La lección no aprendida
20 de setiembre de 2013 - No. 132 - Año 2013
Martin Khor
Se cumplió el quinto aniversario de la quiebra de Lehman Brothers, el detonante inmediato de la crisis financiera de Estados Unidos y finalmente mundial. Cinco años después, aún no existen regulaciones efectivas en los países desarrollados, mientras que los países en desarrollo enfrentan nuevos desafíos de gran magnitud.
Lehman Brothers fue la punta del iceberg. Por debajo de la superficie había numerosos elementos que contribuyeron a la debacle, entre ellos la desregulación financiera y que las finanzas pasaran de servir a la economía real a convertirse en una bestia que se alimentó de la especulación. Esas finanzas seleccionaron algunos estratos de los sectores productivos y de consumidores incautos a través de nuevos instrumentos de manipulación.
La crisis de las hipotecas subprime del sector inmobiliario en Estados Unidos terminó siendo el eslabón más débil, y se rompió. Se habían otorgado préstamos masivos a propietarios que no pudieron pagar, los préstamos fueron titulizados y vendidos a inversores desprevenidos, los derivados amplificaron las proporciones de la crisis, mientras que los banqueros ganaron miles de millones de dólares vendiendo “productos financieros” de alto riesgo como si fueran inversiones muy solventes. En Estados Unidos y Europa, varios bancos que colapsaron debieron ser rescatados en operaciones que totalizaron billones de dólares.
La crisis también puso de manifiesto las profundas deficiencias del sistema financiero mundial. La globalización de las finanzas implicó que una crisis en una parte del sistema pudo transmitirse rápidamente a otras.
La desregulación de las corrientes de capital provocó auges y caídas en las economías emergentes, que recibieron ingresos de capital y luego sufrieron cambios repentinos de tendencia. La ausencia de un sistema estable de los tipos de cambio ha dado lugar a grandes fluctuaciones. La falta de un sistema de arbitraje internacional para resolver las crisis de la deuda soberana implicó que los países endeudados pudieran quedar sumidos en una espiral fatídica de endeudamiento durante años.
A cinco años de la crisis todavía no se ha aprendido la lección. El economista Alan Blinder, de la Universidad de Princeton, y ex vicepresidente de la Reserva Federal, sostiene en un artículo publicado en el Wall Street Journal que la Ley Dodd-Frank de Estados Unidos, aprobada en 2010, fue una respuesta débil e insuficiente a la crisis y que, lejos de haber sido domada, la “bestia financiera” está ganando. “La gente ha olvidado y está perdiendo”, concluye.
Blinder brinda cuatro ejemplos para demostrar que la Ley Dodd-Frank no está funcionando:
1. Sobre hipotecas y titulizaciones, la regla de que las empresas de Wall Street que emiten valores respaldados por activos deben retener al menos cinco por ciento del riesgo de crédito (para que tengan prudencia en lo que titulizan) tiene cláusulas de escape que permiten exenciones de hasta noventa y cinco por ciento en todas las hipotecas.
2. El intento de controlar a los derivados, que fueron la fuente del imprudente apalancamiento que devino en crisis, ha sido desafortunadamente inadecuado. La ley Dodd-Frank exige una mayor normalización con un entorno comercial más seguro y transparente, pero la ley exime a la gran mayoría de los derivados, y la implementación de esta ley, de por sí débil, ha sido resistida.
3. Aunque se culpó a las agencias calificadoras de riesgo por su papel en la crisis, al validar la basura financiera con máximas calificaciones, hasta el momento el Congreso solo pidió un estudio para reformar su funcionamiento. El informe se hizo, pero está juntando polvo.
4. El intento de prohibir a los bancos las “operaciones bursátiles por cuenta propia”, es decir, apostar con sus propias carteras. La llamada regla Volker no se ha aplicado desde que se aprobó la Ley Dodd-Frank en julio de 2010, debido a la resistencia de los bancos y a las disputas burocráticas.
Blinder advierte que con la Ley Dood-Frank el barco se va a pique y propone que la nueva presidencia de la Reserva Federal, que comienza en enero de 2014, remueva las montañas burocráticas y se defienda de los grupos de presión de los banqueros, en lugar de simpatizar con Wall Street.
Pero el tono de su artículo es realmente pesimista. Podemos concluir que no es posible esperar cambios efectivos en Estados Unidos, donde las respuestas políticas inadecuadas y la marcha atrás son causadas por el poderoso lobby bancario, la débil burocracia y una administración y un Congreso acomodaticios.
Si cinco años después de Lehman Brothers hay una mala situación en el frente regulatorio, es incluso peor en otros dos sectores. Uno de ellos es la política económica para contrarrestar los efectos recesivos de la crisis financiera y el otro, las nuevas crisis potenciales a que se enfrentan varios países en desarrollo.
Las medidas reactivadoras de tipo keynesiano de las grandes economías coordinadas por el G-20, en la cumbre de Londres de 2009, no duraron mucho tiempo, ya que las fuerzas conservadoras contraatacaron con políticas fiscales de austeridad, que son las que parecen regir hoy en día en Europa y Estados Unidos. Las grandes economías recurrieron, en cambio, a una estrategia de crédito barato y abundante, la más importante de las cuales fue la política de “flexibilización cuantitativa” de la Reserva Federal de Estados Unidos, que bombea 85,000 millones de dólares por mes al sistema bancario.
Pero los críticos señalan que con esto se están plantando las semillas de una nueva crisis, tanto en los países desarrollados como en desarrollo. Un resultado importante fue el renovado auge de los capitales especulativos que se dirigieron a las economías emergentes, continuando así el ciclo de auge y caída.
Esto nos lleva al agravamiento del segundo sector. Varios países en desarrollo, que se habían recuperado rápidamente de la crisis de 2008-2010, se enfrentan ahora a nuevas crisis potenciales. Sus tasas de crecimiento económico están cayendo, al igual que sus monedas, los flujos de capital se están revirtiendo, y los precios y la demanda de productos básicos se están debilitando.
Mientras tanto, todavía no se han aplicado las reformas necesarias al sistema financiero mundial: aún no hay medidas adecuadas para estabilizar las fluctuaciones monetarias, frenar los flujos transfronterizos de capital especulativo, disciplinar a las agencias calificadoras de riesgo, reformar el sistema de reserva de divisas, establecer un mecanismo de solución de la deuda soberana, ayudar a los países en desarrollo que enfrentan conmociones financieras y comerciales.
Un rayo de luz en medio de la oscuridad consiste en que los países en desarrollo están tomando medidas para ayudarse entre sí. Un ejemplo es la Iniciativa Chiang Mai, en la que los países asiáticos pueden prestarse dinero unos a otros con un marco común pero mediante acuerdos bilaterales, para protegerse de los ataques especulativos y llenar los vacíos en caso de crisis de la balanza de pagos. Otro acuerdo similar es el del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que crearon un fondo de 100,000 millones de dólares, anunciado durante la cumbre del G-20 en San Petersburgo. El próximo paso será la creación de un banco de desarrollo de los BRICS.
En momentos de crisis o de crisis inminente es cuando los países se ven impulsados a lanzar nuevas iniciativas para defenderse.
Martin Khor, fundador de TWN y director ejecutivo de South Centre.
Publicado: 20 de setiembre de 2013 -
No. 132 - Año 2013
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