La revolución de químicos, cosechadoras y tractores en extensos monocultivos desacreditó a los agricultores pequeños y dejó sin argumentos a Malthus. La especie humana podía multiplicarse porque la productividad de los vegetales se proyectaba. El antiguo granjero estaba demás, la gran empresa era la voz.
La revolución tecnológica envenenó suelos y eliminó especies. Como no fue acompañada de revoluciones sociales, produjo excedentes que en realidad no lo eran: los alimentos se quedaban en las mesas de quienes podían comprarlos.
Entonces Harry S. Truman y los presidentes que le sucedieron en Estados Unidos nos hicieron el presente griego de regalarnos alimentos que a ellos les sobraban y que nosotros no necesitábamos porque teníamos maíz, quinua, papas, cañihua, estábamos acostumbrados a comer chalona, charqui, nuestro mar hervía de peces, nuestros ríos estaban repletos de camarones y teníamos vacas lecheras en Lima, Arequipa, Cajamarca, Junín y otros lugares. Los indios no estaban desnutridos por escasez sino porque los gamonales los arrojaron a las tierras más pobres. Lo que necesitábamos no era las sobras de los países ricos sino justicia.
Se creó la Oficina Nacional de Apoyo Alimentario (PRONAA) para distribuir trigo, aceite y harinas lácteas importadas. Sucesivos presidentes regalaron alimentos para que los pobladores trabajen gratis en obras que a ellos les sirvieron para ganar votos y aplausos. Fujimori creó el Programa Nacional de Asistencia Alimentaria (PRONAA), la caja hermética cuyas llaves estaban en poder del Ministerio de la Presidencia, es decir de él y sus hombres de confianza.
El PRONAA compra grandes cantidades de conservas de anchoveta (las clases altas comen lenguado y corvina), menestras, leche y arroz de tercera, que señoras humildes tienen que cocinar gratis en utensilios viejos y lugares sin agua suficiente, para los millones de hambrientos que produce el sistema neoliberal. Los proveedores tienen un mercado cautivo y engordan sus cuentas bancarias con dinero del Estado. Son los verdaderos beneficiarios del asistencialismo oficial.
Mientras tanto, se ha cerrado el Banco Agrario, se ha dejado morir de inanición a las cooperativas y empresas campesinas y se hace quebrar a los pequeños agricultores.
Paralelamente, los peruanos somos cada vez más adictos al pollo (noventa por ciento de componentes importados), el pan blanco, los fideos de trigo norteamericano y la comida chatarra, que producen obesidad y diabetes, los males de estos tiempos.
El modelo PRONAA atrae todo tipo de bichos, roedores y parásitos: aquellos que medran de los pedidos de provisión y los que compran adhesiones con comida. El sistema Keiko (Fujimori) de un kilo un voto es por definición corruptor y corrupto.
Los niños envenenados de Cajamarca han sido víctimas de ese sistema. Los políticos y el coro de las Chichis usan su muerte no para iniciar un debate de fondo sobre la soberanía alimentaria del Perú sino para desacreditar a una ministra.
¿Por qué las señoras tienen que cocinar gratis además de su duro trabajo de casa? ¿Por qué tienen que subsidiar al Estado con su trabajo y encima soportar los ataques de los consultores a quienes el Banco Mundial paga para descubrir “filtraciones”?
¿No sería más práctico que las familias campesinas produzcan alimentos en vez de recibirlos regalados? ¿Acaso no se puede reactivar las economías familiares en la ciudad y en el campo, potenciando sus actividades comerciales y productivas en vez de repartirles alimentos? ¿No estarían mejor los millones de soles del PRONAA en los hogares campesinos que en los bolsillos de los empresarios proveedores y sus caciques amigos?
El PRONAA es un dinosaurio que merece ir al museo y debe ser reemplazado por una alianza productiva entre el Estado y las familias de base, si de verdad se quiere hacer una “Gran Transformación”.
Publicado: Viernes 14 de octubre de 2011 -
40 Año 2011
Buenas Noches. Soy estudiante de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y estoy realizando una investigación sobre el «caso PRONAA». Más allá de mi trabajo de investigación, me interesa discutir este tema tan importante para el Perú, analizarlo, pero no sólo desde afuera sino desde dentro, en el sentido de responder a esta pregunta ¿qué podemos hacer para cambiar esta situación? Sin duda es una pregunta que implica una inmensidad de factores, pero soy de aquellos que cree firmemente que es mejor hacer de una vez algo, que esperar a que otros lo hagan. El «sistema peruano» íntegro y mal sano está a punto de perecer, más vale apresurarse. Por ello quisiera contactarme con el autor de este artículo para sopesar algunas ideas.
Muchas gracias.