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Escribiendo cartas sobre el tiempo

12 de setiembre de 2014 - No. 180 - Año 2014

Roberto Bissio

En la tercera semana de setiembre, al inaugurarse un nuevo periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el secretario general, Ban Ki-moon, ha convocado a una “Cumbre del Clima” el día 23 a la que asistirán jefes de Estado, dirigentes de grandes corporaciones, académicos y un puñado de representantes de la sociedad civil.

Quienes niegan que el cambio climático existe o es provocado por las emisiones de carbón van quedando en minoría, pero aún son generosamente financiados por las fundaciones de los hermanos Koch. El Partido Republicano de Estados Unidos sigue usando sus mayorías parlamentarias para bloquear los aún tímidos intentos del presidente Barack Obama por imaginar un futuro post carbón.

La Cumbre convocada por Ban no tiene poder de decisión y, en esencia, es un ejercicio de relaciones públicas dirigido a neutralizar a los negadores y movilizar opinión en favor de las reuniones verdaderamente decisorias: la 20ª Conferencia de las Partes (COP 20) -o sea los firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático-, que se reunirá en Lima en diciembre de este año, penúltima cita antes de la COP 21 del año próximo en París.

Los gobiernos se han comprometido a aprobar, antes del fin de 2015, compromisos obligatorios y verificables para reducir las emisiones de carbón que amenazan con alteraciones catastróficas en el clima de todo el planeta. Pero el qué hacer y el cómo repartir la carga del ajuste todavía es objeto de intensos debates.

El 21 de setiembre, dos días antes de la Cumbre, un millar de organizaciones sociales, sindicatos, empresas, iglesias y grupos ambientalistas han convocado a una manifestación popular sobre el clima que promete ser la mayor concentración humana en Nueva York en décadas. El mensaje común es que el planeta tiene fiebre: la temperatura media de la tierra ha sido de catorce grados centígrados durante los últimos diez mil años. Ahora es casi un grado más y podría aumentar entre dos y seis grados más antes del fin de este siglo. “Como a los humanos, una fiebre tal puede provocar convulsiones, coma y muerte”, dice el Movimiento de Justicia Climática.

Pero las recetas para estos síntomas no son unánimes. La Red de Soluciones para el Desarrollo Sustentable, presidida por el economista Jeffrey Sachs, está juntando firmas de académicos, políticos y empresarios para un “mensaje a los líderes mundiales” en el que se advierte que “por primera vez en la historia humana, la salud del planeta y por tanto las bases para el desarrollo económico futuro (…) está en juego”. El mensaje propone que “todos los países se comprometan a descarbonizar sus sistemas de energía” pasando del carbón, petróleo y gas natural a “energías de bajo carbón de distinto tipo” y en un paréntesis menciona el viento, la energía solar, nuclear y los sistemas de captura y absorción del carbón”. Esta última tecnología propone cultivar biomasa (que absorbe el dióxido de carbono), quemarla para producir energía y luego capturar y almacenar el carbón que resulta de la combustión. El efecto total -todavía no comprobado en la práctica- sería una emisión negativa, es decir, retirar el carbón de la atmosfera.

Este paréntesis suscitó una reacción airada de diversos movimientos populares, como ATTAC y Vía Campesina, y ONGs como Focus y Ecologistas en Acción, quienes en otra carta pública denuncian “la captura de la cumbre del clima por las corporaciones multinacionales”, al proponer “soluciones falsas” que “mercantilizan la naturaleza y la vida” y “generan más ganancias para las trasnacionales”.

Ambas cartas coinciden en que un aumento de dos grados en la temperatura media del planeta, que es el límite hasta ahora considerado aceptable, podría ser demasiado y debería adoptarse, en cambio, la meta de un grado y medio. Y unos y otros apoyan las energías eólica y solar. Pero la nuclear en todas sus formas, aunque no agrega al carbón en la atmósfera, es inaceptablemente arriesgada para los ecologistas, mientras que las fórmulas de “emisión y captura” son vistas, en el mejor de los casos, como un paliativo pero no como parte de la solución. “Necesitamos un sistema que vincule el cambio climático y los derechos humanos y provea protección a las comunidades vulnerables, como los migrantes, y reconozca los derechos de los pueblos indígenas”, sostienen.

La actividad humana es responsable de los altos niveles de carbón en la atmósfera, pero la mayoría de los humanos queman muy poco. El mundo tiene siete mil millones de personas. Mil millones de ellas, las más pobres, son responsables por apenas un tres por ciento de las emisiones de carbono. Y son, a la vez, las más vulnerables a las amenazas asociadas al cambio climático. Mientras tanto, los mil doscientos sesenta millones de personas que viven en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico son responsables del cuarenta y dos por ciento de carbono que se acumula en la atmósfera cada año, y de la casi totalidad del acumulado en los últimos dos siglos, desde la revolución industrial.

Una carta expresa la indignación de las víctimas. La otra apela a la conciencia de quienes crearon el problema.

Roberto Bissio, Director del Instituto del Tercer Mundo (ITeM).


Publicado: 12 de setiembre de 2014 - No. 180 - Año 2014

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