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La tragedia de Lampedusa

18 de octubre de 2013 - No. 136 - Año 2013

Mirjam van Reisen

La trágica muerte de cientos de refugiados cerca de la isla italiana de Lampedusa a principios de octubre, en sucesivos naufragios, ha llamado la atención pública sobre la dura y cruel realidad que enfrentan miles de personas en su intento de huir de la inseguridad y la opresión. El 3 de octubre, quinientos eritreos viajaban hacia Europa desde Libia en un barco que se incendió cerca de la costa italiana. Solo ciento cuarenta y siete fueron rescatados.

Las imágenes de cadáveres de hombres, mujeres y niños, muchos aún lactantes, conmocionaron al mundo y el Papa Francisco declaró al 5 de octubre “un día de lágrimas”.

Los sobrevivientes podrían haber sido más, pero los guardacostas impidieron a los pescadores prestar auxilio a los náufragos. “La ley de inmigración de Italia es inhumana”, dice Giusi Nicolini, alcalde de Lampedusa. “Tres barcos de pesca dejaron el barco a su suerte y omitieron asistencia porque Italia enjuicia a los pescadores que ayudan a migrantes en el mar, acusándolos de colaborar con la inmigración ilegal”.

Europa y África han fallado en proteger los derechos de los refugiados que se embarcan en peligrosos viajes por falta de otras opciones. Según las Naciones Unidas, treinta mil cien inmigrantes llegaron a Italia por mar en lo que va del año, siete mil quinientos de ellos procedentes de Eritrea, uno de los países africanos más represivos y aislados.

Se estima que unos cinco mil eritreos dejan su país cada mes, arriesgando la vida al cruzar la frontera sin autorización oficial. Una minoría llega a Europa. La mayoría de los refugiados permanece en África, buscando sobrevivir hasta el momento en que se sientan seguros para regresar a sus hogares. Muchos son víctimas de bandas criminales y traficantes que explotan su vulnerabilidad, con la asistencia de funcionarios de su propio país y de Sudán. Miles de eritreos han sido secuestrados y llevados a la fuerza al Sinaí, desde donde se exigen rescates exorbitantes a sus ya empobrecidas familias. Las crisis políticas en Egipto y Libia, lugares de tránsito, empeora dramáticamente la situación de los refugiados.

La Unión Europea se ha centrado en mantener a toda costa a los refugiados fuera de sus fronteras y no en garantizar la seguridad o las mínimas necesidades de quienes logran llegar y son atrapados. Las políticas oficiales que tienen como objetivo prevenir la migración no autorizada en Europa tienen parte de la culpa. Desesperados, los refugiados arriesgan todo, incluso sus vidas, por llegar. El acuerdo secreto de Italia con Libia para mantener a los refugiados fuera de Europa está fallando estrepitosamente y Trípoli no tiene ninguna política de asilo.

Mientras que la política italiana está en contradicción flagrante con el derecho internacional, la Comisión Europea y los países miembros de la Unión Europea han fallado en brindar solidaridad a los países mediterráneos que llevan la peor parte del problema de los refugiados y están siendo afectados por la crisis financiera: Grecia, Italia y España. El Papa Francisco, quien recientemente visitó Lampedusa, dijo que “esta tragedia es un resultado de la falta de solidaridad europea con países afectados por una coyuntura económica difícil y persecuciones políticas”.

La comisaria europea de Asuntos de Interior, Cecilia Malmström, reconoce que “Europa tiene que redoblar sus esfuerzos para prevenir estas tragedias y mostrar su solidaridad, tanto con los inmigrantes como con los países que están experimentando un aumento de los flujos migratorios”. El ministro italiano del Interior, Angelino Alfano, dice que “ésta no es una tragedia italiana, es una tragedia europea. Lampedusa ha de considerarse la frontera de Europa, no la frontera de Italia”.

Malmström está instando a la Unión Europea a que aplique una acción común más fuerte y no olvide que “todavía hay muchas personas que necesitan protección internacional”. También ha pedido a los países miembros que hagan mayores esfuerzos por el reasentamiento de personas necesitadas de protección internacional.

La tragedia de Lampedusa es chocante, pero es solo parte de una tragedia mucho mayor que se vive en África y en particular en Eritrea. Mientras Eritrea no tenga una gobernanza democrática, la Unión Europea está legal y moralmente obligada a conceder asilo a los eritreos que huyen del país. Si los países vecinos no pueden hacerlo, estos refugiados deben tener un lugar seguro en Europa.

La Asamblea General de las Naciones Unidas discutió el tema de la migración a principios de octubre en Nueva York, en el Diálogo de Alto Nivel sobre la Migración Internacional y el Desarrollo. El secretario general, Ban Ki-moon, establece en su informe que a menudo se ha pasado por alto “la difícil situación de los inmigrantes que no pueden regresar a su país de origen como resultado de las crisis humanitarias en el país de destino o de tránsito”.

Mirjam van Reisen, Catedrática de Responsabilidad Social Internacional en la Universidad de Tilburg, Holanda, integra la Comisión Internacional de los Refugiados de Eritrea y es autora del informe “Trata de personas en el Sinaí: Refugiados entre la vida y la muerte” (2012).


Publicado: 18 de octubre de 2013 - No. 136 - Año 2013

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