¿Una nueva crisis económica?
31 de enero de 2014 - No. 148 - Año 2014
Martin Khor
Las monedas y los mercados accionarios de varios países en desarrollo experimentaron fuertes caídas a fines de la semana pasada. La venta de acciones en las economías emergentes se extendió a los mercados bursátiles estadounidense y europeos, provocando una agitación mundial. Esto dio lugar a la pregunta de si estamos ante el inicio de una crisis económica más amplia.
Un analista de mercado estadounidense calificó a esta tendencia como una “gripe del mercado emergente” y varios informes de medios de prensa internacionales hicieron foco en la debilidad de determinados países en desarrollo. Sin embargo, la venta de acciones generalizada es una respuesta al tapering -el comienzo del retiro de las inyecciones de liquidez con miles de millones de dólares que la Reserva Federal ha venido bombeando en el sistema bancario desde la crisis de 2008-, lo que marca la desaceleración de su política de dinero fácil.
Los inversores habían trasladado gran parte de ese dinero a las economías emergentes en busca de mayores rendimientos. Ahora que la fiesta terminó -o al menos se está apagando-, las entradas masivas de fondos están mermando o incluso se han detenido en algunos países en desarrollo.
Por lo tanto, las actuales ventas masivas de acciones en los mercados emergentes no se explican por eventos puntuales. Es una parte predecible e incluso inevitable de un ciclo de auge y caída en las corrientes de capitales hacia y desde los países en desarrollo, que se origina en las políticas monetarias de los países desarrollados y el comportamiento de sus fondos de inversión.
Este ciclo, que es muy desestabilizador para las economías en desarrollo, se ha visto facilitado por la desregulación de los mercados financieros y la liberalización de las corrientes de capital, que en el pasado fueron cuidadosamente reguladas. Esto provocó episodios de corrientes especulativas internacionales por parte de fondos de inversión. Las economías emergentes, con mayores índices de crecimiento económico y tasas de interés más altas, atrajeron a los inversionistas.
Yilmaz Akyuz, economista jefe del Centro del Sur, analizó los ciclos más recientes de auge y caída (“Waving or Drowning?”). A principios del año 2000 comenzó un auge de corrientes de capitales privados hacia los países en desarrollo, pero culminó con la huida hacia la seguridad provocada por el colapso de Lehman Brothers en setiembre de 2008. Las corrientes de capital se recuperaron rápidamente. En 2010-2012, los flujos netos a Asia y América Latina superaron los máximos alcanzados antes de la crisis. Esto se debió en gran parte a las políticas de dinero fácil y las tasas de interés casi cero de Estados Unidos y Europa.
En Estados Unidos, la Reserva Federal inyectó 85,000 millones de dólares por mes en el sistema bancario mediante la compra de bonos. Se esperaba que los bancos prestaran esto a las empresas para posibilitar su recuperación, pero los inversores colocaron gran parte de los fondos en los mercados de valores y en los países en desarrollo.
El aumento de los ingresos de capital provocó una fuerte recuperación de los mercados monetarios, de acciones y de bonos de los principales países en desarrollo. Algunos de ellos acogieron con beneplácito las nuevas entradas de capital y el auge de los precios de los activos. A otros les causó malestar que provocaran la apreciación de sus monedas -con lo cual sus exportaciones se hicieron menos competitivas- y que las políticas monetarias ultra-fáciles de los países desarrollados fueran parte de una “guerra de divisas” para que las monedas de estos últimos fueran más competitivas.
En 2013, los ingresos de capital en los países en desarrollo se debilitaron debido a la crisis europea y a la perspectiva de que la Reserva Federal de Estados Unidos redujera sus compras mensuales de bonos (tapering). Este debilitamiento ocurrió en el mismo momento en que los déficits de cuenta corriente de varias economías emergentes se acentuaron. De ahí que su necesidad de divisas aumentara a medida que los ingresos de capital se debilitaron y se volvieron inestables.
De mayo a junio de 2013, la Reserva Federal de Estados Unidos anunció que pronto podría dar inicio al tapering. Esto provocó bruscas caídas de los valores de varias monedas, entre ellas las de India e Indonesia. Sin embargo, aplazó la medida, dando así cierto respiro. En diciembre finalmente confirmó el tapering: una reducción de su compra mensual de bonos de 85,000 millones a 75,000 millones de dólares, para empezar.
En ese momento no ocurrió una venta masiva repentina en las economías emergentes, porque los mercados ya lo habían anticipado y la Reserva Federal también anunció que las tasas de interés se mantendrían en los actuales niveles bajos hasta finales de 2015.
No obstante, para entonces el ambiente de inversión ya se había vuelto en contra de las economías emergentes. Muchas fueron calificadas de “frágiles”, especialmente aquéllas con déficit de cuenta corriente y con una situación de dependencia de los ingresos de capitales.
La mayoría de los países denominados “Cinco frágiles” (Brasil, India, Indonesia, Sudáfrica y Turquía), de hecho son miembros del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que pocos años antes eran considerados los principales motores del crecimiento mundial.
Hay varios factores que surgieron la semana pasada, que en conjunto constituyen un disparador para la venta masiva de acciones. Se trata de un informe que indica la contracción de la manufactura en China, una devaluación repentina del peso argentino y las expectativas de que una reunión de la Reserva Federal de Estados Unidos el 29 de enero anuncie otro episodio de tapering.
Durante los días 23 y 24 de enero, las divisas y los mercados de valores de varios países en desarrollo experimentaron turbulencias, que se extendieron a los mercados de valores de Estados Unidos y Europa. Si esta situación continúa podría indicar una nueva fase de desencanto de los inversores con las economías emergentes y una reducción de las entradas de capital, lo que podría poner presión sobre las reservas de divisas de los países afectados y debilitar su balanza de pagos.
La caída de los valores monetarios que acompañó este proceso tendría efectos positivos en la competitividad de las exportaciones, pero negativos en la aceleración de la inflación, porque los precios de importación suben, y en el servicio de la deuda, porque se necesita más moneda local para pagar el mismo monto de la deuda denominada en moneda extranjera.
Martin Khor, fundador de TWN y director ejecutivo del Centro del Sur.
Publicado: 31 de enero de 2014 -
No. 148 - Año 2014
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