El Proteccionismo y la Renegociación del TLCAN
16 de junio de 2017 - No. 312 - Año 2017
Óscar Ugarteche, Murcia Eliany Sánchez, Armando Negrete
Más que una renegociación del TLCAN, lo que se vislumbra son adiciones a la estructura original del tratado, en la que se reproducirá la misma estructura subordinada para México y Canadá.
Introducir un cambio de la dinámica del comercio estadounidense con el mundo y, especialmente, con China, México y Canadá fue una de las más poderosas promesas de campaña que llevó a Trump a la presidencia de EEUU. Sin embargo, hasta el segundo trimestre de su mandato, el tema no se ha resuelto e, incluso, la postura no se ha definido por completo, no obstante, su postura antiglobalizadora-unilateral “América First”.
A medida que la globalización, la apertura de mercado y el encadenamiento internacional de la producción se han intensificado, desde 1980, la competencia de las empresas transnacionales se ha convertido en la competencia de las economías nacionales. Con sus inmensos capitales, la movilidad y flexibilidad de sus procesos de producción, son las empresas tras nacionales las que poseen la fuerza política y económica de crear empleos, impulsar mercados, formar capital y generar crecimiento en economías nacionales y determinar las relaciones entre los países, y no a la inversa. Es por ello, que pese al sufrido 0.7% de crecimiento del PIB de EEUU del primer cuarto del año, se espera, para el segundo trimestre, un repunte del crecimiento a un ritmo anual del 3.9%.
¿Por qué ha mantenido EEUU, desde la década de los ochenta, un creciente déficit comercial con el resto del mundo? El déficit externo se ha convertido en una constante de su política económica, lo cual implica inyectar dólares al resto del mundo y depreciar el valor de su moneda. Este fenómeno resulta en una creciente exportación de capitales productivos (IED) y flujos de corto plazo hacia países con mayor desregulación laboral y menores costos de producción, así como juegos de arbitraje en los mercados de valores, en los cambiarios y en los mercados de commodities. De otro lado, las cadenas globales de valor fruto de la IED resultan para Estados Unidos en un aumento en la importación de bienes y servicios comparativamente más baratos y mejores, incluidos los bienes intermedios. Por estas razones tienen esos inmensos déficits desde los años 80. Pero las razones de Estado no son las razones de las trasnacionales. El Tratado Trilateral de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), firmado en 1994 entre EEUU, Canadá y México, ofreció a EEUU y a sus empresas transnacionales la capacidad de deslocalizar la producción y construir cadenas globales de valor subregionales, así llamadas líneas de producción compartidas. El TLCAN, según Trump, ha sido el culpable de la desindustrialización, el creciente desempleo y los bajos salarios estadounidenses. No toma en cuenta que se firmó para beneficio de las trasnacionales estadounidenses y en perjuicio de la industria y agro mexicanos; la consecuencia ha sido la migración masiva del campo mexicano hacia EEUU a partir de entonces. El informe de la Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU, publicado en abril de 2017, mostró un incremento en el número de empleos de 211,000 y una reducción de la tasa de desempleo a 4.4% de las PEA. Mostró igualmente que los salarios promedio por hora aumentaron en 65 centavos en el mismo periodo. Debemos recordar que hay una reducción de la oferta laboral, en parte, por la creciente detención de migrantes a partir de enero y por las constantes amenazas de la construcción de un muro fronterizo que pide mercados laborales contiguos. Es decir, con menos oferta laboral y la misma demanda el impacto real del crecimiento salarial es de 0.03% en el periodo abril 2016 a abril 2017. Éste será el flanco débil de Trump.
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