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COP 21: un gran comienzo, pero ¿cómo terminará?

11 de diciembre de 2015 - No. 239 - Año 2015

Martin Khor

La conferencia sobre el cambio climático (COP 21) que se celebra en París tuvo un gran inicio, con discursos de primera línea de François Hollande, Barack Obama y muchos otros gobernantes. Pero a mitad de camino de la reunión, no hay certeza de que pueda llegarse a un acuerdo final. Las consecuencias -tanto políticas como psicológicas- de no alcanzar un acuerdo serían catastróficas.

Está previsto que la COP 21 (21ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) finalice este viernes, pero podría extenderse hasta el sábado o el domingo si no se logra un acuerdo en el plazo previsto.

París se presenta como “la última oportunidad” de salvar al mundo. El cambio climático es la mayor amenaza para la supervivencia de la humanidad y la mayoría de los gobernantes se han convencido finalmente de lo que los científicos han estado advirtiendo durante décadas. Por esto, es probable que la COP 21 produzca un acuerdo de París.

Y sin embargo, las soluciones finales parecen tan lejanas como lo están las cerca de 200 delegaciones oficiales que luchan para que sus puntos de vista estén mencionados y se respeten sus “líneas rojas” (las cuestiones irrenunciables).

En esta segunda semana, el canciller francés Laurent Fabius, en su calidad de presidente de la COP 21, deberá zanjar las diferencias que aún persisten y encontrar el lenguaje final para decir que todos podremos seguir viviendo.

Como suele suceder, Estados Unidos dio la nota en algunos de los temas polémicos. En uno de los más complejos -si el acuerdo será jurídicamente vinculante- la delegación estadounidense hizo saber que un tratado internacional que obligue su compromiso de reducción de emisiones debería enviarse al Congreso para su aprobación, y éste no lo aprobaría.

Por lo tanto, habrá que encontrar una solución para que el acuerdo de París sea vinculante como marco y en las cuestiones de procedimiento -incluido que los países presenten promesas que estén sujetas a revisión-, pero los números reales deberán incluirse en otro documento y no estarán sujetos a una vinculación jurídica.

Ésta será una solución híbrida prolija, si bien no convencería al mundo de que se trata de un acuerdo realmente vinculante, ya que las “contribuciones determinadas a escala nacional” de los países serían de naturaleza voluntaria. Pero esto es lo que exige la política interna de Estados Unidos para sumarse al acuerdo, y al final todo el mundo se inclinará ante lo inevitable.

Otro gran problema es la financiación y la tecnología que los países en desarrollo exigen para adoptar una vía económica baja en carbono.

“Nada en esta Convención se logrará sin la prestación de financiación y la transferencia de tecnología, que son elementos cruciales de los resultados de París”, dijo en la inauguración de la COP 21 el presidente del Grupo de los 77 y China, el embajador sudafricano Nozipho Mxakato-Diseko.

Si bien en su discurso de apertura el presidente francés mostró comprensión por la insistencia de los países en desarrollo en la financiación, muchos países desarrollados no aceptan nada específico en esta materia en el acuerdo principal, y menos aún quedar jurídicamente obligados a aprestar apoyo.

Aún más complejo y sistémico es el polémico tema de la “diferenciación”. Muchos gobernantes, como el presidente chino Xi Jinping y el primer ministro indio Narendra Modi, destacaron las “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, un asunto tabú para Estados Unidos, que pretende que los países asuman responsabilidades similares, no diferenciadas.

Si el acuerdo de París cede en el tema diferenciación, esto iría realmente contra la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y pondría en peligro a los países en desarrollo.

La base de la diferenciación consiste en que los países desarrollados deben hacer más en materia de mitigación porque son los que aportaron a la atmósfera la mayor parte del volumen de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático, y por esto mismo también deben aportar fondos y tecnología a los países más pobres.

Este principio fue aceptado durante mucho tiempo y forma parte de la estructura de la Convención, y así debería ser también en el acuerdo de París. Pero en los últimos años, Estados Unidos y sus aliados lo han cuestionado y pretenden que el acuerdo de París sea diferente.

Este conflicto sobre la diferenciación quedó de nuevo de manifiesto en la primera semana de negociaciones, en especial en cuanto a mitigación, transparencia de las acciones e incluso financiamiento.

Otro tema que se espere quede hasta el último minuto es «pérdidas y daños», ahora reconocido pero que aún debe hacerse operativo en la Convención. Los países en desarrollo quieren que el acuerdo de París reconozca que es legítimo proveer de fondos a los países en desarrollo para ayudarlos en el rescate y la rehabilitación necesarios por eventos relacionados con el cambio climático, como tifones, lluvias torrenciales y sequías.

Se trata de un tema emocional para los países vulnerables, pero los países desarrollados no aceptan financiar la “compensación” por estas pérdidas y daños.

Éstos son algunos de los temas difíciles que quedan por resolver. Crucemos los dedos para que al final se logre un acuerdo bueno y justo. Que sea adecuado o no ganar la lucha contra el cambio climático es otro gran tema, que sin duda hará que el debate continúe después de París.

Martin Khor es director ejecutivo del Centro del Sur.


Publicado: 11 de diciembre de 2015 - No. 239 - Año 2015

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