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Apple y Amazon contra la propiedad privada

Viernes 26 de octubre de 2012 - 89 Año 2012

Simone Santini

La revolución de la era digital ha afectado también a los supuestamente intocables dogmas en los que se basa el sistema de librecambio. Los clientes de las tiendas iTunes o Amazon que se han tomado la molestia de leer la letra pequeña de su contrato se habrán sin duda llevado un disgusto: no podrán dejar en herencia a sus hijos la música y los libros que han comprado. Tras su muerte, la propiedad volverá a la empresa que se los vendió.

Puede parecer una pequeña anécdota, una curiosidad de la era informática, pero es algo más serio. Se trata de un intento de cambiar el concepto de propiedad privada y los derechos que la compra de bienes -culturales, en este caso- otorga al comprador.

La propiedad privada es un concepto complejo y, en gran medida, culturalmente determinado. Sin ir más lejos, el derecho de una persona de dejar sus bienes en herencia a quién quiera es, para los estadounidenses, un elemento formativo de la propiedad, y consideran la legislación latina-francesa -que obliga a dejar una parte de bienes, la legítima, a los herederos directos- poco menos que una agresión comunista al sagrado derecho de propiedad.

La nueva forma de propiedad, establecida por Apple y Amazon, borra de un golpe este derecho adquirido: un estadounidense podrá dejar su casa al perro, pero no podrá dejar ni sus libros electrónicos ni su música a nadie.

No se trata del primer intento de reducir los derechos de propiedad en ámbito informático, ni siquiera del más clamoroso. Antes de 2003, quien compraba un libro electrónico editado por Adobe no tenía ni siquiera el derecho de leerlo en voz alta. Fue sólo tras las presiones de la asociación americana de ciegos que Adobe eliminó esta restricción de sus contratos. (Quedaron la prohibición de copiarlo o incluso de prestarlo.)

Ideas como la de Adobe son tan burdas y evidentes que han generado una fuerte reacción y han desaparecido, pero muchas limitaciones, más sutiles, a los derechos de propiedad ya se han aceptado o, previsiblemente, se aceptarán. Pensemos, por ejemplo, en el derecho de Apple de borrar de un iPhone todos los programas no comprados en sus tiendas, sin avisar ni pedir la autorización del propietario del teléfono.

Estas limitaciones nos llevan a cuestionar el significado de la propiedad en la era digital, sobre todo en lo que se refiere a bienes culturales como libros, canciones o programas. Los productos culturales tradicionales están sujetos a la “doctrina de la primera venta” que, esencialmente, establece que cuando compramos un bien protegido con copyright como un libro o un CD, podemos revenderlo, regalarlo o hacer copias personales sin pedir permiso al detentor del copyright. En el mundo digital las cosas son más complicadas, ya que el contenido cultural no está vinculado a un soporte físico, y las empresas están intentando aprovechar esta diferencia para eliminar derechos, transformando la propiedad en una especie de arrendamiento firmemente controlado por el arrendador.

Puede parecer extraño que el capitalismo, sistema basado en la propiedad privada, intente destruir su propio fundamento pero, si observamos la relación histórica entre capitalismo y propiedad privada, se trata de una evolución bastante natural. El capitalismo, cabe recordarlo, no defiende la propiedad privada generalizada. Es normal, por ejemplo, en las economías capitalistas, que la propiedad de los medios de producción sea concentrada en pocas manos y que, a pesar de sus presupuestos teóricos, la gran mayoría de los ciudadanos no posea medios de producción. Los derechos de propiedad y ciertas defensas de la propiedad difundida -como la doctrina de la primera venta- derivaron de un compromiso, que remonta al siglo XVIII, entre las necesidades del capitalismo emergente y los principios democráticos de la burguesía ilustrada. Partes de este compromiso forman la base de doctrinas como el fair use [uso justo], que permite, en Estados Unidos, la fotocopia sin permiso de material protegido a fines de educación o investigación.

Desde el final de la segunda guerra mundial, y máxime desde el final de la guerra fría, las empresas transnacionales han empezado a desvincularse de los Estados. Ya no necesitan la protección del poder político y huyen de las limitaciones que éste les imponía. El mundo de Internet proporciona a estas empresas un territorio nuevo y sin reglas, un far west donde pueden experimentar e imponer su ley sin los compromisos que el capitalismo original contrajo con el pensamiento ilustrado y el bien común.

Es inevitable que en el mundo de Internet conceptos fundamentales como la propiedad sean revisitados y reinventados. Está por ver si esto se hará hacia una concentración de poder, como quieren las empresas, o en un sentido cooperativo, como se intenta hacer en los movimientos populares: open source, creative commons, copyleft… La redefinición de la propiedad puede ser una ocasión de redistribución de poder y cultura o de su concentración en pocas manos. Lo que será depende de nosotros, de nuestra determinación y de nuestra capacidad de lucha. (Diagonalweb)

* Profesor de informática de la Universidad Autónoma de Madrid.


Publicado: Viernes 26 de octubre de 2012 - 89 Año 2012

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