Auditando el presupuesto climático
10 de octubre de 2014 - No. 184 - Año 2014
Roberto Bissio
Un calentamiento de más de dos grados centígrados en la temperatura media del planeta es desastroso también para los negocios. Esta es la conclusión a la que llega PwC (PricewaterhouseCoopers), una de las cuatro grandes firmas mundiales de auditoría y análisis de riesgos.
Ante la creciente preocupación de sus clientes, PwC ha creado una unidad especial de “sostenibilidad y cambio climático” que promete “ayudarlo a entender el impacto sobre su organización, desarrollar una estrategia coherente para enfrentarlo y apoyarlo en los cambios necesarios para ponerla en marcha”. Y para demostrar que sabe de qué está hablando, hace pocos días publicó su análisis estratégico del contexto económico y político del cambio climático.
El informe, titulado “Dos grados de separación: ambición y realidad”, sostiene que las tendencias actuales llevan a un aumento de cuatro grados en la temperatura para fines del siglo 21 con “severas consecuencias” que se extienden a la economía. En el Reino Unido, donde PwC tiene su sede, pueden esperarse tormentas, inundaciones y olas de calor, aunque también algunas cosechas se beneficiarían y la mortalidad invernal puede decaer.
Sin embargo, estas amenazas y oportunidades “domésticas” son ínfimas en comparación con las consecuencias planetarias. Los británicos tienen diez billones (millones de millones) de libras invertidas en el exterior y estos capitales son vulnerables a los desastres físicos y económicos del cambio climático. “El año pasado, las pérdidas por fenómenos climáticos extremos fuera de fronteras ya fueron significativas”, reporta PwC. Así, aunque en algunos países los impactos directos puedan ser limitados y hasta benignos, concluye que “en una economía altamente globalizada ningún país está a salvo de cambios que afectan las cadenas de suministros y los flujos de inversiones y personas”.
Naturalmente la vida vegetal sobre el planeta absorbe el dióxido de carbono (CO2) del aire y emite oxígeno, pero desde los inicios de la revolución industrial, la quema de combustibles emite mucho más CO2 del que las plantas pueden procesar y el carbón se acumula en la atmósfera. La diferencia entre el carbón emitido y absorbido reduce cada año el “presupuesto”, o sea el total de carbón que la atmósfera puede tener sin que la temperatura suba más de dos grados. Al ritmo actual, el presupuesto disponible hasta fin de siglo se habrá agotado en 2034.
Este resultado se debe, según el informe, a dos realidades “inconvenientes”. Primero, que el presupuesto, como bien saben los contadores, siempre tiene que sumar cero. Si un país se excede en sus emisiones, otro debe compensar y recortar las propias aún más, para que el resultado final no se dispare. Pero, segundo, esta realidad científica y contable no se corresponde con la realidad que viven los políticos y los economistas: “Al optar entre un cálculo económico (lo que un país cree que puede permitirse) y un cálculo científico (lo que la ciencia dice que es necesario) la tendencia es a priorizar al primero y trazar las metas en función de las capacidades económicas y técnicas nacionales”. Así, la suma de las promesas de reducción de emisiones hechas en 2010 en Cancún por todos los países llevarían a un aumento de la temperatura media de tres grados, un resultado de por sí catastrófico. Y además, estas modestas promesas no están siendo cumplidas.
Según el análisis de PwC, el noventa por ciento de las emisiones planetarias es causado por dos grupos de países, a los que llama G7 y E7. El primero es, obviamente, el Grupo de los Siete (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido más el resto de la Unión Europea) responsable por cuarenta y seis por ciento de las emisiones actuales y la casi totalidad de las históricas (un factor que PwC no menciona). El segundo, los “siete emergentes”, son los cinco BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) más México y Turquía, responsables por cuarenta y cuatro por ciento de las emisiones en 2013.
Desde la crisis de 2008, las economías del G7 están con crecimiento cercano al cero, mientras que el producto y las emisiones del E7 han crecido a un ritmo del seis por ciento anual. El vínculo entre el presupuesto carbón y el desempeño económico debe hacerse, según PwC, mirando a lo que denomina “intensidad de carbón”, o sea las toneladas de emisiones de carbón por millón de dólares del producto bruto. Como el G7 ha desplazado la producción industrial de sus países hacia los del E7, la intensidad de carbón de los países post industrializados es de 281 toneladas por millón de dólares de PBI, mientras que la del E7 es de 404.
La buena noticia es que en 2013 el E7 redujo su intensidad de carbón en casi dos por ciento, revirtiendo la tendencia alcista de los años anteriores. Pero la reducción mundial de la intensidad de carbón fue de apenas 1.2 por ciento en 2013, mientras que para mantener al planeta dentro del umbral de los dos grados centígrados de “fiebre” es necesaria una reducción anual media de seis por ciento desde ahora en adelante.
PwC no hace pronósticos, pero su informe alerta que “el tiempo es corto” para negociar los recortes a las emisiones y que no basta confiar en la buena voluntad de cada país porque “en el pasado, el enfoque voluntario ha fracasado”. Un riesgo muy grande para los negocios.
Roberto Bissio, Director del Instituto del Tercer Mundo (ITeM).
Publicado: 10 de octubre de 2014 -
No. 184 - Año 2014
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