Vivimos en un mundo transformado en casino donde nuestro sustento, nuestra seguridad, nuestro fututo y nuestro planeta están en juego. Así comienza el informe lanzado el lunes pasado, dos semanas antes de la Cumbre de Río sobre desarrollo sustentable (río+20), por un grupo de activistas y académicos de todo el mundo, bajo el título “No hay futuro sin justicia”.

Vivimos en un mundo donde veinte por ciento de la población se queda con ochenta por ciento de los ingresos, mientras que solo un centésimo de cada dólar llega al veinte por ciento más pobre, continua el análisis. Mientras que la preocupación de políticos y economistas en todas partes es el crecimiento económico, el informe señala que “los beneficios de la globalización se han distribuido muy desparejo” y que el crecimiento económico previo a la crisis actual, “concentró la riqueza, en vez de financiar un acceso equitativo a los servicios públicos esenciales”.

El informe aboga por cambios fundamentales para abordar las causas profundas de las múltiples crisis globales y reclama “aprender de las crisis ambientales, sociales y económicas”, “mirar más allá de los conceptos y metas convencionales” y “repensar fundamentalmente los modelos e indicadores de desarrollo y progreso social en el Norte y el Sur”.

Conscientes del estancamiento de las negociaciones globales en diversos foros, el Grupo no propone bajar las expectativas para lograr un consenso mundial sobre el mínimo común denominador –demasiado mínimo en estos tiempos- sino, por el contrario, “cambiar el rumbo hacia un enfoque holístico” y propone “un desarrollo basado en los derechos”.

“Los gobiernos no han puesto sus políticas en consonancia con los principios universalmente acordados de sustentabilidad y los derechos humanos. En cambio, las políticas son todavía demasiado a menudo fragmentadas sectorialmente y equivocadas, con demasiada confianza en el crecimiento económico y la autorregulación de los ‘mercados’. Nuevos conceptos como el “crecimiento verde” son, en el mejor de los intentos, para tratar los síntomas de los problemas sin abordar sus causas profundas.

Tres cambios fundamentales son propuestos. Primero, en la mentalidad, los conceptos rectores y los indicadores de desarrollo y progreso. Segundo, en las políticas fiscales y regulatorias a nivel nacional, regional e internacional con el fin de superar de manera efectiva las desigualdades sociales y la degradación de la naturaleza y para fortalecer las economías sostenibles. Y finalmente, en las instituciones y los mecanismos de gobernanza a nivel nacional, regional e internacional.

Tras dos años de trabajo de un grupo interdisciplinario e intercultural, el informe, publicado por la Fundación Dag Hammarskjöld, de Suecia, combina la fe en la tecnología del ecologista alemás Ernst Ulrich von Weizsäcker, quien preconiza una multiplicación por cinco de la eficiencia en el uso de recursos naturales como manera de respetar los límites planetarios sin sacrificar los niveles de vida, con la esperanza de Jorge Ishizawa en operativizar el concepto andino de “buen vivir” para cambiar las formas de pensar al despilfarro de recursos como equivalente de bienestar.

El Grupo hace propuestas concretas de reformas fiscales y regulatorias orientadas por un conjunto de principios y valores compartidos a nivel mundial y define los principios básicos de los futuros objetivos de sustentabilidad global. El producto bruto no es el indicador adecuado y el Indice de Felicidad Nacional Bruta que se calcula desde hace décadas en el pequeño reino de Bután en el Himalaya puede dejar de ser una nota al pie exótica o simpática para estimular un debate urgente sobre nuevas medidas y metas.

El sistema de derechos humanos, que incluye las libertades civiles y políticas pero también los derechos económicos, sociales y culturales, los derechos de las mujeres y de los pueblos indígenas, proporciona la base ética y jurídica para las políticas necesarias. No se trata solo de que haya justicia en el futuro, sino que la justicia es necesaria para que haya un futuro, tan graves son las amenazas actuales a la naturaleza que sostiene la vida y a los contratos sociales que sostienen la civilización. Para que el desarrollo de hoy no bloquee a las futuras generaciones, hace falta que los derechos de quienes heredarán el planeta también sean reconocidos y defendidos.

* Director del Instituto del Tercer Mundo (ITeM).

Miembros del Grupo de Reflexión de la Sociedad Civil sobre las Perspectivas Globales: Alejandro Chanona Burguete (UNAM, México), Barbara Adams (Global Policy Forum, New York), Beryl d’Almeida (ABC, Zimbabwe), Chee Yoke Ling (Red del Tercer Mundo, Beijing), Danuta Sacher (Terre des Hommes, Alemania) , Ernst Ulrich von Weizsäcker (Panel Internacional de Recursos, Alemania), Filomeno Santa Ana III (Acción para la Reforma Económica, Filipinas), Jorge Chira (Terre des Hommes, India), «Gigi» Josefa Francisco (Alternativas de Desarrollo con Mujeres para la Nueva Era , Filipinas), Henning Melber (Fundación Dag Hammarskjöld, de Suecia), Hubert Schillinger (Friedrich-Ebert-Stiftung, Alemania), Jorge Ishizawa (PRATEC, Perú), Karma Ura Dasho (Centro de Estudios de Bután), Roberto Bissio (Social Watch, Uruguay), Victoria Tauli-Corpuz (Fundación Tebtebba, Filipinas), Yao Graham (Red del Tercer Mundo de África, Ghana), Jens Martens (Coordinador, Global Policy Forum Europa, Alemania) y Wolfgang Obenland (asistente de coordinación).

El informe completo está disponible en: www.dhf.uu.se

Publicado: Viernes 08 de junio de 2012 - 69 Año 2012