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TLC: Hora de evaluar costos y beneficios

Viernes 08 de diciembre de 2011 - 48 Año 2011

Martin Khor

La crisis financiera de Europa no parece haber disminuido en intensidad, aunque los tecnócratas han tomado el control de altos puestos políticos en Grecia e Italia, los dos países que recientemente estuvieron en el epicentro de la crisis. En todo caso, parece haber empeorado, y hacia fines de noviembre el interés de los inversores en los bonos parecía debilitarse en Francia y Alemania.

Trascendió, además, que el temor a la crisis de liquidez podría propagarse a los países en desarrollo.

La situación mundial está llevando a los países en desarrollo a repensar varias de sus políticas económicas, relacionadas con la necesidad de regular los flujos de capital para prevenir un exceso de volatilidad que pueda causar estragos en sus mercados de capital y en su moneda, como también de estimular la demanda doméstica y las empresas nacionales para contrarrestar la caída de las exportaciones.

Así, se están introduciendo o reutilizando medidas que tradicionalmente se han aplicado para apoyar a la economía nacional y a las empresas nacionales, como subsidios, acceso al crédito a largo plazo, preferencia a los proveedores nacionales en las compras estatales y los proyectos de desarrollo, impuestos a las exportaciones -para garantizar el suministro de materia prima para el procesamiento y la manufactura nacional- e incluso aumento de aranceles para enlentecer la oleada de importaciones.

A la vez, se están renovando o fortaleciendo planes de desarrollo. Sudáfrica puso en marcha un plan nacional de desarrollo, Brasil presentó tres versiones de un plan productivo de desarrollo y China adoptó su último plan quinquenal.

Sin embargo, también hay una tendencia opuesta de algunos países en desarrollo que entablan negociaciones sobre nuevos tratados de libre comercio (TLC) con países industrializados, especialmente con Estados Unidos y la Unión Europea.

Estos TLC no sólo se refieren al comercio de mercancías, sino principalmente a servicios, flujos de capital, inversiones, compras estatales, estructuras y reglas económicas (política de competencia), trabajo y políticas ambientales.

Algunos ejemplos son el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, que comprende a Estados Unidos y otros ocho países, y algunos acuerdos entre la Unión Europea y países de África, el sudeste asiático e India.

Quizá el incentivo que empuja a los países a estas negociaciones es la posibilidad de tener mayor acceso a los mercados de Estados Unidos y Europa, y la expectativa de que los inversores estadounidenses y europeos estén más dispuestos a invertir en ellos.

Sin embargo, por otro lado los TLC reducen la capacidad de los países firmantes de adoptar una amplia gama de medidas políticas que tradicionalmente han utilizado para promover a las empresas nacionales y a la economía nacional, o para defender a los países contra los flujos especulativos de capital.

Esto genera una gran preocupación.

Los objetivos de impulsar la economía nacional y controlar los flujos de capital volátiles deberían tener prioridad en esta crisis mundial, pero los TLC impiden o dificultan este tipo de medidas políticas.

Las ganancias por exportación de mercancías son muy limitadas, porque ni Estados Unidos ni la Unión Europea desean incluir en su agenda la reducción de sus subsidios agrícolas, que son su principal distorsión comercial. Mientras, los países en desarrollo deben reducir sus aranceles a cero o a casi cero, exponiendo así a sus agricultores y empresas a la competencia de las importaciones más baratas.

Los afectados deben aceptar la disminución de sus ingresos o de su porción del mercado, o se ven obligados a cerrar.

El capítulo de servicios de los TLC obliga a los países en desarrollo a abrir una variedad de servicios a la competencia de sus socios.

En la Organización Mundial de Comercio, se les pide a los países que enumeren los sectores que se comprometen a liberalizar. En contraste, los TLC con Estados Unidos tienen un enfoque de “lista negativa”, es decir que se considera que todos los sectores están liberalizados salvo que se indique lo contrario explícitamente, a modo de excepciones. Por lo tanto, los servicios que todavía no existen -por ejemplo, Internet y ciertos tipos de servicios financieros no existían hasta hace algunas décadas- también están comprometidos.

El capítulo sobre inversiones tiene importantes consecuencias. Existe el compromiso de permitir el libre flujo de distintos tipos de capital, lo cual dificulta  los controles del capital entrante y saliente, además de afectar la capacidad de las autoridades de prevenir o manejar la volatilidad e inestabilidad financiera.

También obliga a los países a flexibilizar las leyes y normas nacionales que filtran la entrada de empresas extranjeras o fijan las condiciones para su establecimiento, como el tipo de empresa (subsidiaria, constituida en el país, empresa conjunta) y el grado de equidad que se les permite.

Dado que los requisitos de rendimiento están prohibidos, esto afecta la capacidad de establecer condiciones para las empresas extranjeras, relativas a la gestión -por ejemplo, la contratación de trabajadores locales- o a la transferencia de tecnología.

Es probable que se generen problemas a raíz de las formas extremas de liberalización, desregulación y apertura a los mercados mundiales de finanzas y mercancías, formas que se hicieron obligatorias en los modelos de TLC de Estados Unidos y la Unión Europea.

En el contexto de la actual crisis económica, cuando los países deben ser ágiles y explorar muchas opciones para formular estrategias futuras, es importante que conserven la libertad de aplicar diversas medidas políticas.

Por otro lado, un país que firma un TLC o un acuerdo estratégico de asociación económica espera gozar de beneficios más allá de la exportación de mercancías, dado que sus empresas también podrían invertir en el exterior con mayor grado de protección.

Por lo tanto, es importante hacer un análisis de costos y beneficios, no sólo en los aspectos comercial y económico, sino también en el social y el político, puesto que los TLC impactan en las estructuras socioeconómicas y en el entendimiento político subyacente en los países.

Los TLC tienen ramificaciones que van mucho más allá del comercio y la inversión.

Martin Khor, fundador de la Red del Tercer Mundo, es director ejecutivo de South Centre, una organización de países en desarrollo con sede en Ginebra.


Publicado: Viernes 08 de diciembre de 2011 - 48 Año 2011

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