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Trump y el unilateralismo proteccionista

27 de enero de 2017 - No. 293 - Año 2017

Oscar Ugarteche, Armando Negrete

El unilateralismo está de regreso y para quedarse. Distinto al proyecto de Obama: el TPP,  alianzas y pactos estratégicos; Donald Trump mira que EEUU va a determinar él solo el curso de su país y del mundo en el futuro. La liquidación del multilateralismo es una reversión de las políticas instaladas en 1919 y 1944, años de grandeza americana, al final de dos guerras mundiales ganadas,  y de creación la Liga de las Naciones y las Naciones Unidas. Ahora, lo que quedó es el reflejo de la falta de alianzas y la pérdida de liderazgo mundial. El proteccionismo ha vuelto también y permanecerá, hasta que le caiga a la economía estadounidense en la cabeza.

Tras semanas de incertidumbre,productode un personaje impredecible y una campaña electoral plagada de promesas idílicas y nocisvas amenzas económicas, Trump recibióel cargo como presidente electo de EEUU y lo hizo con un discurso, aunque menos histriónico,  por demás alarmante.  Expuso  por primera vez, con arrogante ignorancia, preocupante demagogia fascista y tramposa elocuencia, cuál es la visión que tiene de la realidad y cuál es el plan de nación que le tiene preparado al mundo.

El poder en EEUU, expuso Trump con una retórica por demás gastada y vacía de contenido, ha estado en los políticos y no en las empresas trasnacionales y la gran banca, y bajo su mandato se devolverá el poder “al pueblo”. Insistió “que un pequeño grupo en la capital del país se han beneficiado de estar en el gobierno mientras el pueblo ha pagado el costo”. Sin embargo, omitió misteriosamente el escandaloso rescate bancario de Paulson por 700,000 millones de dólares y el regular gasto de 2 millones de dólares diarios que hace el lobby financiero en Washington para beneficiarse de cambios jurídicos y tributarios. En la realidad, el poder en EEUU está concentrado en Wall Street, las empresas trasnacionales y el ejército. De ahí que la naturaleza de su gabinete esté de conformado por ex presidentes de trasnacionales (Rex Tillerson, Exxon-Mobil; Andrew Puzder, CKE-Carl’s Jr; Linda McMahon, WWE; Betsy Devos, Amway), agentes del sector financiero (Gary Cohon, Goldman Sachs Group; Wilbur Ross; Steve Mnuchin) y ex generales militares (James Mattis, Mike Flynn, John Kelly). El poder está y estará intacto en Wall Street y en Washington.

Con cinismo denunció que el “establishment” se protegió y no cuidó a los ciudadanos. En su gobierno, todo parece indicar, éste seguirá protegido, sin embargo, la incertidumbre está sobre qué hace con los ciudadanos y, más importante, a cuáles se refiere. Pues, de acuerdo a su discurso de campaña: racista, xenófobo, sexista, misógino y anti islámico, de espíritu neo fascista, Trump está en la misma línea de Huntington cuando respondía a “quiénes somos y qué país queremos[1] con un reclamo del regreso de los White Anglo Saxon Protestants (WASPS) al poder. La imagen pudo apreciarse con la familia Trump subida al estrado y la cantante del himno nacional, al frente de un público tan diverso como la nación. Fue la imagen de un EEUU excluyente, anglo sajón y blanco.

Incongruente y peligroso fue también su análisis económico. Se refirió a cómo durante décadas se enriqueció a la industria extranjera a expensas de la industria estadounidense. Mencionó que bajo el esquema anterior “una por una, las fábricas se cerraron […] sin siquiera pensar en los millones y millones de trabajadores estadounidenses que quedaron atrás”. Con la misma retórica, afirmó que “la riqueza de nuestra clase media ha sido arrancada de sus hogares y luego redistribuida por todo el mundo”.  Como si la flexibilización forzada del trabajo en los países emergentes, contrario al proyecto desarrollista, no hubiera sido una estrategia de saqueo de riqueza del sur hacia el norte y explotación de trabajo por el capital transnacional.

Mostró, en muy pocos minutos, cuánto ignora el índice de productividad de su país, la dinámica económica global y el interés de las empresas trasnacionales productivas por trasladar de vuelta la producción a su país. Cabe recordar que fue EEUU la potencia que estuvo detrás de las aperturas comerciales, del consenso de Washington, de la OMC, y del outsourcing y las  cadenas globales de valor. Esta vez, sin respeto al proyecto económico contingente y, sobre todo, sin ningún soporte teórico que permita explicar la reversión de estas políticas, Trump se alzó con el proteccionismo. No ha calculado la pérdida de rentabilidad, la baja de la productividad de los factores[2] y el alza de precios que esto va a traer a su economía. De ésta forma, el prometido incremento del gasto público para mejorar escuelas, carreteras, puertos y aeropuertos, con menos impuestos, generará inflación a su economía y encarecimiento los costos de  producción por ambas razones.

Confirmó su unilateralismo económico, sobre la sentencia “la protección nos conducirá a una gran prosperidad y fortaleza”, planteó que deberán “proteger las fronteras de los estragos de otros países que fabrican nuestro productos, robando nuestras empresas y destruyendo nuestros trabajos.” De esta manera omite que fueron las trasnacionales las que se trasladaron fuera por los altos costos dentro de EEUU e instalaron el outsourcing para mejorar su productividad.

Después que esbozó el tipo de gobierno que ejercerá, dibujó un escenario aún peor. Reconoció que lo importante es si éste lo controla el pueblo, y no qué partido lo controla. Rememoró, con la referencia “NOSOTROS EL PUEBLO”, al Artículo 1 de la Constitución de EEUU, inspirado en la revolución francesa: “NOSOTROS EL PUEBLO para formar una unión más perfecta, establecer la justicia, asegurar la tranquilidad doméstica, proveer la defensa común, promover el bienestar general y asegurar las bendiciones de la libertad, ordenamos y establecemos esta Constitución”. No obstante atacó, repetidamente, a la clase política gobernante y a sus instituciones. Se refirió a ella como “un pequeño grupo en la capital [que…] ha cosechado las recompensas del gobierno mientras que la gente ha soportado el costo”.

De esta manera, el problema que aguarda es: ¿cómo “el pueblo” se verá expresado si no es a través de la clase política o sus instituciones? Lo que ha hecho Trump es atacar el centro de la política partidaria norteamericana, del mismo modo que lo hizo Hitler en su llamado a la nación[3] cuando miró que “los que están en el poder han creado su propia sentencia […] la clase media está arruinada; las esperanzas sociales de muchos millones de personas están destruidas”, o Mussolini que encontró al estado democrático y liberal como débil y agnóstico[4], o Fujimori en el Perú post-golpe de 1992, o actualmente Marine Le Pen en Francia y Nigel Farage en Gran Bretaña. Es el populismo encarnado en la derecha alterna, más a la derecha de los conservadores, que critica la esencia partidaria de la democracia.

Si la racionalidad del neoliberalismo fue devastadora para la economía mundial y el crecimiento económico global (que se redujo a 2.1%, la mitad la tasa de crecimiento en comparación al periodo 60-80), la irracionalidad patriótica de Trump y el unilateralismo conformarán un escenario en el que difícilmente habrá ganadores. Trump espera un 4% de crecimiento vía gasto publico que, combinado con el alza de la tasa de interés, va a producir un desenganche donde crecerá EEUU y nadie más, salvo Asia. Para Asia, tendrá una política del mosquito, una amenaza militar a China para asegurar que su tasa de crecimiento baje a la mitad, hasta un 3%. En poco tiempo, fruto de los problemas de productividad dentro de EEUU, no obstante lo que dice Jorgenson, se verán problemas de costos y el consumo caerá.

Toda la política económica de Trump será, cuando más, una recuperación cortoplacista. Mientras tanto, los brazos de política exterior económica, el FMI y el Banco Mundial, deberán cambiar de discurso y volverse también proteccionistas. En México sobre todo, pero en general, se deberá trabajar en otra concepción de la política económica que redefina su posición frente a EEUU. Las represalias por las medidas que va a decretar Trump no tardarán, con lo que nos espera un 2017 de muy poco crecimiento.

Notas

[1] Samuel Huntington, “Who are we?”, 2004, NY, Simon & Schuster Paperbacks

[2] Dale W. Jorgenson, Kevin J. Stiroh, “Raising the Speed Limit: U.S. Economic Growth in the Information Age”, The Brookings Institution, 2000.

[3] Discurso Adolf Hitler: 15 julio de 1932

[4] Discurso Benito Mussolini: 19 de mayo de 1926


Publicado: 27 de enero de 2017 - No. 293 - Año 2017

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