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¿Feliz 28?

Viernes 29 de julio de 2011 - 29 Año 2011

Héctor Béjar

Escribo estas líneas el lunes 25. No escuché todavía el mensaje presidencial ni conozco, sino parcialmente, la probable composición del primer gabinete.

He leído en La Primera del viernes 22 las declaraciones de Ollanta Humala al Canal 9. Él dice que la idea es ser un gobierno de todo el Perú y no sólo del cincuenta y tres por ciento, sin necesidad de entrar a una confrontación. Gobernará con todos los peruanos y no se dejará poner la agenda por nadie.

Quiero creer en la buena intención de Humala. Ojalá pudiera hacerlo. Sería lo ideal.

Sólo que decir todos los peruanos abarca también a las mafias fujimorista y aprista, las empresas mineras y los técnicos neoliberales que han gobernado para el aprofujimorismo. No creo que se haya referido a ellos, porque la honestidad hace la diferencia. Esos perdieron las elecciones y no tienen derecho a imponer condiciones.

Los que robaron la plata del Estado deben devolverla. Es lo mínimo exigible. Pero sucede que en vez de eso, afirman su cinismo y algunos pretenden regresar al poder o continuar en él sin rendir cuentas.

Quienes contaminan las aguas y el aire deben declarar al menos que adoptarán medidas para no continuar haciéndolo (esto tiene que ver con tirios y troyanos, pobres y ricos). Pero sucede que nadie manifiesta ese propósito y los más poderosos siguen asustándonos con irse del país si les cobramos impuestos.

Parece que quienes han tenido las llaves del Banco Central de Reserva y el Ministerio de Economía y Finanzas continuarán teniéndolas. Lo máximo que ofrece el futuro ministro de Economía es ser bueno con los programas sociales. Es lo de siempre. Denme la caja y les paso alguito (en este caso Pensión 65 y Cuna Más) para mantener a la gente contenta. La derecha con la plata y la izquierda haciendo de dama de caridad.

La supuesta eficiencia del presidente del Banco Central de Reserva en “mantener la estabilidad macroeconómica” ya la conocemos. Consiste en defender al dólar, moneda extranjera, no al sol, moneda nacional, y decir que no hay inflación en las estadísticas cuando las cosas suben todos los días en los mercados. El Perú es el único país del planeta cuyo banco central defiende una moneda extranjera.

La “estabilidad” consiste en guardar las reservas internacionales en el tesoro norteamericano ganando dos por ciento anual de interés y en una moneda que ya no tiene respaldo. Es decir, contribuir a mantener la decadente economía norteamericana regalándoles el dinero. ¿Si usted tuviera ahorros los guardaría en un banco que le pague dos por ciento de interés anual?

Los propósitos de unidad y concertación son buenos cuando los concertantes hacen por lo menos promesas de cambiar. Los peruanos estamos esperando muestras de cambio por parte de una derecha que no acepta en la práctica los resultados electorales.

Los otros aspirantes a ministros, todos  gente honesta y respetable, han sido sometidos a sucesivas humillaciones. La presencia impertinente del señor Toledo, gran perdedor de las elecciones metiéndose en todo a cambio de sus votos en el Congreso. Entendimientos bajo cuerda con el Partido Popular Cristiano (PPC). Una desagradable sucesión de embarques y desembarques, anulaciones de nombres y sacadas de manteca. Realismo político, le dicen. Qué falta de autoestima.

¿Y la izquierda? Pagando su culpa por su incapacidad para presentar al país una alternativa unida y unitaria, madura y responsable. Y en vez de eso, sus personajes más conocidos compitiendo individualmente en la arrebatiña oportunista de cargos.

Y así no debe ser el juego. Sobre todo si varios millones de electores esperan algo más que la vieja política del tanto me das tanto te doy.

Es hora de conceder credibilidad y utilizar creativamente los espacios que se abrirán en el proceso para avanzar en la toma de conciencia popular. La realidad es exigente y va a pedir definiciones. Algunas ya se anuncian, como el impuesto a las sobreganancias mineras, por ejemplo.

¡Y felices fiestas patrias! Al menos no tenemos en Palacio de gobierno a la banda que ya ustedes conocen. Todo lo demás es pronóstico reservado y depende en gran medida de nosotros los ciudadanos.

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Otro espacio de concertación social surgido en los primeros años de la transición fueron las Mesas de Lucha contra la Pobreza, pero asentadas en el ámbito local y en relación con organizaciones sociales de base.

Casi una década después podemos afirmar que se trató de experiencias de reducido impacto y alcance limitado. Por un lado, ninguna política pública de trascendencia se adoptó en estos espacios de concertación social (los TLC, por ejemplo). Tampoco se asumió como una instancia de deliberación política para acordar cambios a la Constitución de 1993 surgida de un golpe de Estado, a pesar de los ofrecimientos electorales de fuerzas políticas como el Apra. No fueron plataforma de reformas importantes para garantizar el financiamiento de la educación y la salud, para la cual se necesitaba un nuevo acuerdo tributario y distributivo. A la postre, estos espacios legitimaron como “democráticos” los gobiernos de Alejandro Toledo y Alan García, cuando decisiones clave que afectaban a sectores sociales se tomaron discrecionalmente o en “coordinación” con los grupos de poder económico, principalmente en el terreno de las industrias extractivas.

Es probable que Ollanta Humala anuncie en su discurso inaugural la creación del Consejo Económico y Social, una iniciativa incluida en sus tres documentos programáticos. No queda del todo claro qué forma adoptaría, su alcance, conformación y objetivos. Tampoco en qué se diferenciaría de los espacios de concertación social existentes, como por ejemplo el desfalleciente Acuerdo Nacional.

Lo cierto es que existe una serie de medidas cruciales que tocarán nervios de importantes intereses económicos y corporativos. La implementación de programas sociales como Pensión 65, Cuna Más, el aumento del salario mínimo y la revolución educativa, entre otros probables anuncios, requieren necesariamente un aumento de la presión tributaria, muy por debajo en el Perú del promedio regional. El ofrecimiento de aplicar un impuesto a las sobreganancias mineras aparece como la principal fuente de recursos para extender el gasto social y emprender reformas clave en el Estado y la economía.

Queda por ver si los gremios empresariales, hoy sensibles a la demanda de inclusión social de la población, son capaces de consensuar un sistema de tributación progresivo. Y también si los partidos políticos y organizaciones sindicales están en condiciones de encauzar las protestas y conflictos sociales provocados por la permanencia –esperamos que temporal– de los patrones de crecimiento y acumulación vigentes desde hace veinte años.

Encrucijadas

La confirmación del primer gabinete del gobierno de Gana Perú intenta expresar la voluntad del presidente de formar un gobierno de todas las sangres. Atrás quedó el discurso radical de las elecciones del 2006, claramente ubicado a la izquierda en el espectro político.

Algunos han leído estas movidas como una estrategia militar: la necesidad de neutralizar al enemigo mientras se conoce el terreno. Por un lado se tranquiliza a los “mercados” y se limita su capacidad de presión mediática, al tiempo que se aprende el manejo del Estado y se acumula fuerzas para el momento de impulsar reformas de fondo.

No será un proceso fácil. El nuevo gobierno enfrentará un escenario internacional sombrío por la crisis económica en Estados Unidos y Europa, en medio del embalse de expectativas y demandas sociales largamente desatendidas por los últimos gobiernos. De cómo maneje Ollanta Humala el conflicto y la pugna distributiva dependerá el éxito no sólo del gobierno sino del régimen democrático.


Publicado: Viernes 29 de julio de 2011 - 29 Año 2011

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