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El Occidente que no conocemos

Viernes 09 de febrero de 2012 - 52 Año 2012

Héctor Béjar

Si lo someto  a un test de asociación de ideas y le digo la palabra Europa, evocará usted de inmediato la Torre Eiffel, el Palacio de Buckingham, les Champs Elysées, orden, limpieza, riqueza.

Los países del occidente capitalista se las han ingeniado en darnos la imagen de la libertad y la abundancia para ser nuestros modelos. ¿Entonces de qué se quejan cuando nuestros pobres son atraídos por sus ciudades como las mariposas por la luz?

La verdad es diferente. Hay una Europa escondida que los europeos ignoran o no quieren ver. Existe pobreza, corrupción, desigualdad y sistemas represivos que mantienen la disciplina y el orden por el castigo. Y ahora hay despilfarro en el lado de los ricos, hambre en el de los pobres.

Después de la guerra mundial el Abate Pierre y el padre Joseph Wrezinski denunciaron la pobreza oculta: niños que viven en los basurales, gente sin casa, desocupados, vagabundos. No estamos hablando de migrantes sino de europeos.

Ese fenómeno que el capitalismo no pudo eliminar a pesar del Estado del Bienestar no es una pobreza masiva como la peruana o latinoamericana. Minoritaria, ahora se ha incrementado con la migración y el enfrentamiento de la vieja cultura europea con las del resto del mundo.

Treinta mil personas no tienen techo y viven en la calle en España mientras en el mismo país hay seiscientos mil departamentos vacíos (INE España, 2003). Miles de personas en Francia viven con ingresos que están debajo del mínimo. No pueden, como en el Perú, salir a la calle y ganarse la vida de cualquier manera porque son impedidos por la policía. Los pobres tienen una esperanza de vida cifrada en diez años menos que los ricos en Francia.

Hasta cuando vivió, Wrezinski se dedicó, entre otras muchas actividades, a recopilar esas historias que forman parte de un gran archivo mantenido por su organización ATD Cuarto Mundo en una aldea cerca de París. Allí está registrada la vida de gente que viviendo cerca de la capital no conoce su ciudad. Muchas personas son ignoradas porque no tienen nacimiento registrado ni identificación.

Estos miles son señalados como casos sociales de alcoholismo, vagabundaje o drogadicción, amenazas a la sociedad. La represión funciona contra la reproducción de esta pobreza, arrebatando los niños a sus padres o madres cuando éstos son pobres o tienen conducta dudosa. Si en la escuela, en la calle o en cualquier otro lugar se descubre a un niño o niña en situación de riesgo según la opinión del Estado, se pone en acción una maquinaria de asistentes sociales y jueces que los arrebatan a sus familias y los encomiendan a hogares sustitutos voluntarios que reciben subsidios  por adoptarlos. Por eso es que, a diferencia de América Latina y África, no vemos niños vagabundos en las calles. Están en asilos, establecimientos correccionales o en hogares sustitutos.

Sus expedientes no son conocidos ni por las familias originales ni por los niños cuando crecen. En algunos casos, se les permite visitar a sus hogares originales sólo por pocos días. Conforme van creciendo no saben si pertenecen a la familia original o a la sustituta. Es frecuente que se niegue a quienes crecen en esas condiciones el conocimiento de su origen.

La organización de Wrezinski ha creado lugares especiales donde esos niños pueden reencontrarse con sus familias originales y pasar unos días juntos. Pero después deberán retornar abandonando a sus padres, madres o hermanos.

El sistema existe en Francia, la cuna de la libertad, en la rica Suiza y en Suecia, el paradigma del bienestar. Y claro, también en los Estados Unidos que arrebata sus niños a las familias negras o portorriqueñas.

¿Tenemos que elegir entre sociedades abundantes pero desiguales y represivas como en Europa, o caóticas y corruptas como en América Latina? Tiene que haber alguna alternativa, pero hacer algo en ese sentido es superar la alienación que padecemos. Construir una sociedad distinta es posible todavía si nos decidimos a hacerlo.


Publicado: Viernes 09 de febrero de 2012 - 52 Año 2012

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