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La Primavera Árabe, diplomacia pública y operaciones especiales

Viernes 02 de marzo de 2012 - 55 Año 2012

Javier Alcalde Cardoza*

Viene quedando en claro que la situación de desorden y falta de democracia que prevalece en Libia no tiene semblanzas ni muestra perspectivas de  mejora con relación a lo que ocurría durante la dictadura de Gaddafi.

En Egipto, apreciamos que las fuerzas que sacaron del poder a Mubarak son mayoritariamente islamistas y no precisamente democráticas.

Frente a estas realidades, podemos preguntarnos cuánto de lo sucedido en ambos países y de lo que ha sido proclamado sobre la región por la prensa internacional se ha relacionado en verdad con unas ansias populares de democracia y cuánto puede haber sido influido por abiertas y subrepticias intervenciones extranjeras y por una distorsionada interpretación de los hechos.

Podemos también legítimamente sospechar que en el creciente levantamiento contra Assad en Siria hay un significativo componente de operaciones especiales occidentales y la misma tendenciosa presentación de los hechos por los grandes medios internacionales.

Por supuesto que estos tres casos muestran diferencias.

La caída de Mubarak en Egipto tuvo causas claramente internas. Era un régimen extremadamente represivo, corrupto e impopular que no podía seguirse sosteniendo. El ingrediente occidental consistió en presentar los acontecimientos como una consecuencia de anhelos democráticos y de un liderazgo de jóvenes internautas.

Precisamente, la inminencia de la caída de Mubarak y la probable pérdida de un aliado central de Estados Unidos en la región parecería haber jugado un papel clave en la intervención occidental en Medio Oriente. Se trataría de un vasto intento de precipitar una recomposición del orden en países con poblaciones reprimidas y vulnerables, con miras no sólo a compensar una eventual pérdida del alineamiento de Egipto sino a inclinar decisivamente la balanza del lado de los intereses europeos y norteamericanos en la región.

Y la forma de conseguir la simpatía y el apoyo de la opinión pública internacional en este empeño ha consistido en montar una campaña mediática, atribuyendo, con  un aura de romanticismo, propósitos liberales y democráticos a las fuerzas rebeldes que buscan reemplazar a los regímenes seleccionados. De manera similar a como se presentó a la sociedad civil como gestora de la caída de los regímenes comunistas de Europa oriental en los años noventa.

En el caso de Libia, cuyo petróleo resulta muy importante para Europa, y que podría convertirse en un aliado occidental que reemplazara en algún aspecto a Egipto, la intervención de la OTAN no se limitó a neutralizar a la aviación y bombardear a las fuerzas de Gaddafi (en una muy discutible interpretación del mandato de las Naciones Unidas). Se ha comprobado, en entrevistas de la BBC en enero de este año, que en la campaña terrestre hubo presencia, por lo menos, de militares ingleses que entrenaron, organizaron y ayudaron en la provisión de armamento a las heterogéneas huestes rebeldes.

Sin embargo, el desarrollo de la guerra civil en Libia fue caracterizado de manera burda por los grandes medios internacionales, de idéntica manera a lo que hacen hoy en Siria, como una serie de protestas espontáneas de civiles inofensivos y  desarmados que son masacrados bárbaramente por el gobierno.

Los medios dejan, crucialmente, sin explicar cómo unos civiles indefensos pueden tener la capacidad  de tomar ciudades y de prevalecer en sus enfrentamientos con ejércitos profesionales. Las muertes de inocentes civiles y el terror se achacan sólo al gobierno.

La realidad es que las fuerzas especiales de las principales potencias de la OTAN están altamente entrenadas para cumplir las funciones de infiltrarse en terceros estados con el fin de organizar actos de sabotaje y terrorismo, aprovechar el desafecto de sectores de la población para fomentar la insurgencia y sobornar a elementos del gobierno y las fuerzas armadas.

Lo que no pueden garantizar es que las facciones de su preferencia sean las que lleguen al poder y que la revuelta triunfante no degenere en el caos.

Sabemos que una campaña exógena de subversión se ha venido desarrollando desde hace un tiempo en Siria, porque fue discretamente criticada en un artículo editorial del New York Times en 2005, advirtiendo que la caída del régimen Alawita, como la de Saddam en Irak, podría abrir una caja de Pandora en el país.

* Profesor de la Academia Diplomática y de la Pontificia Universidad Católica del Perú.


Publicado: Viernes 02 de marzo de 2012 - 55 Año 2012

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