Un niño sin nacionalidad, ¿un niño sin esperanza?
Viernes 17 de mayo de 2013 - No. 114 - Año 2013
Sonia Téllez
La primera encuesta mundial a la Comunidad Peruana en el Exterior -realizada en octubre del 2012 por el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (INEI) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)- genera honda preocupación. No precisamente por los resultados del sondeo, sino por los temas que deja de lado. En primer término, solo toma en cuenta a los ciudadanos peruanos que acuden a los consulados por algún motivo y, por lo tanto, crea una cifra oscura conformada por aquellos y aquellas compatriotas que nunca acudieron a una de esas delegaciones en el exterior. En segundo lugar, y definitivamente más grave, el estudio se circunscribe a la población adulta, dejando de lado a la infantil.
Queda claro, entonces, que la niñez migrante no resulta de interés, pues mientras el sondeo abarca muchos rubros -como empleo, salud, vivienda, ingresos, remesas, situación migratoria y acceso a Internet- no se hace mención a, por ejemplo, cuántos niños y niñas están creciendo en el exterior del país, probablemente perdiendo poco a poco su identidad.
La complejidad de la situación de los niños indocumentados en el extranjero nos conduce a analizar este hecho como fuente de preocupación; no sólo por las consecuencias que conlleva el fenómeno de la migración sino por tratarse de un tema de alta sensibilidad, pues estamos hablando de menores que acompañan a ambos padres en el proceso migratorio, en algunos casos, y en muchos otros, a solo uno de ellos, lo que empeora su estado emocional, psicológico y social.
Aquellos niños y niñas que migran con sus padres tienen a su favor, precisamente, el hecho de no estar solos. La familia les da pertenencia, relación, referencia, los integra y ayuda a insertarse en otra sociedad que no es aquella dentro de la cual nacieron. Sin embargo, si sus padres permanecen en el país receptor sin la posibilidad de ejercer sus derechos fundamentales -como el de conseguir un trabajo dentro de la formalidad legal de dicho país- la situación varía ostensiblemente. Una eventual falta de acceso a servicios básicos -o peor aún, si resultase ser una prohibición- los hará caer en la más absoluta de las miserias, con limitaciones para recibir educación, salud, vivienda, comunicación.
Diferente se muestra el panorama de los niños y las niñas desprotegidos que son utilizados y maltratados; ya que además de soportar la carga de la pobreza también tienen que resistir el dolor y el abuso de parte de aquellos seres que ellos piensan que los aman.
En ambos casos las consecuencias suelen ser dramáticas debido a que la situación se prolonga durante varios años. Así llegan los niños a la adultez, sin esperanza de alcanzar una vida plena ni justa; una existencia que no sea amenazada por la miseria, la ignorancia, la desprotección y el desamor de sus semejantes, sino que les permita madurar y crecer hasta la realización personal.
Conocemos muy de cerca la situación de tantos niños y niñas en el exterior cuyos padres luchan día a día, en forma incesante y tesonera, para darles un futuro mejor. Por ello, nosotros y nosotras -su sociedad de origen- no podemos mantenernos al margen, en actitud indiferente ante sus necesidades, que en su gran mayoría son de urgente atención.
La luminosidad de la vida de un niño no debe ser oscurecida por la migración. Si los menores tienen que ser trasladados del lugar en el que nacieron, pues que lo sean; pero para vivir existencias mejores y más generosas. Cabe preguntarse, ¿qué actitud podemos adoptar para ayudar a lograrlo? Creo que primero deberíamos examinar nuestro accionar frente a esa situación y luego concientizarnos que ello se podrá lograr en la medida en que seamos sensibles a sus exigencias y necesidades; y sepamos ser solidarios para construir un mundo mejor, más justo y más fraterno.
Sonia Téllez, Directora Ejecutiva de la Asociación de Ayuda Humanitaria para Peruanos que se encuentren en el Interior y Exterior del País (ASAHP).
Publicado: Viernes 17 de mayo de 2013 -
No. 114 - Año 2013
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