Las primeras semanas de Trump inquietan a los países en desarrollo
24 de febrero de 2017 - No. 298 - Año 2017
Martin Khor
Los primeros días de la presidencia de Donald Trump indican que piensa poner en práctica sus promesas, lo cual tiene consecuencias graves para el futuro de las Naciones Unidas, el comercio, el medioambiente y la cooperación internacional y afecta sobre todo a los países en desarrollo.
Las ilusiones de quienes pensaban que después de la toma de posesión de Trump su estilo sería el de un estadista y sus políticas moderadas, se esfumaron cuando el nuevo presidente de los Estados Unidos tomó las primeras medidas para cumplir sus promesas de campaña.
El mundo y el orden mundial deben estar preparados para las graves conmociones que se avecinan, pues todo será muy diferente. Mientras que otros países poderosos podrán tomar represalias y contraatacar cuando el presidente Trump aseste un golpe, los países en desarrollo no tendrán los medios para hacerlo y quizás sean los más perjudicados.
Ni los amigos cercanos de los Estados Unidos saldrán indemnes. Trump ha ordenado la pronta construcción de un muro en la frontera entre México y los Estados Unidos. Por si esto fuera poco, le ha pedido a México que pague el muro y ha amenazado con gravar con un 20% los productos mexicanos para financiarlo. Además, ha puesto trabas a la deslocalización de empresas estadounidenses en México.
Como es de esperar, los mexicanos están indignados y el presidente mexicano, que tenía previsto viajar a Washington, canceló su viaje. Si México, que ha sido uno de los principales aliados de los Estados Unidos, ha sido tratado de este modo, ¿podrán otros países evitar ser blanco de sus ataques?
El decreto firmado por Trump para prohibir la entrada de inmigrantes de siete países de mayoría musulmana, incluso a aquellos titulares de un permiso de residencia (green card) o que trabajen en los Estados Unidos, con el argumento de que podrían suponer una amenaza para la seguridad nacional, ha provocado no solo la ira de los países afectados sino que ha generado incertidumbre entre nacionales de otros países en desarrollo que temen que estas medidas puedan aplicarse a ellos en el futuro.
El decreto también suspende la entrada de refugiados en los Estados Unidos. De convertirse en una medida permanente, esta medida supondría el fin de una larga tradición de los Estados Unidos (y de otros países occidentales) de acoger un número limitado de personas que huyen de países en conflicto. En algunos de estos países, los problemas que obligaron a los refugiados a emigrar son el resultado de la intervención y la injerencia de los Estados Unidos y sus aliados occidentales.
También son preocupantes las señales de que los Estados Unidos están planteando una nueva visión de la cooperación internacional. Según un informe del New York Times se están preparando dos decretos para minimizar el papel de los Estados Unidos en las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales.
Uno de los proyectos de decreto prevé un recorte de al menos un 40% de la financiación para las organizaciones internacionales y dejar de financiar los organismos internacionales que reúnan determinados criterios.
El otro proyecto de decreto prevé un examen de todos los acuerdos, vigentes y pendientes, y recomendaciones sobre las negociaciones y tratados que los Estados Unidos deberían abandonar.
Según The New York Times, los recortes que traería consigo la firma de estos decretos minarían considerablemente la labor de los organismos de las Naciones Unidas que dependen de los miles de millones de dólares de las contribuciones de este país. El artículo de The New York Times señala que la firma de ambos decretos da a entender que Trump pretende cumplir sus promesas de campaña de retirar a los Estados Unidos de las organizaciones internacionales. Ya antes ha manifestado un gran escepticismo sobre acuerdos multilaterales como el Acuerdo de París de las Naciones Unidas.
Los Estados Unidos han sido los principales impulsores del sistema de relaciones internacionales posterior a la Segunda Guerra Mundial organizado en torno a las Naciones Unidas. Las Naciones Unidas han sido fundamentales como foro universal de discusión y cooperación internacional, en particular en cuanto al mantenimiento de la paz y a cuestiones económicas y sociales.
Las Naciones Unidas reúnen a los dirigentes y representantes de casi todos los países en reuniones y conferencias que dan lugar a resoluciones y declaraciones sobre una gran variedad de asuntos de actualidad. Sus organismos apoyan la formulación de políticas y la adopción de medidas nacionales e internacionales en materia de desarrollo económico, salud, alimentación, medioambiente, derechos humanos, cultura y educación, desastres naturales y refugiados.
Las Naciones Unidas vienen desempeñando un papel decisivo al crear un espacio para que los países en desarrollo expresen sus opiniones y participen en la toma de decisiones sobre asuntos internacionales. Los organismos de las Naciones Unidas han brindado recursos y apoyo a los países en desarrollo a fin de fomentar la capacidad nacional para el logro del desarrollo económico y social, así como para la prevención y la gestión de conflictos políticos.
No cabe duda de que las Naciones Unidas necesitan mejorar, en particular, democratizando el Consejo de Seguridad y otorgándoles mayor voz a los países en desarrollo, en especial en cuestiones económicas y financieras sobre las cuales las decisiones suelen ser tomadas por unos cuantos países poderosos y fuera del ámbito de las Naciones Unidas.
Sin embargo, denigrar el papel de las Naciones Unidas y reducir la financiación de sus actividades debilitaría significativamente el espíritu y la sustancia de la cooperación internacional en detrimento, especialmente, de los países en desarrollo.
Otro problema que podría avecinarse es que el presidente Trump parece dispuesto a dar un vuelco total a las políticas ambientales actuales de los Estados Unidos. Esto tendría graves efectos para el mundo, no solo en lo que respecta al medioambiente en sí, sino también a un retroceso en los esfuerzos mundiales por hacer frente a numerosos problemas ambientales.
Un día después de la toma de posesión del presidente Trump, desaparecieron del sitio web de la Casa Blanca las páginas y referencias al cambio climático. Al parecer, el presidente ordenó a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de los Estados Unidos quitar de su sitio web la sección sobre cambio climático, aunque la orden no se ha cumplido. Se ha prohibido a los funcionarios de la EPA publicar comunicados de prensa o nuevos estudios científicos y se han suspendido las subvenciones a la investigación.
Se han resucitado dos proyectos de envergadura, los oleoductos de Keystone XL y Dakota Access, frenados durante la presidencia de Barack Obama por razones medioambientales y sociales. También ha sido criticada la Ley para la energía limpia (Clean Power Act), una de las medidas clave de Obama para hacer frente al cambio climático.
Todo esto ha tenido lugar incluso antes de que se posesione el nuevo director de la EPA elegido por Trump, el fiscal general del estado de Oklahoma, Scott Pruitt, conocido por haber demandado a la EPA 14 veces. Según The New York Times, la elección de Pruitt refleja la determinación de Trump a echar por tierra los esfuerzos del presidente Obama de combatir el cambio climático y prácticamente a acabar con la misma EPA.
Este vuelco en materia de políticas va en detrimento de las iniciativas internacionales para combatir la crisis medioambiental mundial. En particular, harán mella en los largos años de trabajo colectivo para concertar medidas contra el cambio climático ya que se espera que los Estados Unidos muestren el ejemplo de que los países desarrollados toman en serio las medias nacionales sobre el clima y que están comprometidos a proporcionarles a los países en desarrollo asistencia financiera relacionada con el cambio climático.
Aún no se sabe si los Estados Unidos seguirán formando parte del Acuerdo de París o incluso de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), pero su salida de cualquiera de los dos sería desastrosa.
En cambio, es de esperar que bajo el Gobierno de Trump los Estados Unidos dejen de contribuir a la financiación del Fondo Verde para el Clima (FVC), al que Obama prometió inicialmente 3 000 millones, de los cuales entregó 1 000. Tampoco se sabe si, en caso de que los Estados Unidos lleguen a retirarse de los acuerdos, los demás países aumentarán su financiación para compensar las pérdidas ocasionadas por los Estados Unidos o si por el contrario, disminuirán su parte y dejen sumido al FVC en un mar de incertidumbre.
Otra medida importantes que ha tomado Trump es sacar a los Estados Unidos del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP). Había prometido hacerlo, pero cuando lo hizo en su primer día como presidente, la medida no dejó de causar sorpresa.
En un principio Australia y Nueva Zelanda intentaron lograr que los otros 11 países signatarios prometieran seguir haciendo que el TPP entrara en vigor, pero no contaron con el apoyo suficiente: el Japón y el Canadá afirmaron sin rodeos que sin los Estados Unidos el TPP no tiene sentido ni puede seguir adelante.
Puede decirse entonces que el TPP ha muerto. Incluso aunque en el futuro Trump o su sucesor cambien de opinión, la percepción general sobre el TPP es tan negativa que es poco probable que el Congreso llegue a aprobarlo.
Más importante que la medida misma, es su significado como símbolo de un nuevo planteamiento de los Estados Unidos en materia comercial. El TPP favorecía los intereses de los Estados Unidos de muchas maneras. Desde el punto de vista de los aspectos comerciales, los Estados Unidos tienen aranceles más bajos que sus interlocutores de países en desarrollo con los que no tenían entonces un acuerdo comercial, por lo que saldrían beneficiados en lo que respecta a la balanza comercial.
Desde el punto de vista de los aspectos no comerciales, con el TPP, defendido por los Estados Unidos bajo el Gobierno de Obama, las empresas estadounidenses se habrían beneficiado en las áreas de la propiedad intelectual, la inversión, la contratación pública y las empresas estatales.
Sin embargo, el TPP era impopular en el país porque se consideraba que cualesquiera fueran los beneficios para los Estados Unidos, estos irían a parar a manos de las empresas y de las élites y la clase media afrontaría problemas como la posible pérdida de empleos por las importaciones baratas y la deslocalización de las fábricas en el extranjero.
Para los países en desarrollo miembros del TPP la muerte del tratado supone la pérdida de la oportunidad de obtener un mayor acceso al mercado de los Estados Unidos. Sin embargo, también supone la oportunidad de evitar asumir obligaciones excesivas en materia de inversiones, propiedad intelectual, empresas estatales, entre otros.
La medida de Trump en lo que respecta al TPP es el preludio de otras políticas comerciales que desplegará pronto para poner en práctica su estrategia de «los Estados Unidos primero», acompañada de eslóganes para comprar productos estadounidenses y contratar empleados estadounidenses.
Entre las medidas propuestas en este sentido está la imposición de aranceles más altos o de «impuestos ajustados en la frontera» sobre productos provenientes de países con los que los Estados Unidos tienen déficit comercial comenzando por China y México; incentivos fiscales para las empresas exportadoras; impuestos para castigar a las empresas estadounidenses en el extranjero que exportan sus productos a los Estados Unidos y exigir que las empresas que obtengan contratos gubernamentales de infraestructura, entre otros, deban usar productos fabricados en los Estados Unidos.
Muchos países en desarrollo cuyas exportaciones dependen de los Estados Unidos y que actualmente acogen empresas estadounidenses o esperan atraer inversiones de este país, se verán perjudicados por estas políticas, que en su conjunto indican el inicio de una nueva era de proteccionismo comercial. Con esta nueva era vendrá el fin de las políticas de liberalización del comercio y de las inversiones defendidas por los Estados Unidos.
Trump anunció igualmente que planea entablar la negociación de acuerdos bilaterales directamente con cada país en lugar de negociar acuerdos comerciales regionales o plurilaterales. Si su objetivo es promover los intereses de las empresas estadounidenses incluso más de lo que se conseguía con los anteriores acuerdos de libre comercio, quizás su posición en las negociaciones sea la de maximizar las exportaciones de los Estados Unidos hacia sus países socios y a la vez minimizar las importaciones de estos países y presionarlos para que acepten disposiciones sobre inversiones, servicios, propiedad intelectual, adquisiciones, empresas estatales y otras cuestiones incluso más estrictas de las previstas por el TPP.
Otros países desarrollados como el Japón y el Reino Unido tras su salida de la Unión Europea (UE), podrían estar interesados en entablar negociaciones con los Estados Unidos bajo este nuevo modelo con el fin de obtener beneficios mutuos. Aún está por verse si habrá países en desarrollo dispuestos a suscribir unos acuerdos bilaterales que posiblemente solo beneficien a la otra parte.
Cabe preguntarse asimismo si las reglas del sistema comercial multilateral lograrán detener a la nueva Administración de los Estados Unidos. Probablemente muchas de las nuevas políticas anunciadas por Trump o su equipo (como el aumento de los impuestos y aranceles sobre los productos chinos y mexicanos o los impuestos a las empresas estadounidenses que exporten a los Estados Unidos) son contrarias a uno u otro de los acuerdos suscritos en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Incluso aunque la Administración de Trump haga algunos ajustes a las medidas para que estén en conformidad con las reglas de la OMC, seguramente serán impugnadas por otros miembros de la OMC. Si los grupos especiales de la OMC se pronuncian en contra de los Estados Unidos, ¿acatará este país las decisiones o por el contrario, desatará su ira contra la OMC y su sistema?
Entretanto los Miembros de la OMC están a la expectativa de conocer la posición del nuevo equipo comercial de los Estados Unidos en las negociaciones en curso de la OMC en Ginebra (Suiza).
Dado que su promesa de campaña fue acabar con el poder establecido, y que pretende cumplirla, los dirigentes y pueblos de todo el mundo, y en particular de los países en desarrollo por ser los más vulnerables, deben estar preparados para las nuevas y fuertes perturbaciones que se avecinan.
Martin Khor es director ejecutivo del Centro del Sur.
Publicado en South Bulletin Nº 97, 9 de febrero de 2017.
Publicado: 24 de febrero de 2017 -
No. 298 - Año 2017
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