Los dilemas del TLCAN
20 de octubre de 2017 - No. 328 - Año 2017
Oscar Ugarteche, Armando Negrete
La discusión en torno al TLCAN le ofrece a México, y en adelante a las demás naciones, la oportunidad de re-construir sus cadenas productivas al interior del país, generar ventajas comparativas dinámicas más que aprovechar las estáticas (geografía, recursos naturales, mano de obra) y recuperar el crecimiento de la producción y del ingreso nacionales a partir de mercados internos y más simétricos. Esto obligaría a transformar las relaciones subordinadas y dependientes que la elite rentista construyó, y volver a construir burguesías dedicadas a la producción, la innovación y el desarrollo de la producción real. Regresar a los términos de la OMC en este marco no sería un desastre sino el inicio de otra época.
Por cuarta ocasión, después de siete días, terminó el 17 de octubre una ronda más de discusión sobre cambios en el TLCAN. Detrás de los planes, anuncios y balances que se han realizado, las fuerzas económicas de los tres países aún no acuerdan reconocer lo evidente. Se trata de tres actores nacionales que conocen, gozan y padecen los efectos del TLCAN, pero no consiguen conciliar las fuerzas políticas y económicas al interior y exterior de sus países. EEUU tiene dos niveles de enfrentamiento y discusión sobre el TLCAN, uno interno, otro externo. Al interior, además y a pesar de Trump, se encuentran las corporaciones frente al estancamiento económico y la promesa política del redespliegue. Las corporaciones, las agroindustrias sobre-subsidiadas y las automotrices deslocalizadas, representadas en la Cámara de Comercio de Estados Unidos (USCC), se han posicionado rotundamente a favor de conservar el TLCAN, bajo el cual han recibido protección que no tendrían con la OMC. Contra la USCC está la “búsqueda trumpiana” por reactivar la economía doméstica, disminuir desempleo y aumentar la productividad a partir de la nueva industria automotriz eléctrica y robotizada. Esta segunda posición acusa a México como el máximo beneficiario del TLCAN y ha manifestado, apoyada en la ideología proteccionista anidada en crecientes sectores sociales, sindicatos y empresarios, su deseo por cancelar el TLCAN. Por otro lado está Canadá, una de las economías con mayor apertura comercial del mundo, abiertamente librecambista neoliberal, aunque con un comercio exterior con América del Norte inferior a un tercio de su PIB. Opera con una amplia diversificación productiva y comercial, está estructurada transnacionalmente, y posee una composición técnica avanzada. De manera paradójica, el gobierno canadiense se ha declarado en contra de los bajísimos niveles de salario en México, aunque a favor del libre comercio y movilidad de capitales. El 10 de octubre, el primer Ministro de Canadá declaró que su país no ha sido el problema del TLCAN, que México es el problema; y que su comercio con EEUU podría continuar bilateralmente. Esto se lo propuso a Trump cuando aterrizó en Washington ese día1. En México, por otra parte, se posicionan sectores empresariales divididos; una clase trabajadora con salarios diez veces inferiores a los de EEUU o Canadá; un aparato institucional obediente y atento a la decisión de la administración estadounidense; y defensores de los intereses transnacionales como proyecto de nación. La división en la postura del sector empresarial mexicano se debe a la destrucción de la burguesía nacional que el TLCAN completó con la entrega de la industria productiva al interés transnacional y convirtió a los sobrevivientes en una élite rentista dueña de medios de comunicación, servicios y ensamble. Pocos son los empresarios interesados en defender condiciones de producción y comercio autónomas (como las de la OMC), pues la mayoría empresarial está enganchada a cadenas de valor estadounidenses (82% de las exportaciones) articuladas a través del TLCAN. (Ver gráfico)
|
Publicado: 20 de octubre de 2017 -
No. 328 - Año 2017
No hay comentarios
Envíe su comentario
Login