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Cameron y el Impuesto a las Transacciones Financieras

Viernes 1 de marzo de 2013 - No. 103 - Año 2013

Oscar Ugarteche

El anuncio de David Cameron de convocar a un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea antes de 2018 hace más que manifiesta la inconformidad que existe entre Londres y Bruselas por el impulso que el Consejo Económico y Financiero del bloque otorgó a un Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF), que pretende generar ingresos extra y desincentivar la especulación. La postura británica está ligada al efecto negativo que pueda tener este impuesto en la City. James Tobin –premio Nobel de Economía de 1981- sostenía que las transacciones monetarias especulativas eran nocivas a la economía mundial. Ergo, proponía cobrar un impuesto cada vez que se realizaran operaciones cambiarias. Ahora no sólo se propone gravar operaciones monetarias sino transacciones financieras de todo tipo: derivados, swaps, operaciones spot y futuros en todos los mercados cambiarios, de capitales, de valores y de commodities.

Solo resta que la Comisión Europea elabore la propuesta legislativa final.

Solo han sido once los países que decidieron crear el ITF: España, Grecia, Portugal, Italia, Francia, Alemania, Austria, Bélgica, Eslovenia, Estonia y Eslovaquia. La iniciativa consta de un gravamen de 0.1 por ciento a la compraventa de bonos o acciones y otro de 0.01 por ciento para la compraventa de productos derivados, quedando exentas las operaciones efectuadas en el mercado primario y las realizadas por los organismos gubernamentales.

El ITF se aplicará en toda entidad financiera dentro de los países participantes, sea que posean capital nacional o extranjero. Igualmente en toda institución cuyo capital inicial corresponda a uno de los países participantes en el impuesto, aun cuando la transacción sea efectuada fuera de los países miembros. El destino de las tributaciones es incierto, puede ser al Banco Central Europeo o a las haciendas de cada país.

Por otro lado, la mayor parte de las prácticas especulativas se realizan en Londres y Nueva York, restándole relevancia global al ejercicio impositivo. Empero, es una ganancia el hecho de que las no pocas transacciones de estos once países realizadas en Londres y Nueva York serán tasadas y esa tributación se canalizará hacia la Unión Europea. Los países participantes del impuesto podrían ver una fuga de capitales. Es una purga a los aparatos financieros de las prácticas socialmente inútiles. Otra consideración es que no se distingue entre inversionista y especulador.

Pero los epítetos aciagos a la Tasa Tobin no excluyen los laudatorios: “La tasa espera recaudar 20,000 millones de euros anuales”. Sienta un precedente hacia una importante y necesaria unificación fiscal europea, ya que las naciones participantes representan dos terceras partes del PBI de la Unión Europea. Con el ITF se desincentiva las transacciones a microplazos eliminando a agentes nocivos, con lo cual se hubiera podido evitar la actual crisis. Se tendría, pues, una estructura financiera mucho menos proclive a crisis, a ataques especulativos cambiarios y con un sano funcionamiento, se encausarían los recursos financieros de manera más eficiente.

Un aspecto importante en la lectura de este impuesto es el hecho de que se está creando conciencia de las malas prácticas financieras. Bien es cierto que Londres y Nueva York están lejos de aceptar la idea, pero el precedente está hecho. Vivimos en un mundo donde “el volumen de operaciones financieras ha pasado de ser veinticinco veces el PBI mundial a mediados de los noventa, a representar en 2012 setenta veces la riqueza del planeta”.

Londres, que desde 1809 grava con la Stamp Duty Reserv Tax del 0.5 por ciento la compraventa de acciones, se ha opuesto con rotundidad a la implementación del ITF. Los conservadores y la City han impelido que Cameron pronuncie un discurso para poner en tela de juicio la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. ¿Por qué el referéndum no es sino hasta antes de 2018? Cinco años son el tiempo en que Cameron negociará que las políticas de la Unión Europea tomen un tono más bretón que germánico. La Tasa Tobin deslocalizaría a la City como centro financiero mundial -cosa impensable-, ya que es el motor de la economía británica y provocaría una salida de capitales que cimbraría las reservas internacionales del Reino Unido. Así que ante un jaque a su reina, Cameron respondió con una amenaza de salir de la Unión Europea.

La apuesta es casi en el vacío, se puede entrever que en ese lapso de cinco años, Cameron espera que las condiciones económicas en Europa hayan mejorado y así la permanencia luzca más atractiva que la separación. Con este poco probable embauco, suma a su bolsillo al ala más euroescéptica y se reviste de poder de cara a las próximas elecciones. También se espera ver la evolución del ITF y su recepción en el ámbito de las políticas económicas mundiales. Si es recibido de buena manera y se le augura una ampliación global, no habría por qué separarse de la Unión Europea. Pero si Nueva York se muestra reacia al ITF, entonces Londres se vería tentado a salir de la Unión Europea y convertirse en un polo, más grande de lo que ya es, de especulaciones financieras.

Oscar Ugarteche, Economista peruano, miembro del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y coordinador del Observatorio Económico de América Latina (OBELA).

Editorial de OBELA (www.obela.org) redactado con colaboración de Luis David Ramírez Benítez.


Publicado: Viernes 1 de marzo de 2013 - No. 103 - Año 2013

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