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Túnez, la primavera secuestrada

Viernes 24 de febrero de 2012 - 54 Año 2012

Héctor Béjar

Estuve en Túnez varias veces como parte de un grupo que ayudaba al humanista holandés Sjef Theunis a organizar una Universidad global. Theunis era un admirador de la cultura árabe y creía que Túnez era el lugar ideal para empezar su proyecto: población pacífica y ordenamiento urbano francés; capital de solo dos millones de habitantes; la  Medina, ciudad árabe medieval, intacta; playas mediterráneas llenas de alemanes, franceses e italianos.

Aunque en los lugares públicos de reunión, irrespirables por el humo de las pipas de tabaco y agua, no podían entrar las mujeres, éstas disfrutaban de cierta libertad austera, concurrían a escuelas y universidades, no usaban velo y podían circular solas por las calles antes que caiga la noche. Alcohol y drogas estrictamente prohibidos, trabajo sexual regulado. Era un país amistoso, benévolo.

El régimen de Habib Bourguiba, instalado en 1956 con la independencia, prohibió el matrimonio de niñas, la compra de mujeres, la poligamia, autorizó el aborto como parte de la planificación familiar e introdujo la institución del matrimonio como un contrato de igualdad entre mujeres y hombres. La esperanza de vida sobrepasó los setenta y cuatro años, la pobreza fue reducida al cuatro por ciento. La tercera parte de los jóvenes entraban a la universidad donde las mujeres eran el sesenta por ciento. La educación y la salud eran de libre acceso a toda la población. El velo estaba prohibido en los edificios públicos porque simbolizaba la opresión de la mujer.

En 1987, un golpe de Estado promovido por la CIA destituyó al ya anciano Bourguiba. Su sucesor, el general Zine El Abidine Ben Alí, formado en la Senior Intelligence School de Fort Holabird de los Estados Unidos, privatizó todo lo que pudo beneficiando a su propia familia y a la de su esposa, la ex peluquera Leila Trabelsi, con las coimas que le pagaban las empresas occidentales. Condenó el “excesivo laicismo” de Bourguiba. En Mujeres del Magreb (Editorial Horas y Horas, Madrid, 1994), Sophie Bessis señala que Túnez volvió a ser una sociedad islámica de hombres en la que incluso los comunistas se autodefinen como musulmanes progresistas.

Producida la crisis mundial de 2008, el crecimiento económico cesó, los precios de los alimentos aumentaron y el régimen entró en contradicción con expectativas de jóvenes educados que ya no podía satisfacer. Desgastado por veintitrés años de dictadura, corrupto –aunque no más que Sarkozy, no más que Berlusconi-, Ben Alí no tenía nada que ofrecer a los jóvenes.

Ben Alí y Leila, con sus millones robados, son protegidos ahora por Arabia Saudita, tal como Duvalier o Bokassa fueron asilados en su oportunidad por Francia. Los himnos de la prensa occidental a la supuesta primavera árabe se han apagado. Nadie habla ya de Túnez.

¿Qué ha pasado? El libro de John Bradley After the Arab Spring (Después de la primavera árabe, Macmillan, Nueva York, 2012) expresa la nueva realidad. En medio de la indiferencia del común, los islamistas extremos son una mayoría dentro de la minoría, pero son bulliciosos, agresivos, infunden terror y dominan. La elite se mantiene en el poder, es decir, no ha habido revolución. Si antes se podía transitar libremente por las calles de Túnez ahora están llenas de soldados que disparan al aire o al cuerpo al menor disturbio. O de bandas que cargan libros del Corán bajo sus metralletas. Si antes no había mendigos, ahora los pordioseros pueblan las calles. Pocos se aventuran a caminar en la oscuridad ocupada por vendedores de droga, borrachos, ladrones y asesinos que fugaron de las cárceles. Las trabajadoras sexuales son ahora esclavas de capos y mafiosos. Los suburbios son tierra de nadie. Los taxistas se recogen apenas cae el sol. Entre los intelectuales y la clase media hay terror a criticar u oponerse al extremismo islámico. Se ha pedido a la minoría cristiana dejar el país y ha empezado una campaña antisemita prendiendo fuego a la sinagoga de la región de Gabes.

Ahora el extremismo manda en Túnez, como en Libia, Afganistán y Egipto. Como afirma Bradley, han secuestrado las revueltas del Medio Oriente. El fundamentalismo neoliberal norteamericano y el extremismo islámico se han dado la mano una vez más.


Publicado: Viernes 24 de febrero de 2012 - 54 Año 2012

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