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El endeble ascenso del Sur

Viernes 01 de junio de 2012 - 68 Año 2012

Yilmaz Akyüz

El crecimiento en las economías en desarrollo se ha acelerado mucho en el nuevo milenio. Mientras que en los años ochenta y noventa este crecimiento fue apenas superior al de las economías avanzadas, a partir del 2000 la diferencia se disparó hasta cinco por ciento y se amplió aún más durante del 2008 al presente.

En todas las regiones, el crecimiento de las economías en desarrollo es más rápido que en el pasado, mientras que el de China continúa acelerado desde 1990. Muchos economistas han interpretado esto como un “desacoplamiento” del Sur respecto al Norte. Sin embargo, una mirada más cercana sugiere que el repunte del crecimiento en el Sur se debe más a una excepcional e insostenible situación económica mundial que a mejoras reales en sus propios fundamentos económicos. No hay, entonces, lugar para la complacencia.

Hasta que la crisis financiera golpeó en 2008, las burbujas de crédito, de consumo y bienes raíces en las economías avanzadas -y en particular en Estados Unidos- generaron un entorno mundial muy favorable para las economías en desarrollo en el comercio, la inversión, los flujos de capital y los precios de las materias primas. Al menos un tercio del crecimiento anterior a la crisis en China se debió a las exportaciones hacia las economías avanzadas y la proporción es aún mayor para las economías exportadoras más pequeñas de Asia.

Desde el 2000, las tasas de interés históricamente bajas y la rápida expansión de la liquidez en Estados Unidos, Europa y Japón desencadenaron una búsqueda de rentabilidad y un auge de los flujos de capital hacia las economías en desarrollo. Esto se complementó con un aumento de las remesas de los trabajadores, que superan el veinticinco por ciento del PBI en algunos países pequeños, pero incluso en India llegan al tres por ciento. Los precios de las materias primas también subieron fuertemente, en gran parte debido al rápido crecimiento en China, impulsado por las exportaciones a las economías avanzadas.

El auge se acentuó a medida que los inversionistas financieros comenzaron a interesarse en los mercados de productos básicos. América Latina no hubiera crecido tanto en la última década si los términos de intercambio, las tasas de interés en dólares y los flujos de capital se hubieran mantenido como estaban a fines de los años noventa.

La crisis deterioró el ambiente económico internacional en todas las áreas antes favorables a la expansión de las economías en desarrollo. Los flujos de capital y los precios de las materias primas se invirtieron y las economías avanzadas se contrajeron. Sin embargo, las economías en desarrollo mostraron resistencia y tuvieron una recuperación rápida, sobre todo donde hubo una fuerte respuesta anticíclica, posible gracias a la balanza de pagos favorable, las reservas abundantes y las posiciones fiscales acumuladas durante la expansión anterior.

Como resultado, la demanda interna pasó a impulsar el crecimiento en algunas economías clave del Sur. China jugó un papel fundamental, con un paquete masivo de estímulo a la infraestructura y la inversión inmobiliaria. Este crecimiento empujó al alza a los precios de las materias primas, más aun que el anterior crecimiento basado en las exportaciones.

Los flujos de capital también se recuperaron rápidamente gracias a las fuertes reducciones en las tasas de interés y la emisión de moneda en las economías avanzadas, en respuesta a la crisis. Esto ha sido más que suficiente para satisfacer los crecientes déficit en varias de las principales economías en desarrollo, como India, Brasil, Turquía y Sudáfrica.

Pero en el mediano plazo es improbable que se mantenga el crecimiento excepcional que goza el Sur. En primer lugar, los grandes ajustes que enfrentan las economías avanzadas hacen imposible volver a las muy favorables condiciones económicas internacionales vigentes antes de la crisis mundial. Si Estados Unidos volviera a ser una locomotora, con crecimiento basado en déficit, se desestabilizarían seriamente los sistemas comercial y monetario internacionales.

Tampoco puede durar mucho el crecimiento impulsado por la demanda interna y ya hay fuertes signos de desaceleración en China. La estrategia china de compensar la desaceleración de sus exportaciones a las economías avanzadas con aceleración de la inversión no puede funcionar indefinidamente. Es necesario pasar a un crecimiento impulsado por el consumo, elevando el consumo privado de su actual “nivel de guerra” de apenas treinta y cinco por ciento del PBI. Pero hacerlo implicará obstáculos políticos, ya que requerirá una redistribución significativa de la riqueza y los ingresos.

Si el crecimiento en China baja, moderadamente, a un siete por ciento, esto bastará para poner fin al auge de los productos básicos, amenazando el crecimiento en varios países de América Latina y África. Por otra parte, tampoco puede durar para siempre la combinación de tasas bajas de interés y expansión rápida de liquidez en las economías avanzadas, que sostienen los flujos de capital a las economías en desarrollo. Los más vulnerables son los países latinoamericanos que hasta ahora han disfrutado de los auges simultáneos de precios de los productos y flujos de capital.

La mayoría de las economías en desarrollo necesitan revisar sus modelos de desarrollo para seguir creciendo. Las economías asiáticas orientadas a la exportación deben reducir su dependencia de los consumidores en las economías avanzadas y expandir sus mercados nacionales y regionales. Los exportadores de productos básicos en América Latina y África necesitan reducir su dependencia de los flujos de capital y los precios altos, dos determinantes de su crecimiento que escapan al control nacional. Para eso hace falta alejarse del Consenso de Washington en las políticas macroeconómicas.

* Economista Jefe de South Centre.


Publicado: Viernes 01 de junio de 2012 - 68 Año 2012

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