Grandes fortunas y grandes empresas
6 de junio de 2014 - No. 166 - Año 2014
Renaud Fossard
Si el cobro de más impuestos a las grandes fortunas, como propone el economista francés Thomas Piketty, se articula con cobrar lo justo a las transnacionales, se podría ganar la lucha contra la desigualdad y echar transparencia a la actividad financiera.
Con el libro El Capitalismo en el siglo XXI, el economista francés Thomas Piketty y sus equipos proporcionan un esfuerzo de investigación espectacular y transparente sobre la evolución del capital privado durante dos siglos en los países desarrollados. De ahí propone conclusiones sobre el papel de las desigualdades en la repartición de las riquezas, este no man’s land del pensamiento económico.
Piketty confirma por lo menos dos viejas intuiciones de la izquierda: primero que el capitalismo no redistribuye las riquezas de manera natural, al contrario tiene una tendencia sistemática a concentrarse entre pocas manos y aumentar las desigualdades; después, que a largo plazo, éstas perjudican al crecimiento y entonces el Estado debe intervenir para limitarlas y permitir al crecimiento convertirse en óptimo.
Esta intervención se hace a través de la herramienta tributaria para redistribuir las riquezas que tienden a concentrarse, como es el caso, según el autor, de las grandes fortunas.
Capital patrimonial
Con más precisión, Piketty identifica el “capital patrimonial” (es decir el patrimonio que no es inmobiliario sino financiero) de las grandes fortunas como principal herramienta de concentración del capital en la sociedad. Muestra que lo principal de los ingresos económicos de los multimillonarios no viene de sus sueldos sino de los frutos de su patrimonio invertido en capital financiero. Pues el sistema tributario clásico que solo grava los sueldos de las actividades profesionales y a veces el patrimonio inmobiliario, no alcanza estos ingresos económicos esenciales. Asimismo, en cuanto al impuesto a la sucesión, su efecto puntual sobre la herencia no es suficiente.
Entonces sin impuesto sobre el capital financiero, las riquezas se acumulan de manera permanente entre las manos de los ya muy ricos, y el capital se concentra hasta niveles problemáticos para el crecimiento de la economía. En base a este diagnostico, Piketty propone sumar al sistema tributario un impuesto sobre el capital patrimonial que, siendo mundializado, requiere un impuesto mundial.
Transparencia contra multimillonarios
Piketty precisa que tal impuesto sobre el capital es la fuente clave de las desigualdades, ya que tendría solo vocación a redistribuir las riquezas de una clase ‘restringida’ de aquellos que tienen cerca o más de mil millones de dólares. En cambio, no apunta a otro grupo también importante con montos de dinero de pequeños y medianos millonarios que tienen entre diez y cien millones de dólares.
Sobre esta base imponible restringida, los montos recaudados no serían lo suficientemente elevados para los grandes desafíos macroeconómicos que enfrenta el mundo. La propuesta de Piketty de impuesto mundial sobre las grandes fortunas no tiene vocación de financiar las políticas públicas del Estado de bienestar ya que su enfoque se limita solo a regular la alta concentración del capital, algo reconocido por el propio autor.
Ahora bien, Piketty apunta acertadamente al gravamen de esas grandes fortunas que implica solucionar un problema central de la economía financiera globalizada contemporánea: la opacidad bancaria. Piketty señala que los dirigentes políticos actuales no tienen manera de saber donde se encuentra este capital patrimonial y que se tendrá que llamar al intercambio de información bancaria entre países, y en particular con los paraísos fiscales, para conseguir el conocimiento necesario para luego gravar las grandes fortunas.
Precisa con razón que este intercambio de información, para ser eficiente, debe incluir la información sobre los beneficiarios reales y finales del patrimonio, que casi siempre se esconden detrás de estructuras de fachada como los trust y fideicomisos. Añade que tal intercambio de información ya no puede ser previa petición, sino automático: que los Estados envíen a sus pares información relevante automáticamente desde que la tengan, toda la data bancaria sobre los extranjeros que viven en sus países.
Obviamente, a este análisis se le da la bienvenida de lado de la sociedad civil mundial que trabaja desde hace más de una década sobre el tema de la opacidad bancaria que permite la evasión fiscal de las personas naturales. Y quien ha venido defendiendo por años la necesidad de pasar al intercambio automático de información incluido sobre el beneficiario real, mensaje recién entendido por foros mundiales como el G-20.
Lo que olvida Piketty
Una investigación profunda de los flujos ilícitos internacionales indica claramente que las riquezas escondidas en los paraísos fiscales, y casi no incluidas en las estadísticas oficiales, llegan a montos significativos. Según el economista James S. Henry y la Tax Justice Network, hay entre veintiún y treinta y dos billones de dólares escondidos hoy en los paraísos fiscales, es decir el equivalente al PBI de Estados Unidos y Japón juntos. Y los flujos ilícitos anuales hacia los paraísos fiscales llegaban en 2008 a 1.26 billones de dólares según el Instituto Global Financial Integrity.
Eso significa que si se toman en cuenta los montos más realistas de las riquezas escondidas en los paraísos fiscales, sube significativamente la desigualdad en la repartición del capital y cambian los indicadores de desigualdad. De hecho, recién Piketty acaba de reconocer que sus “estimaciones sobre la concentración de riqueza no toman suficientemente en cuenta la riqueza offshore, y estén probablemente errando por defecto”.
Además, estudiar con cuidado los flujos ilícitos nos enseña también que ahí no hay solo ricos particulares, que limpian dinero sucio o esconden los frutos de la evasión fiscal. El principal componente -más de la mitad según las estimaciones de Global Financial Integrity- de los flujos financieros hacia los paraísos fiscales tienen que ver con la elusión tributaria de las empresas multinacionales.
Tomando en cuenta que tal elusión tributaria se hace a través de la manipulación de los flujos comerciales intrafirmas (transacciones entre subsidiarias hermanas de la misma transnacional) que representan más de sesenta por ciento del comercio internacional, y que más de la mitad del comercio mundial pasa por los paraísos fiscales, se dibuja una idea de la magnitud del fenómeno de los flujos ilícitos generados por las transnacionales en la economía mundial, y eso tiene varias consecuencias.
Opacidad financiera
La primera consecuencia: la opacidad financiera no permite solo esconder la información sobre las grandes fortunas mundiales sino sobre todo impide tener una vista correcta de los flujos financieros del sector privado internacional que constituye la mayor parte de la economía globalizada de hoy.
Piketty destaca que la transparencia bancaria, poniendo a la luz la información sobre las grandes fortunas, hubiera permitido por ejemplo poner mayor contribución en los dueños de activos financieros en Chipre y manejar mejor la crisis en vez de dejar el principal esfuerzo económico sobre las clases medias de ese país. Es cierto.
Ahora, con la transparencia no solo bancaria sino financiera, o sea más amplia, analizando las cuentas de todas las empresas multinacionales, las organizaciones internacionales y los ministerios de Finanzas del mundo podrían conocer hechos bastante extraños de la economía mundial. ¿Cómo es que la misma UNCTAD puede llegar a decir que en cinco pequeñas islas que representan juntas el uno por ciento del PBI mundial y el 0.27 de la humanidad, está la fuente del setenta y uno por ciento de las inversiones en China y pesan 1.7 más que Estados Unidos en términos de inversiones extranjeras?
Hace una década que la Isla Mauricio es el primer inversionista en India y la Isla de Jersey, al lado del Reino Unido, es el primer exportador de banano a Europa. ¿Será cierto que las Islas Caimán, con sus cuarenta y cinco mil habitantes, es el primer acogedor de hedge funds (fondos de cobertura) del mundo? ¿Y que en un edificio allá están las sedes de más de doce mil empresas?
Por fin, ¿tiene realmente sentido económico y político que más de un billón de dólares de flujos financieros ilícitos que salieron de los países en desarrollo en 2011 representen diez veces más que los 100,000 millones de Ayuda Oficial al Desarrollo?
La composición de los flujos ilícitos internacionales nos dicen que los desafíos de transparencia van más allá del tema de las grandes fortunas y del sector bancario. Es toda la economía financiera internacional empujada por el sector empresarial multinacional que se tiene que poner a la luz para realmente estar en la capacidad de pensar e implementar políticas de regulación.
Gravar grandes empresas
La otra consecuencia del papel mayor de las riquezas escondidas en la desigualdad -y del papel central de las empresas transnacionales en los flujos ilícitos- es tributaria. Piketty muestra que sin un impuesto sobre el capital patrimonial no se puede captar la renta real de las grandes fortunas. Pero hay otra base imponible que los Estados son incapaces de realmente alcanzar: la de las ganancias de las empresas transnacionales que se evapora en los paraísos fiscales.
Si más de la mitad de los enormes flujos ilícitos vienen de la manipulación de los precios intrafirma con el fin de eludir tributos, ¿cuánto pierden los Estados del mundo en recursos tributarios? La ONG internacional Christian Aid estima que los países en desarrollo pierden 160,000 millones de dólares cada año solo a través la manipulación de los precios de transferencia.
La base imponible que se evapora por la elusión tributaria de las transnacionales, al contrario de la base imponible más limitada de las mayores fortunas, sí es realmente masiva y permite consideraciones macroeconómicas alrededor del financiamiento de las políticas sociales y del Estado de Bienestar.
Además es importante notar que la evasión y la elusión tributaria de las grandes empresas explica el enriquecimiento personal indebido no solo de un puñado de “ricos extremos” sino de una clase mucho más amplia de ricos y muy ricos que se encuentran dirigiendo las mismas empresas gracias a sueldos extravagantes, en el conjunto de los trabajadores de la industria financiera hoy entregada a la “planificación tributaria”, y por fin, naturalmente a los grupos de accionistas de las transnacionales que cobran dividendos mucho más altos aún.
Transparencia contable
La opacidad que permite a las empresas transnacionales eludir sus ganancias viene de las reglas de contabilidad internacional. Tal como el impuesto sobre las grandes fortunas necesita la transparencia bancaria internacional a través del intercambio automático de información, el impuesto sobre la renta de las transnacionales necesita además de la transparencia contable a través del reporte sobre sus actividades en cada país donde opera.
En efecto, la manipulación de los precios de transferencia permite a las grandes corporaciones trasladar en su contabilidad -o sea sobre el papel- sus ganancias a sus subsidiarias radicadas en paraísos fiscales, donde se paga poco o nada en impuestos, y también concentrar los costos en las subsidiarias donde se genera realmente la riqueza y donde el Estado grava normalmente a sus contribuyentes.
De ahí resulta por la transnacional un tipo de gravamen muy bajo a nivel global, basado en un esquema contable totalmente diferente de la realidad económica pero en general ampliamente legal. La transparencia contable país por país -cuánto se gana, cuándo se paga y algunas otras informaciones estratégicas- impediría las peores manipulaciones de los precios de transferencia. Terminar con el control de los precios de transferencia y pasar a un sistema de tasación unitaria donde los Estados establecen ellos mismo la base imponible adentro del negocio global de la transnacional -otro tipo de impuesto mundial al que propone Piketty y que es dirigido a las empresas- terminaría de manera radical con la elusión tributaria.
Sería bienvenido que la dinámica intelectual generada por la investigación estrella y las propuestas tributarias del profesor francés conlleven también a la necesaria reflexión en los círculos económicos sobre el papel de los flujos ilícitos en la economía mundial, así como los caminos hacia la transparencia financiera y hacer que las multinacionales paguen su parte justa a los gobiernos.
Renaud Fossard, politólogo francés experto en temas de tributación internacional y miembro de la Red Latinoamericana sobre Deuda, Desarrollo y Derechos (Latindadd).
Publicado en Economía Crítica Nº 13, mayo de 2014: www.latindadd.org/economiacritica/
Publicado: 6 de junio de 2014 -
No. 166 - Año 2014
No hay comentarios
Envíe su comentario
Login