El hambre retrocede… pero muy despacio
Viernes 02 de noviembre de 2012 - 90 Año 2012
Roberto Bissio
“Décadas de esfuerzo y de retórica han fracaso en el intento de erradicar el hambre del mundo”. Tal es la tajante y dura conclusión del Índice Mundial del Hambre publicado por el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas de Alimentos (IFPRI), con sede en Washington, junto con la organización irlandesa Concern y la alemana Welthungerhilfe.
El índice del hambre es un número que resulta de promediar para cada país tres indicadores: desnutrición (medida por el consumo de calorías inferior a lo necesario), bajo peso en los niños de menos de cinco años y mortalidad infantil (que a su vez resulta de la combinación de mala alimentación y condiciones sanitarias inadecuadas).
En el año 2000, más de un centenar de presidentes, reyes y primeros ministros y ministras de todo el mundo firmaron la Declaración del Milenio en la que se prometieron no escatimar ningún esfuerzo para, entre otras cosas, “reducir a la mitad, antes de 2015, la proporción de gente que padece hambre”.
Este objetivo no se va a cumplir. Más de mil millones de personas irán a dormir con hambre esta noche. Hay más gente con hambre ahora que al comienzo del siglo y si bien la proporción ha disminuido, porque entre tanto la población mundial aumentó, no ha disminuido lo suficiente.
A nivel global el Índice del Hambre venía bajando lentamente desde la última década del siglo XX y pasó de 19.8 en 1990 a 16.3 en 2001, un progreso de tres puntos y medio. En la primera década del siglo XXI, a pesar de las declaraciones solemnes, los avances se enlentecieron aún más y el índice mundial apenas avanzó un punto y medio en once años, para llegar a 14.7 en 2012.
Este desempeño tan frustrante contrasta con la buena marcha de la economía. Entre 1990 y 2011 el comercio mundial se multiplicó por cuatro y el ingreso promedio mundial de duplicó para situarse en la actualidad en el entorno de los 10,000 dólares anuales per cápita. Una prosperidad muy mal repartida.
India es un ejemplo dramático. Su economía florece y el ingreso anual promedio ha pasado de 1,460 dólares per cápita a mediados de la década de los noventa a 2,850 en 2010. Sin embargo, el hambre prácticamente no se ha reducido y su índice se sitúa en 23, entre los peores del mundo.
Asia del Sur (Bangladesh, India, Nepal y Pakistán) pasa a ser la peor región en términos de índice del hambre, con 22.5, mientras que África subsahariana mejoró en la última década y se sitúa ahora en 20.7. Sin embargo, las situaciones más dramáticas continúan estando en países africanos, sobre todo los afectados por conflictos: Etiopía, Eritrea, Burundi y la República Democrática del Congo, donde ni siquiera se puede calcular el índice por falta de datos fiables.
Haití es el único país latinoamericano entre los diez peores del mundo con un índice de 30 puntos. Vienen luego Guatemala (12.7), Bolivia (12.3), Nicaragua (9.1), Honduras (7.7), Ecuador (7.5) y Perú (7.4). En el otro extremo, Argentina, Chile, Costa Rica, Cuba y Uruguay ya estaban en 1990 en la categoría de “bajo” (menos de cinco puntos en el índice). Brasil, México, Jamaica y Nicaragua (que en 1990 tenía un índice de más de 20 puntos) están entre los países que más han progresado en la lucha contra el hambre en el mundo. En cambio, en Costa de Marfil, Corea del Norte, Burundi y Haití la situación ha empeorado.
Según el informe que acompaña estas cifras, el hambre no tiene que ver con la disponibilidad de alimentos, sino con la posibilidad de la gente pobre de acceder a ellos. Los países del Sahel que registran los peores índices de hambre tienen más comida que la que necesitan entre lo que producen y lo que importan y sin contar la ayuda alimentaria.
“El problema ya no son las hambrunas epidémicas, sino la vulnerabilidad crónica de algunos sectores de la población”, concluye el informe.
Publicado: Viernes 02 de noviembre de 2012 -
90 Año 2012
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