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Comercio: de la tragedia a la farsa

Viernes 17 de febrero de 2012 - 53 Año 2012

Chakravarthi Raghavan*

Las estancadas negociaciones comerciales de la Ronda de Doha han llegado a un punto en que no pueden ser reanimadas ni tampoco enterradas.

Los principales países desarrollados han incumplido todos los compromisos de eliminación de los subsidios y protecciones a su sector agrícola que asumieron en 1994 en Marrakech. Al depositar su confianza en los compromisos solemnes de las principales economías desarrolladas y creer que serían puestos en práctica de buena fe -un principio básico del derecho internacional público-, los países en desarrollo pagaron un alto precio por adelantado y aceptaron diversas disciplinas en su propio comercio de bienes y servicios, y en los acuerdos sobre propiedad intelectual.

En retrospectiva, está claro que las grandes potencias comerciales no tenían ninguna intención de llevar a cabo sus propias obligaciones cuando firmaron en Marrakech el fin de la Ronda Uruguay del GATT y la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

El mandato de eliminar los subsidios agrícolas fue promocionado durante un tiempo como un elemento crucial en la “agenda del desarrollo”, pero poco después del lanzamiento de las negociaciones de Doha en 2001, Pascal Lamy, actual director general de la OMC y entonces comisario europeo de Comercio, viajó a India para dejar claro que Europa no podía poner fin a los subsidios agrícolas, ya que los necesita para mantener a sus agricultores en el campo.

El mandato fue puesto patas arriba en los diversos esfuerzos dirigidos por Lamy para concluir la Ronda de Doha y ahora es presentado como negociaciones para que las principales economías emergentes (China, India, Indonesia, Sudáfrica, etc.) proporcionen a Estados Unidos acceso a sus mercados de bienes y servicios, incluidos los financieros.

Con Doha en un callejón sin salida, algunos sostienen que negociaciones comerciales que involucran a todos los países ya no son manejables y, por lo tanto, debe haber acuerdos plurilaterales entre pocos y que si los principales países en desarrollo no proporcionan acceso a sus mercados de servicios a Estados Unidos y la Unión Europea, los principales países desarrollados (Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, Japón, Suiza, Australia, etc.) entrarán en un acuerdo de libre comercio de servicios entre sí.

Pero como estos países ya han liberalizado sustancialmente el comercio de servicios, no hay ningún beneficio adicional para ellos en tal acuerdo plurilateral, a menos que puedan convencer e intimidar a los principales países en desarrollo y hacer que se unan, y además olviden el capítulo agrícola de las negociaciones de Doha. Tal amenaza puede impresionar a algunos medios de comunicación, pero no a los negociadores comerciales de los países en desarrollo.

Ahora que incluso antiguos entusiastas de la Ronda de Doha están considerando si liquidarla definitivamente como un fracaso o congelarla y emprender nuevas agendas, Lamy ha lanzado su idea de convocar un panel de múltiples partes interesadas.

Es un intento de repetir la historia del viejo GATT, cuando en 1985 el entonces director general Arthur Dunkel estableció un panel, presidido por Fritz Leutweiler, del Banco Nacional Suizo, para defender la idea de comenzar negociaciones sobre servicios y liquidar el concepto clave de “trato especial y diferenciado” para los países en desarrollo. El panel argumentó que lejos de recibir tal tratamiento favorable, en realidad los países pobres estaban siendo objeto de medidas discriminatorias en su contra. Así, ¡el incumplimiento de sus obligaciones por parte de los países industrializados fue usado para recomendar la abolición de estos compromisos!

El informe Leutweiler fue recibido con frialdad, por lo que en vez de presentarlo al Consejo del GATT, Dunkel lo hizo circular en la reunión anual del FMI y el Banco Mundial, donde había negociado el apoyo. Sin embargo, cuando se levantó para hablar en la reunión, el ministro de Finanzas indio, V. P. Singh, le preguntó si el informe Leutweiler era un informe del GATT, y Dunkel tuvo que admitir que no lo era. Acto seguido Singh le preguntó cómo, en tal caso, se había emitido y luego distribuido el informe con el logo del GATT, lo cual podía inducir a error a los ministros de Finanzas.

Dunkel se disculpó, pero al final de los debates, se presentó al comité de desarrollo un borrador de comunicado con un párrafo que elogiaba el informe y sus recomendaciones. India, Brasil y Argentina se opusieron y aunque eran una pequeña minoría en el sistema de votos ponderados del FMI y el Banco Mundial, el compromiso final omitió el respaldo para el informe Leutweiler o sus recomendaciones, pero de todas maneras convocó a “la liberalización del comercio”.

Tal vez Lamy tiene la esperanza de repetir, pero con éxito, el precedente de Dunkel y llevar el informe de su panel a la próxima cumbre del G-20 en México para luego regresar a Ginebra con respaldo externo y evitar así la “vergüenza” de la Ronda de Doha que, como comisario europeo, con la ayuda del entonces Representante Comercial de Estados Unidos y actual presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, obligó a los países en desarrollo a iniciar.

Pero si Lamy está empeñado en repetir la historia, debería recordar lo que Karl Marx escribió en El 18 Brumario de Luis Bonaparte: Si bien los grandes acontecimientos y personalidades en la historia del mundo vuelven a aparecer, “la primera vez es como tragedia, la segunda como farsa”.

* Chakravarthi Raghavan es editor emérito de South-North Development Monitor (SUNS).


Publicado: Viernes 17 de febrero de 2012 - 53 Año 2012

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