No más viento de cola para el Sur
21 de junio de 2013 - No. 119 - Año 2013
Yilmaz Akyuz
Más de cinco años después del estallido de la crisis financiera global, la economía mundial sigue sin recuperar el crecimiento. Estados Unidos ha confiado excesivamente en una política monetaria que suministra grandes cantidades de liquidez a los mercados e instituciones financieras con tasas de interés cercanas a cero. Esto ha sido ineficaz para reactivar los préstamos bancarios y el gasto privado y ha dado lugar, en cambio, a una búsqueda de ganancias mediante inversiones de alto riesgo y especulativas. Ha generado también fragilidad financiera e inestabilidad del tipo de cambio en los países en desarrollo.
No se sabe qué consecuencias tendrá este largo período de política monetaria ultrafácil por parte de varios emisores de moneda de reserva sobre la futura estabilidad financiera internacional, ya que nunca antes había sucedido algo parecido. Pero sí se conocen fuertes efectos indirectos de la crisis en las economías avanzadas sobre los países en desarrollo. Las condiciones en los mercados financieros y de commodities en general se han mantenido favorables desde el 2009, pero las tendencias al alza en los flujos de capital y en los precios de los productos básicos han llegado a su fin y las exportaciones de los países en desarrollo a las economías avanzadas se están frenando.
Los efectos iniciales de las políticas anticíclicas en los países en desarrollo han comenzado a desvanecerse y el crecimiento en los principales de ellos se ha desacelerado. En Asia, el crecimiento en 2012 fue de unos cinco puntos porcentuales por debajo de la tasa alcanzada antes del inicio de la crisis y en América Latina se redujo a casi la mitad.
La economía mundial consume poco debido a la baja de los salarios y su decreciente participación en el ingreso nacional de las principales economías avanzadas, incluidos Estados Unidos, Alemania y Japón, así como en China, los países de mayor impacto sobre la economía global.
En Estados Unidos, donde la tendencia a la baja en la participación de los salarios comenzó en los años ochenta, el auge en el consumo y las expansiones económicas en las dos décadas pasadas se debieron a “burbujas”: primero la de las empresas punto-com, en la década de 1990, y luego la de las hipotecas de alto riesgo, en la década de 2000.
La crisis actual ha dado lugar a una mayor concentración del ingreso y la riqueza. Con las actuales políticas, Estados Unidos no puede tener un crecimiento impulsado por los salarios o por las exportaciones. Más bien puede caer en la tentación de dejar que la política monetaria ultraflexible actual degenere en una nueva burbuja de crédito y de activos, con el fin de lograr una rápida expansión. Esto es posible gracias a la explotación del exorbitante privilegio de que goza como emisor de la moneda de reserva dominante que le permite funcionar con crecientes déficit externos.
Esta repetición de lo anterior podría producir otro ciclo de auge y caída más perjudicial que la crisis actual, no solo para Estados Unidos, sino para toda la economía mundial. Si, por el contrario, se frena el desarrollo de estas burbujas y con ello se frena el gasto total, el resultado podría ser un crecimiento lento, un aumento de las tasas de interés y un dólar más fuerte, una combinación que a menudo genera problemas para los países en desarrollo.
La eurozona parece estar sumida en la debilidad económica por un período indefinido y, por lo tanto, no puede esperarse de esta región que genere impulsos expansivos para el resto del mundo.
China ha pasado a un crecimiento impulsado por la inversión, ya que sus exportaciones se desaceleraron bruscamente como consecuencia de la crisis y la contracción de las economías avanzadas. Este patrón de crecimiento no puede mantenerse indefinidamente. A pesar del reconocimiento de la necesidad de aumentar la proporción de los ingresos de los hogares en el producto bruto interno (PBI) y pasar así a un crecimiento impulsado por el consumo, la redistribución está avanzando muy lentamente.
China tal vez pueda evitar el estallido de sus burbujas internas y un aterrizaje forzoso, pero en el mediano plazo es probable que se estabilice en un crecimiento más bajo con un reequilibrio gradual de las fuentes externas e internas de demanda.
Todo esto implica que no habrá más vientos de cola para el Sur. Incluso si la crisis en el Norte se resuelve, los países en desarrollo probablemente encontrarán un entorno económico mundial mucho menos favorable en los próximos años.
En consecuencia, para repetir el crecimiento espectacular del período previo a la crisis y ponerse al día con el mundo industrial, los países en desarrollo deben mejorar sus propios fundamentos, reequilibrar las fuentes internas y externas de crecimiento y reducir la dependencia de los mercados y capitales extranjeros.
Esto requiere, entre otras cosas, el abandono de las políticas neoliberales no solo en la retórica, sino también en la práctica, y la búsqueda de una integración estratégica en lugar de la plena integración en la economía global.
Yilmaz Akyuz, economista jefe de South Centre.
Publicado: 21 de junio de 2013 -
No. 119 - Año 2013
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