El Banco Mundial se propone erradicar la pobreza… otra vez
Viernes 10 de mayo de 2013 - No. 113 - Año 2013
Roberto Bissio
En un muy publicitado discurso, el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim (estadounidense de origen coreano), anunció en abril que el nuevo objetivo “altamente ambicioso” de su institución es “terminar con la pobreza extrema en el mundo antes de 2030”.
Para ello se requerirían tres factores: “Acelerar las tasas de crecimiento (económico)”, “frenar las desigualdades” y “evitar o mitigar el impacto de shocks potenciales como los desastres climáticos o nuevas crisis alimentaria, energética o financiera”. Esto sería una “oportunidad histórica” y por eso el anuncio se hizo en la Universidad de Georgetown, “donde se preparan los líderes del futuro” a quienes Kim aseguró que “el momento histórico es auspicioso” y que los países en desarrollo tendrían “por primera vez la oportunidad de terminar la pobreza extrema en una generación”.
El optimismo histórico es saludable, sobre todo cuando se trata de inspirar a la juventud, pero la celebración de la novedad es un error de esos que hacen posible tropezar una y otra vez con las mismas piedras.
Hace cuarenta años, el entonces presidente del Banco Mundial Robert McNamara, ex presidente de Ford Motor Company y ex secretario de Defensa de los presidentes John Kennedy y Lyndon Johnson, pronunció en Nairobi, la capital de Kenya, un discurso en el cual propuso a la Junta de Gobernadores de su institución una “nueva estrategia”. El “objetivo ambicioso” (sic) de McNamara era “erradicar la pobreza absoluta antes del fin de este siglo” (o sea el año 2000). Este objetivo es posible, explicó McNamara, porque “si tomamos decisiones valientes podemos acelerar el ritmo de desarrollo”.
Kim agrega argumentos éticos a su análisis económico: “¿Hay alguien aquí hoy que no quiera borrar esta mancha de nuestra conciencia colectiva?” McNamara había dicho lo mismo en 1973: “¿No deberíamos hacer del precepto moral una guía para la acción? Los extremos de privilegio y de privación ya no son más aceptables”.
El actual presidente del Banco Mundial enfatiza la responsabilidad de los propios países beneficiarios: “Estas son metas que nuestros socios, los 188 países miembros, lograrán, con el apoyo de toda la comunidad global del desarrollo”. En 1973, el entonces presidente del Banco Mundial había sido mucho más concreto al desarrollar la misma idea: “Si los gobiernos de los países en desarrollo -que deben comparar los riesgos de la reforma contra los riesgos de una revolución- están preparados para ejercer la voluntad política que requiere atacar el problema de la pobreza (…) los gobiernos de los países ricos deben mostrar igual coraje y ayudarlos removiendo las barreras discriminatorias al comercio y expandiendo la ayuda oficial al desarrollo”.
Con cuatro décadas de diferencia, el discurso de Nairobi y el de Georgetown se asemejan mucho.
Dijo Kim (en 2013): “Aun si continúa la rápida expansión económica en el mundo en desarrollo, esto no quiere decir que todos se benefician automáticamente del proceso de desarrollo”. Dijo McNamara (en 1973): “A pesar de una década de aumento sin precedentes en el producto nacional bruto de los países en desarrollo, los segmentos pobres de la población han recibido relativamente pocos beneficios. (…) El crecimiento rápido ha sido acompañado de peor distribución del ingreso en muchos países en desarrollo y el problema es más severo en el campo”.
Dijo Kim: “Terminar con la pobreza extrema no es suficiente. También debemos mejorar los ingresos del cuarenta por ciento más pobre de la población de cada país”. Dijo McNamara: “El crecimiento del producto bruto es esencialmente un índice del bienestar de los grupos de altos ingresos. Es poco sensible a lo que le pasa al cuarenta por ciento más pobre de la población, que colectivamente sólo recibe diez a quince por ciento del total del ingreso nacional”.
No todo es igual. Para Kim, la pobreza extrema se define únicamente por la línea de ingresos inferiores a 1.25 dólares por día. McNamara, quien introdujo el concepto de pobreza extrema o “absoluta”, fijada entonces por una línea de treinta centavos de dólar al día, enfatizaba sin embargo que “erradicar la pobreza quiere decir en la práctica eliminar la malnutrición y el analfabetismo, reducir la mortalidad infantil y elevar la expectativa de vida al nivel de los países desarrollados”.
Mientras que hace cuarenta años el presidente del Banco Mundial criticaba la “miopía” de las “elites políticamente privilegiadas que raramente se entusiasman” con el combate a la pobreza, hoy el presidente del Banco Mundial celebra que “el presidente Barack Obama, de Estados Unidos, y el primer ministro David Cameron, del Reino Unido, apoyan la visión de terminar globalmente con la extrema pobreza”.
“No puedo creer”, decía McNamara, “que el pueblo y los gobiernos de los países ricos den la espalda en cinismo e indiferencia”. Cuatro décadas después, esta hipótesis ni siquiera se plantea.
Publicado: Viernes 10 de mayo de 2013 -
No. 113 - Año 2013
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