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“El bienestar de los nativos”

16 de agosto de 2013 - No. 127 - Año 2013

Roberto Bissio

En 1930, cuando el reparto colonial del mundo había terminado, las potencias colonizadoras buscaron justificar su papel autoimponiéndose una responsabilidad por “el bienestar de los nativos”. Así, por ejemplo, el Reino Unido aprobó en 1939 una Ley de Bienestar y Desarrollo Colonial en la que se establecen estándares mínimos de nutrición, educación y salud en los territorios y fideicomisos de la Corona. Esta propuesta, comenta H.W. Arndt en su libro El Desarrollo Económico: Historia de una Idea, publicado en 1987 por la Universidad de Chicago, era “muy distinta de la idea de progreso económico o desarrollo”.

El economista filipino Manuel “Butch” Montes recuerda estos antecedentes en un trabajo reciente para el Centro del Sur, el think tank de los países en desarrollo con sede en Ginebra, y concluye que “el discurso sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) parece haber expulsado la idea básica de que desarrollo es transformación económica”.

“Mientras que el desarrollo puede proveer los medios para reducir la pobreza”, explica Montes, “las políticas de reducción de la pobreza no siempre conducen a que la gente avance de empleos menos productivos a otros más productivos”. Hay que “descolonizar los ODM”, concluye, si los nuevos objetivos que los sustituirán a partir de 2015 deben ser genuinamente de desarrollo.

Esta misma idea fue defendida en Nueva York por Luke Daunivalu, representante de Fiji, en ejercicio de la presidencia rotativa del Grupo de los 77 y China, la coalición que representa ante las Naciones Unidas a los países en desarrollo: “Una arquitectura económica y financiera justa y favorable, así como una verdadera alianza global para el desarrollo sustentable son cruciales para complementar los esfuerzos de los gobiernos nacionales”. Nuevas reglas de comercio e inversión y reforma de las instituciones financieras internacionales son esenciales, dijo, para hacer posible que los países en desarrollo efectivamente erradiquen la pobreza.

Según Yilmaz Ayküz, economista jefe del Centro del Sur, “los ODM no fueron una nueva agenda de desarrollo ni resultaron de negociaciones intergubernamentales que integraran las dimensiones nacionales e internacionales”, sino que “están basados en la visión de los países donantes y se enfocan en la ayuda y en la pobreza”, dejando afuera gran parte de la población de los países en desarrollo, en particular de los de ingreso medio, “que superan los niveles mínimos establecidos por los ODM pero no ven cumplidas sus aspiraciones”.

Si queremos un cambio, argumenta Ayküz, “en vez de enfocarnos sobre objetivos específicos en las áreas del desarrollo económico y social o la protección ambiental, debemos crear un ambiente internacional propicio que permita a cada país perseguir sus propios objetivos según sus propias prioridades y con políticas propias”.

Ayküz observa que el progreso en el desarrollo humano y social en los países del Sur depende de la ayuda externa y de la redistribución del gasto público. Estas trasferencias están necesariamente limitadas sin un ritmo adecuado de generación de empleos y de ingresos. Y como el crecimiento en las economías dependientes de materias primas o de servicios está limitado, la industrialización es la única manera de reducir las brechas de ingresos, productividad, tecnología y habilidades que nos separan de las economías más avanzadas.

La industrialización es posible incluso en economías pequeñas como Taiwán, Suiza o Singapur. Por otro lado, países ricos en recursos naturales, como Suecia y Estados Unidos, recién pudieron cerrar la brecha que los separaba de las economías avanzadas en su momento cuando comenzaron a industrializarse. Sin embargo, el espacio político para los países en desarrollo hoy es mucho menor que el que estos países tuvieron, debido a la tendencia de quienes han llegado a la cima a “patear la escalera” e impedir a quienes vienen detrás que practiquen las mismas políticas que les permitieron subir.

Además, los países en desarrollo carecen del “espacio ambiental” que tuvieron las economías hoy avanzadas cuando comenzaron a industrializarse. Siglos de desarrollo industrial han colmado la capacidad de absorción de carbón de la atmósfera y el escaso “espacio-carbón” disponible sigue siendo usado en gran medida por las economías avanzadas con altísimo nivel de emisiones per cápita de dióxido de carbono y otros gases dañinos.

Es imperioso resolver, a nivel internacional, un mecanismo de compensación por los costos infligidos a los países en desarrollo mediante la degradación ambiental resultante de años de industrialización en las economías avanzadas, argumenta Ayküz. Al mismo tiempo, el “ambiente económico” debe ser favorable al desarrollo y eso quiere decir que se acuerden mecanismos para prevenir la inestabilidad financiera internacional y terminar con políticas que lo obstaculizan, tales como los subsidios agrícolas, las restricciones al movimiento de los trabajadores, la propiedad intelectual abusiva o las políticas monetarias y cambiarias que “exportan la crisis” de las economías avanzadas a los países menos favorecidos.


Publicado: 16 de agosto de 2013 - No. 127 - Año 2013

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