Más crecemos, más nos vamos
Viernes 27 de julio de 2012 - 76 Año 2012
Lucía Alvites
Una de las grandes paradojas de nuestro modelo económico se refleja en la migración: mientras más crecemos, más nos vamos del país.
Este proceso comienza cuando el Perú se consolidó como un país emisor de migrantes, a consecuencia de un contexto de crisis económica y de un conflicto armado interno que golpeaba fundamentalmente a las provincias y a los sectores urbanos más vulnerables de la capital. Con esta situación, la migración se convirtió en una de las principales alternativas para las peruanas y peruanos que no encontraban ni la prosperidad ni la calidad y seguridad de vida deseadas en el territorio nacional.
A principios del nuevo siglo esta situación empieza a revertirse: el conflicto armado interno termina y la economía comienza a crecer sostenidamente. Según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), desde el 2004 el Perú crece 6,4 por ciento en promedio. Para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), nos encontramos entre los cinco países en la región con mayor dinamismo económico.
Estos datos alentadores nos llevarían a pensar que el flujo de la emigración peruana ha descendido. Pues todo lo contrario: si en 1999 migraron 45,428 compatriotas, en 2005 lo hicieron 165,877, en 2007 225,459; en 2008 251,102 y el año pasado alcanzaron los 272,000.
Sin ninguna duda, la desigualdad y la injusta distribución del crecimiento económico tienen que ver con esta persistente y creciente emigración. Un caso concreto es el de las mujeres, que representan el 50,4 por ciento de la emigración peruana, para quienes está reservado en el exterior un nicho laboral que contempla principalmente el trabajo doméstico o el cuidado de niños/as, adultos mayores o enfermos. Mujeres que afuera ganan un sueldo mucho mayor que si lo hicieran en el Perú. Según la Encuesta de Hogares Especializada en Niveles de Empleo (ENIVE), una trabajadora del hogar en nuestro país percibe unos 780 soles al mes, laborando un promedio de ochenta y cuatro horas a la semana. En España, una trabajadora del hogar peruana gana un promedio de 2,095 soles (790 dólares), en Italia, 2,640 (990 dólares) y en Estados Unidos, 3,900 soles (1,470 dólares), y en todos los casos, trabajando menos de cuarenta horas semanales. Sin ir tan lejos, en Chile una trabajadora del hogar gana 1,590 soles (600 dólares), y sin la lejanía, la crisis económica y las leyes antiinmigratorias de los países mencionados antes.
De esta manera podemos explicarnos por qué en los primeros cuatro meses de este año han salido 130,000 compatriotas más que los que ingresaron y que Chile sea el principal destino de los migrantes con 49.4 por ciento. El 48.6 por ciento son mujeres y el 70.4 por ciento tiene entre 20 y 49 años.
Cifras oficiales de los organismos del Estado nos recuerdan que hoy estamos en plena curva ascendente de expulsión, retratando una realidad que poco o nada tiene que ver con los discursos de éxito nacional tan promocionados; mientras vemos que miles de connacionales -más que nunca antes- deben dejar la familia, los amigos, renunciar a vivir en su país en búsqueda de mejores opciones de vida que el tan aplaudido crecimiento económico sostenido del Perú les niega.
Ya son más de tres millones de connacionales viviendo en el exterior. A pesar de la crisis internacional que golpea los países donde más se concentran, enviaron en 2011 más remesas que cualquier otro año antes: 2,696 millones de dólares, de los cuales fueron casi 500 millones en IGV directamente al Estado. A cambio de eso, el Estado peruano mantiene un Fondo de Ayuda Humanitario de 300.000 soles al año, menos de un sol al año por emigrado/a.
Más allá de las cifras, un real proyecto de inclusión social en el Perú deberá modificar de manera drástica la desigualdad estructural en el reparto del crecimiento y una política de empleo decente. Entre tanto, resulta urgente que el Estado asuma sus responsabilidades con nuestros compatriotas en el exterior; y eso significa presupuesto, institucionalidad, legislación y representación adecuados y justos.
El Poder Ejecutivo y el Congreso tienen la palabra.
* Socióloga, asesora del parlamentario andino peruano Alberto Adrianzén.
Publicado: Viernes 27 de julio de 2012 -
76 Año 2012
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