América Latina – “La integración no es un lujo, sino una necesidad”
Viernes 07 de setiembre de 2012 - 82 Año 2012
Mario Osava
Ante la tendencia actual de apostar a la expansión de la minería en detrimento de un mayor desarrollo industrial, basar la economía en materias primas «no es sustentable a largo plazo», alertó el economista boliviano Enrique García, presidente de la Corporación Andina de Fomento (CAF), la principal fuente de financiamiento multilateral de la región.
El desarrollo regional necesita una “transformación productiva”, con inclusión social, educación, innovación tecnológica y diversificación, además de la total atención a las cuestiones ambientales, destacó el presidente ejecutivo de la CAF, en entrevista con IPS. La infraestructura de integración, cuya construcción cuenta con creciente financiamiento de la institución multilateral que el economista boliviano dirige desde 1991, es clave para ese proceso.
La CAF conserva las siglas de su nombre original, Corporación Andina de Fomento, pero se identifica como Banco de Desarrollo de América Latina desde su informe anual de 2010, cuando ya contaba entre sus miembros con dieciséis países de la región, más España y Portugal. Los sectores de transporte, almacenamiento y comunicaciones constituyen el rubro más financiado por la institución financiera, con 5,325 millones de dólares en 2011, el segundo, con 5,018 millones, comprende a los sectores de energía eléctrica, gas y agua, en tanto minería se limitó a cincuenta millones de dólares.
¿Qué cambios refleja el nuevo nombre de la institución?
La CAF nació subregional, limitada a la Comunidad Andina de Naciones (hoy conformada por Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú), pero en los últimos veinte años amplió su dimensión alcanzando a dieciocho países miembros y convirtiéndose en el banco de desarrollo de América Latina para América Latina. Es hoy la principal fuente de financiamiento multilateral de la región, con una cartera de más de 10,000 millones de dólares al año. Su visión es de una agenda integral de desarrollo, atendiendo a países de distintos modelos y relaciones Estado-sector privado, buscando un crecimiento elevado, sostenido y de buena calidad. Es decir, eficiente económicamente e inclusivo, cuyos resultados lleguen a la gente. Además, con respeto a la diversidad cultural y al medio ambiente.
¿Por qué la prioridad se pone en la infraestructura de integración?
Nuestro éxito está vinculado con la infraestructura, que es un factor fundamental para una economía más productiva y para la inclusión social. Fue clave para atraer a la CAF a países no andinos, como Brasil. Cuando Fernando Henrique Cardoso era presidente de Brasil (1995-2003) manifestó interés en que (la CAF) financiara proyectos de integración, como la interconexión vial entre su país y Venezuela y un gasoducto desde Bolivia. Con altura le contesté que la CAF no podría, pero debería hacerlo. Recientemente y luego de una modificación en sus estatutos, se permitió a la entidad incorporar como miembros plenos a Brasil, Argentina, Panamá, Paraguay y Uruguay. Así, en los últimos años se pudieron financiar cerca de sesenta proyectos de infraestructura para la integración regional, como carreteras, puertos, gasoductos e interconexiones eléctricas.
Pero muchos de esos proyectos afrontan resistencias de indígenas y de otras poblaciones afectadas, además de trabas ambientales y judiciales que provocan atrasos.
Los grandes proyectos hay que manejarlos con cuidado, con estudios integrales y análisis técnicos tempranos, ya en la fase de prefactibilidad, pues no se puede esperar que los ingenieros definan tecnologías para después hacer los estudios de impacto ambiental y social. Así solo se mitigan impactos, no se los resuelve.
La CAF tiene fondos no reembolsables para complejos estudios preliminares. Hoy es importante preparar todo de partida. Atrasos ocurren en general, pero en muchos de nuestros países aún la decisión es solo técnica, dejada en manos de ingenieros y de los ministerios, sin tener en cuenta los elementos sociales y ambientales. En obras como carreteras y complejos hidroeléctricos, por ejemplo, una opción más barata puede resultar más cara, por deforestación y otros impactos, que la alternativa más cara puede resolver mejor. La comunicación con las comunidades, informando sobre costos y beneficios de una realidad que no será como antes, también es necesaria. Hay grupos territoriales que por mala información reaccionan negativamente.
La minería casi no aparece en la cartera de préstamos de la CAF, pues solo se le destinó el año pasado 0,33 por ciento del total, pero es una actividad en fuerte expansión en América del Sur. ¿Cómo encara ese crecimiento del sector que genera tantos conflictos y exige una infraestructura propia?
América Latina es rica en recursos naturales y tiene que estudiar cómo explotarlos con sustentabilidad. Pero necesita también promover una transformación productiva, no depender tanto de materias primas, que no aseguran una economía sustentable a largo plazo. El alza de los precios de los commodities generó una bonanza económica en la región, pero también un retroceso en la transformación productiva. La agenda de largo plazo requiere darle prioridad a la educación, a la tecnología, a la innovación y una mejor conectividad para diversificar su producción, el mayor desafío. Finlandia es un ejemplo de país que a partir de una base de recursos naturales desarrolló tecnologías avanzadas, con empresas como Nokia. A veces se exagera en las críticas, por eso se exige un gran esfuerzo para mostrar los beneficios de la actividad minera con principios ambientales y sociales, transparencia en las decisiones.
¿Y la integración, qué papel juega en todo eso?
Si América Latina quiere ser un actor global importante, su integración es una necesidad, no un lujo. Ni siquiera Brasil, con la fuerza que tiene, puede pesar internacionalmente sin fortalecer un rol conjunto de la región. Más allá de una salida al océano Pacífico, a la economía brasileña le resulta fundamental integrar los mercados regionales para una transformación productiva. Es lamentable, por ejemplo, que el comercio intrarregional represente solo quince por ciento del total en América del Sur, mientras supera sesenta por ciento en la Unión Europea.
¿Pero las reacciones que acusan a Brasil de “subimperialista”, por la expansión de sus empresas transnacionales en países vecinos, no dificulta esa integración?
Las críticas no son justas. Los países latinoamericanos necesitan muchas inversiones y ese mercado abre oportunidades a grandes empresas de nivel internacional. Es parte del proceso. Ojalá surjan otras firmas con esa capacidad.
¿Cómo se explica la escasa participación de las hidrovías en esa integración física?
Soy creyente del sistema de los ríos. La CAF publicó hace catorce años el libro Ríos que nos unen: Integración fluvial suramericana, mostrando cómo el centro del continente puede integrarse por los ríos. Próximamente, además, publicará Ríos de integración: el camino fluvial de América Latina. No le dimos el peso merecido a ese recurso de enorme capacidad. Hay que revisarlo, pensar los ríos en su dimensión real, mirar el ejemplo de Europa en el intenso uso de esa vía de transporte.
Publicado: Viernes 07 de setiembre de 2012 -
82 Año 2012
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