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El plan B(RICS)

6 de diciembre de 2013 - No. 143 - Año 2013

Roberto Bissio

Los cinco países del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) cubren un cuarto de la superficie no marítima de la Tierra. Albergan a tres mil millones de personas, o sea más de cuarenta por ciento de la población mundial, y son responsables por dieciséis por ciento del comercio internacional.

Aunque sus economías crecen mucho más rápido que las de los países “avanzados”, su ingreso promedio per cápita es apenas un cuarto del de éstos y en los BRICS viven unos setecientos millones de personas en situación de “extrema pobreza”, o sea con ingresos equivalentes a menos de un dólar y cuarto por día, más de la mitad del total mundial. De ellos, unos cuatrocientos cincuenta millones están en la India y doscientos millones en China.

El Banco Mundial ha definido como su gran objetivo de aquí al 2030 “eliminar” la pobreza extrema -o llevarla a menos del tres por ciento, que estadísticamente hablando es casi lo mismo- y las Naciones Unidas se han lanzado a discutir nuevos objetivos y metas para sus programas de desarrollo una vez que los actuales Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) lleguen a su fecha de caducidad. Se supone que la erradicación de la pobreza extrema será el eje de este programa, ya que los ODM se habían propuesto reducirla a la mitad antes de 2015.

Los BRICS deberían estar en el centro de estos debates, ya que la pobreza que se quiere erradicar está en sus territorios y, al mismo tiempo, el dinamismo de sus economías es la “locomotora” con la que el mundo cuenta para retomar el crecimiento económico y generar empleos. Sin embargo, los BRICS no han sido participantes muy activos en el debate internacional sobre este tema, hasta ahora liderado por las agencias de cooperación internacional (“ayuda”) del Norte industrializado, las fundaciones filantrópicas, el secretariado de las Naciones Unidas y un puñado de ONGs.

Para llenar este vacío, la fundación socialdemócrata alemana Friedrich Ebert Stiftung y el Instituto de Estudios Internacionales de Shanghai convocaron a fines de noviembre a dos jornadas de discusión en la metrópoli china, donde académicos y activistas comenzaron un necesario debate sobre la nueva agenda y la posibilidad, o incluso necesidad, de una posición común de los BRICS al respecto.

Los ingresos per cápita de los cinco BRICS varían entre 17,000 dólares anuales en Rusia y apenas 3,000 en China. Rusia y Sudáfrica emiten per capita unas diez toneladas de equivalente carbón a la atmósfera cada año, mientras que la India y Brasil emiten apenas dos toneladas y China se ubica un poco por encima del promedio mundial de cuatro toneladas. Los niveles de bienestar social, educación y salud son igualmente dispares.

China y Rusia son miembros permanentes (con derecho a veto) en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, China, Rusia y la India poseen bombas atómicas y los cinco BRICS tienen reactores nucleares, pero todos ellos comparten un sentimiento de humillación en el reparto mundial de poder, que no se corresponde con su peso demográfico o económico. Los votos de los BRICS en el FMI pesan en conjunto once por ciento del total, mientras que los países de la Unión Europea, con un producto bruto equivalente, tienen treinta y dos por ciento de los votos.

Los debates en Shanghai también dejaron claro una sensación de que el mundo no solo desplaza a los BRICS del ejercicio del poder económico, sino que además desconoce o subestima sus méritos morales. El primero de los ODM proponía la reducción a la mitad de la proporción de personas con ingresos menores a un dólar por día. La comunidad internacional proclamó la victoria en este objetivo ya en 2010 y todas las agencias y ministerios de cooperación internacional celebraron este triunfo como propio.

Entre 1990 y 2010, unos seiscientos millones de chinos elevaron sus ingresos por encima del dólar diario y si bien en el resto del mundo el total de pobres se incrementó en doscientos millones, gracias a China el saldo total siguió siendo positivo, pero este esfuerzo no ha tenido mayor reconocimiento ni recompensa alguna.

Ahora el mundo se propone reducir a cero la pobreza absoluta, que afecta a cuatrocientos cincuenta millones de indios. “¿No deberían computarse los presupuestos de la India para la salud, la educación y el saneamiento como parte del esfuerzo mundial?”, se preguntaba un comentarista en Shanghai. En la práctica, sin embargo, las normas comerciales internacionales traban este esfuerzo en vez de alentarlo. El programa indio de ayuda alimentaria a las familias desnutridas y apoyo a los agricultores pobres podría ser declarado ilegal por la Organización Mundial del Comercio, que lo considera un subsidio. Los subsidios agrícolas son una herramienta económica que se les permite utilizar a la Unión Europea, Japón o Estados Unidos pero no a los países en desarrollo.

La reforma del FMI y el Banco Mundial y nuevas reglas mundiales de comercio e inversión son demandas comunes de los BRICS, a las cuales todos menos Rusia agregan la exigencia de una distribución equitativa de la carga de mitigar y adaptarse al cambio climático. En contrapartida, las potencias emergentes erradicarán la pobreza doméstica, apoyarán los esfuerzos de otros países en desarrollo y revitalizarán la economía mundial. Un Plan B (de BRICS) que merece ser tomado en cuenta.


Publicado: 6 de diciembre de 2013 - No. 143 - Año 2013

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