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¿Cuánto mide su futuro?

Viernes 15 de junio de 2012 - 70 Año 2012

Roberto Bissio

En la mañana del próximo 20 de junio, mientras la presidenta brasileña Dilma Rousseff inaugure formalmente en Rio de Janeiro la conferencia cumbre sobre desarrollo sustentable, algunos de sus invitados más ilustres se escaparán de la gran sala plenaria para debatir en ámbitos más reducidos cómo medir los avances hacia lo que el borrador de declaración final denomina “El futuro que queremos”.

En la sala T4 del RioCentro, el príncipe Carlos, heredero de la corona británica, y su vicepremier, Nick Clegg, convocan a una sesión sobre “cómo medir lo que importa”, o sea, “un marco global coherente que integre los indicadores de performance del desarrollo sustentable global, la medición nacional del producto bruto y cómo mejorar los informes de las empresas”.

Apenas termine este debate, los interesados en tomar medidas correrán a la Sala P3-6, donde la ex premier de Nueva Zelandia y actual administradora del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Helen Clark, el presidente de Indonesia, Susilo Bambang Yudhoyono, y la primera ministra de Dinamarca, Helle Thorning-Schmidt, discutirán con Khalid Malik, director del Informe de Desarrollo Humano y el autor de esta nota sobre “Más allá del PIB: midiendo el futuro que queremos”.

Estas discusiones están, justo es recordarlo, veinte años atrasadas. Ya en 1992, la cumbre que en Río aprobó el concepto de desarrollo sustentable había reconocido que “los indicadores comúnmente utilizados, como el producto nacional bruto, no dan indicaciones precisas de sostenibilidad” y, por lo tanto, “es necesario desarrollar indicadores de desarrollo sostenible para proporcionar bases sólidas para la toma de decisiones a todos los niveles”.

El PIB, un número que suma el valor de todas las transacciones económicas en un país en un cierto periodo dado, es utilizado por el Banco Mundial como sinónimo de desarrollo. El crecimiento del PIB obsesiona a los economistas y es el principal indicador de la gestión de los gobernantes.

Sin embargo, detrás de lo que parece ser una base científica y de sentido común, la definición del PIB está sesgada por una serie de decisiones arbitrarias sobre qué debe medirse o no. Daniel Kuznets, uno de los economistas que diseñó las cuentas nacionales, comentó que “para los no íntimamente familiarizados con este tipo de trabajo es difícil darse cuenta del grado en que las estimaciones del ingreso nacional son afectadas por juicios de valor implícitos o explícitos”. Por ejemplo, el PIB incluye el valor de la comida que un campesino cultiva para sí mismo, aunque no la pague, o lo que uno pagaría por la vivienda que ocupa, si no fuera propia. Pero, como señaló la economista feminista Marilyn Waring, el PIB no incluye los servicios prestados gratis por las personas a los miembros de sus familias, como la crianza de los hijos, la preparación de comidas, la limpieza, el apoyo emocional y el cuidado de los ancianos, incluso cuando los valores de mercado de servicios similares pueden ser fácilmente encontrados.

El PIB no da una imagen completa de una economía. No muestra las desigualdades y no tiene en cuenta la creación o destrucción de los activos, incluyendo la infraestructura económica, la biodiversidad y los ecosistemas, la cultura y el capital humano. “Debido a que el PIB sólo cuenta las transacciones monetarias del mercado, engaña y conduce a error”, explicó Jigme Thinley, primer ministro de Bután, al anunciar el nuevo Sistema de Cuentas Nacionales en este reino del Himalaya en febrero de 2012. “Si fuéramos a talar todos los bosques en Bután, el PIB florecería, ya que el PIB sólo cuenta el valor de la madera una vez que se corta y se vende en el mercado, pero ignora por completo el valor de nuestros bosques”.

Desde 1990, las Naciones Unidas calculan el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que combina el ingreso con indicadores de salud y educación. Al mostrar cómo con el mismo PIB per cápita se pueden lograr resultados muy distintos en bienestar de la gente, el IDH permite defender la importancia de las políticas sociales.

Sin embargo, los temas ambientales están ausentes del IDH y como el ambiente es el “tercer pilar” del desarrollo sustentable, junto con lo social y lo económico, Khalid Malik seguramente promoverá en Rio su propuesta de un índice que integre las tres dimensiones y las combine en un sólo número. La metodología para lograrlo no ha sido revelada aún, pero existen ya varios intentos por definir la calidad del ambiente en que la gente vive con indicadores que van desde las mediciones de contaminación del aire hasta el acceso a agua potable a una distancia de menos de tres kilómetros de la vivienda.

La cosa se complica si queremos incluir en la medida al “cuarto pilar” que para algunos son los factores culturales -desde el acceso a la información a la posibilidad de ser educado en la lengua materna- y para otros, la gobernanza y los derechos humanos, pero muchos investigadores están abocados a diseñar indicadores en este terreno basados en el principio gerencial de que “lo que no se puede medir no se puede manejar”.

La idea de una única medida para el desarrollo sustentable es atractiva y sus defensores argumentan que sin un número único alternativo no será posible desplazar al PIB de su pedestal. Sin embargo, la Comisión para la Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social, encabezada por los premios Nobel Joseph Stiglitz y Amartya Sen, junto al economista francés Jean-Paul Fitoussi, defiende con vigor la idea opuesta: “La sustentabilidad es un concepto complementario al de bienestar o el rendimiento económico y debe ser examinada por separado”.

Según Stiglitz-Sen-Fitoussi sustentabilidad y bienestar son dos conceptos distintos, y lo ejemplifican con el tablero de un automóvil, que proporciona al conductor indicadores independientes de velocidad y combustible restante. Uno informa sobre el tiempo necesario para alcanzar un destino, el otro se refiere a un recurso necesario que se está consumiendo y puede llegar a un límite antes de que el destino se alcance. Mezclar ambos en un solo número, argumentan, sólo crearía confusión.

La sustentabilidad de cualquier actividad depende de no agotar -o poder renovar- un cierto recurso. Si pescamos más de un cierto límite, los peces serán diezmados. Las emisiones de carbón a la atmósfera como resultado de la quema de combustibles fósiles acumulan gases que producen el cambio climático y, por lo tanto, agotan el “espacio atmosférico”.

La ciencia ha identificado nueve “límites planetarios” (ver recuadro) y siete de ellos han sido cuantificados. Tres ya han sido ultrapasados: cambio climático, ciclo del nitrógeno derivado del abuso de fertilizantes y pérdida de biodiversidad. Con estos datos, la contribución de cada país o actor económico (productor o consumidor) a la insustentabilidad global puede calcularse, ya sea en valor absoluto o por habitante, y si se puede cuantificar el costo de reparar los sistemas, teóricamente el principio de que quien contamina paga obligaría a reconocer una “deuda ecológica”.

“Cómo medir lo que importa” es un debate abierto que continuará después de la Cumbre. Pero si algo dejarán claro los debates paralelos es que lo que medimos importa. Y mucho.

RECUADRO

Los límites planetarios

En 2009 un equipo científico liderado por Johan Rockström identificó nueve “límites planetarios” que afectarán el conjunto de la civilizacion humana si son ultrapasados:

  1. el cambio climático
  2. la acidificación de los océanos
  3. la acumulación de ozono estratosférico
  4. el fósforo global y los ciclos del nitrógeno
  5. el uso de agua dulce
  6. el cambio de uso de la tierra
  7. la pérdida de biodiversidad
  8. la carga de aerosoles en la atmósfera, y
  9. la contaminación química.

La ciencia ha logrado cuantificar los límites reales para todos, menos los dos últimos.

El estudio concluye que «La humanidad ya ha transgredido al menos tres límites planetarios”: La frontera del clima, bien conocida y documentada, fue trasgredida en la década de 1980, “la aceleración de la actividad humana desde 1950, en particular el crecimiento del uso de fertilizantes en la agricultura moderna, dio lugar a la transgresión de los límites en el ciclo global del nitrógeno”. Los datos agregados para el límite de la biodiversidad no están disponibles, pero […] el mundo no puede sostener el ritmo actual de pérdida de especies sin que se produzcan colapsos funcionales. […] Las estimaciones indican que la humanidad se está acercando, por otra parte a un ritmo rápido, a los límites para el uso de agua dulce y el cambio de usos del suelo. El límite de la acidificación de los océanos está en riesgo”…


Publicado: Viernes 15 de junio de 2012 - 70 Año 2012

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