La deuda externa en América Latina: avances y retrocesos
21 de noviembre de 2014 - No. 190 - Año 2014
Rodolfo Bejarano
Luego del periodo de crisis de la década de los ochenta, la deuda externa en América Latina ha atravesado diversos episodios marcados por reestructuraciones, renegociaciones y hasta moratoria de pagos, que se dieron en distintos momentos, contextos y con diversas características.
El periodo de los noventa se caracterizó por los programas de reestructuración con los acreedores oficiales agrupados en el Club de París, así como con la deuda comercial a través del Plan Brady, los que se dieron en medio de la aplicación de las recetas del Consenso de Washington.
En el año 2000 comienza a implementarse la iniciativa HIPC (en inglés, Heavily Indebted Poor Countries) con los países más endeudados de la región, como Bolivia, Nicaragua, Honduras y Guyana, con la que se esperaba reducir los niveles de sobreendeudamiento y mejorar las condiciones sociales de las poblaciones de los países en donde fuera aplicado el programa, amarrado además a la estrategia de reducción de la pobreza.
La aplicación de estos programas no dieron los resultados esperados –al menos para las mayorías que sufrían las consecuencias– debido a que se concibieron y aplicaron bajo los mismos fundamentos de la política neoliberal impulsadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
Salvo algunos casos que marcaron la diferencia al intentar hacer frente al status quo financiero en la década del 2000 (como Ecuador, que realizó una auditoría de su deuda, o Argentina, que renegoció con sus acreedores), casi todos los países en general han seguido las pautas de años anteriores.
La bonanza de los precios de las materias primas entre 2002 y 2008 significó una mejor posición de los países de América Latina, sobre todo para los exportadores primarios, que se beneficiaron de mejores ingresos por exportaciones e inversión extranjera y un crecimiento sostenido de sus economías, lo que redujo la relación de deuda sobre el producto bruto interno (PBI) hasta llegar a un diecisiete por ciento para toda la región (datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe – Cepal).
Luego de la crisis internacional y la caída de los precios, este ratio ha venido subiendo hasta el veintiuno por ciento en el 2013, explicado en gran parte por el aumento de la proporción de la deuda pública por sobre la deuda privada. Todo ello junto con una evolución desfavorable de la balanza en cuenta corriente, que para el 2013 es deficitaria en casi todos los países de la región (-1.4 por ciento en total).
Entre los países que más han incrementado su deuda en proporción a su PBI están Honduras, Costa Rica, Chile, República Dominicana y El Salvador, que entre 2010 y 2013 han tenido subidas de entre cinco y diez por ciento. Los que menos han variado son Brasil, Colombia, Guatemala, Haití y Perú, cuyas cifras para ese mismo periodo están entre 0.1 y cuatro por ciento. Por otro lado, están los países que han tenido reducción en su deuda sobre el PBI, como son los casos de Argentina, Bolivia, Ecuador, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Uruguay y Venezuela.
Los países con mayor endeudamiento sobre el PBI en el 2013 son El Salvador (50.5 por ciento), Chile (46.7 por ciento), Nicaragua y Uruguay (ambos con treinta y nueve por ciento). Entre los menos endeudados están Brasil (catorce por ciento), Haití (quince por ciento), México (18.7 por ciento), Paraguay (16.5 por ciento) y Ecuador (19.4 por ciento).
El promedio para América Latina es de veintinueve por ciento en relación al PBI, mientras que para el Caribe es de treinta y ocho por ciento.
Según las previsiones de recuperaciones muy leves del crecimiento económico en América Latina y la presión que habría por los requerimientos financieros hacia adelante, las perspectivas para el endeudamiento en la región no son muy favorables, tomando en cuenta además los vaivenes del dólar y las fugas de capitales que puedan haber en busca de mejores retornos en mercados externos.
El fortalecimiento de las finanzas públicas y la búsqueda de una nueva arquitectura financiera regional debe ser uno de los objetivos en la política de financiamiento de los países, de modo que se reduzca la dependencia del sistema financiero que es lo que hasta ahora nos mantiene en la incertidumbre.
Rodolfo Bejarano es Ingeniero economista peruano miembro del equipo técnico de la Red Latinoamericana sobre Deuda, Desarrollo y Derechos (Latindadd).
Publicado: 21 de noviembre de 2014 -
No. 190 - Año 2014
Muy bien me gusto graciias