El TPP y las barreras que limitan el acceso a los fármacos
23 de octubre de 2015 - No. 232 - Año 2015
Carlos M. Correa
Cabe destacar que existen grandes diferencias en el nivel de desarrollo entre los países del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP). No obstante, Estados Unidos pretende que se apliquen las mismas normas de protección a todas las partes del acuerdo.
La industria farmacéutica de Estados Unidos y de Europa se anotó una importante victoria con la adopción, en 1994, del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (TRIPS, en inglés), en el contexto de la entonces naciente Organización Mundial del Comercio (OMC).
Aunque se permitió un período de transición, el TRIPS no dejó espacio alguno para el tratamiento especial y diferenciado de los países según sus niveles de desarrollo. En particular, impuso a todos los miembros de la OMC la obligación de conceder patentes en todos los campos de la tecnología.
La ausencia de la protección de las patentes permite fomentar la competencia de precios en el mercado farmacéutico y, en algunos casos, el desarrollo de industrias farmacéuticas genéricas. El caso más notable es el de India, que desarrolló una sólida industria farmacéutica que hoy se conoce como “la farmacia del mundo en desarrollo”.
El Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, en inglés) para la cooperación económica es un ambicioso tratado comercial entre Estados Unidos y 11 países: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
Cabe destacar que existen grandes diferencias en el nivel de desarrollo de esos países. Por ejemplo, el producto interno bruto por habitante de Vietnam es aproximadamente 43 veces menor que el equivalente de Estados Unidos. No obstante, Washington pretende que se apliquen las mismas normas de protección a todas las partes del TPP.
De hecho, los aranceles ya son bajos entre los países que negociaron el tratado. En este sentido, es muy poco lo que se puede avanzar con el TPP.
En realidad, estos convenios tienen que ver con cuestiones tales como los derechos de propiedad intelectual. Y es probable que para Estados Unidos la razón estratégica más importante de esta iniciativa sea contrarrestar la creciente influencia de China en Asia y el Pacífico, y hacer que la región sea menos acogedora para el “capitalismo de Estado” chino.
Que los productos farmacéuticos tuvieran una mayor protección era una inquietud clave de Washington en las negociaciones comerciales que llevaron a la adopción del TRIPS.
A pesar de la mejora considerable de las normas internacionales de protección de la propiedad intelectual que implicaba ese acuerdo, las industrias farmacéuticas de Estados Unidos y la Unión Europea seguían sin estar satisfechas y aspiraron a niveles aún mayores de protección.
Sin embargo, pronto se hizo evidente que no sería posible alcanzar esos niveles dentro de las organizaciones multilaterales pertinentes -la OMC y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual- donde los países en desarrollo se resistían a reforzar la protección de la propiedad intelectual.
En este escenario, los países industrializados optaron por buscar esa mayor protección que exigían la industria farmacéutica y otros grupos a través de los tratados comerciales bilaterales o plurilaterales, en los cuales la posición de negociación de los países individuales es más débil, y las promesas de acceso al mercado, u otras ventajas comerciales reales o esperadas, hacen que los acuerdos de propiedad intelectual sean más viables.
Así, mientras que con el TRIPS las patentes están vigentes durante 20 años a partir de la fecha de su solicitud, los tratados de libre comercio (TLC) promovidos por Estados Unidos obligan a los países signatarios a ampliar el plazo para compensar las demoras “poco razonables” que superen cierto lapso en los trámites de aprobación de la comercialización de un medicamento, así como en el examen y la concesión de las solicitudes de patentes.
Los TLC también obligan, entre otras cosas, a la concesión de patentes según su “utilidad”, y no por su capacidad de aplicación industrial, y sobre todo, para garantizar la exclusividad en el mercado basada en la protección de la información de las pruebas necesarias para que se apruebe la comercialización de los fármacos, por lo general durante cinco años a partir de la fecha de esa aprobación en el país donde se solicita la protección.
Los TLC requieren igualmente socios para establecer un “vínculo” entre la aprobación de la comercialización de los medicamentos y las patentes, y así conceder a las empresas farmacéuticas los derechos que, en algunos de estos tratados, son más sólidos que aquellos existentes por la legislación de Estados Unidos.
Por ejemplo, un estudio concluyó que la extensión del plazo de las patentes generaría en Colombia un aumento de 329 millones de dólares en los gastos farmacéuticos y una reducción de siete por ciento en el consumo de fármacos en 2025.
Con respecto al posible impacto del TPP, un estudio realizado por investigadores de Australia y Estados Unidos calcula que, en Vietnam, el gobierno solo podría brindar terapia antirretroviral a 30 por ciento de quienes viven con VIH (virus de inmunodeficiencia humana), frente al actual 68 por ciento, ya que el costo anual del tratamiento por persona subiría de los 127 dólares actuales a 501 dólares con la propuesta de Washington.
El impacto negativo de las normas de estos TLC -conocidos como TRIPS+- en el acceso a los medicamentos se confirmó incluso en países industrializados que no son exportadores netos de derechos de propiedad intelectual, como Australia y Canadá. (IPS)
Carlos M. Correa es asesor especial sobre comercio y cuestiones de la propiedad intelectual del Centro del Sur.
Publicado: 23 de octubre de 2015 -
No. 232 - Año 2015
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