Merck y los microbios africanos
23 de agosto de 2013 - No. 128 - Año 2013
Edward Hammond
Con el actual aumento de las infecciones resistentes a los medicamentos difícilmente alguien estaría en contra de la identificación y el desarrollo de nuevos antibióticos. A menudo éstos provienen de fuentes naturales, como los microbios del suelo. A través del estudio de moléculas producidas por bacterias presentes en suelos africanos, la empresa farmacéutica Merck ha descubierto recientemente dos nuevos antibióticos prometedores, de los que ya presentó solicitudes de patente.
En virtud del Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas y su Protocolo de Nagoya sobre acceso y participación en los beneficios, se deben respetar los derechos del país y los pueblos que proporcionen muestras a partir de las cuales se produzcan nuevos medicamentos. Esto incluye la necesidad de contar con el consentimiento informado previo y condiciones mutuamente acordadas para la utilización de la biodiversidad. Sin embargo, una investigación de los nuevos medicamentos que Merck ha obtenido de África reveló que no hay pruebas de que en estos dos casos se hayan realizado esos acuerdos.
La kibdelomicina de la República Centroafricana
Con ingresos superiores a los 47,000 millones de dólares en 2012, Merck es la quinta mayor empresa farmacéutica del mundo. Operando con su filial española, el gigante estadounidense está presentando solicitudes de patente sobre el medicamento llamado kibdelomicina, que fue encontrado a partir de una bacteria del suelo (Kibdelosporangium sp.) recogida en un bosque de la República Centroafricana.
Las circunstancias de la colecta, incluidas la fecha, el lugar preciso y quién la realizó, no se han dado a conocer públicamente. Se trata de un caso de posible biopiratería en el cual la empresa tiene mucho mayor poder económico que el país del que obtuvo el producto. El PBI de la República Centroafricana, de 2,170 millones de dólares, equivale a los ingresos de menos de dos semanas y media de Merck.
Otra comparación: el director general de Merck, Kenneth Frazier, ganó más de trece millones de dólares en 2011, el ingreso anual promedio de treinta mil habitantes de ese país. (El ingreso per cápita de la República Centroafricana en 2012 fue de 442 dólares).
Aparentemente, el aislamiento de la kibdelomicina se hizo en colaboración con la Fundación Medina, una organización de investigación en Granada, España, que cuenta con apoyo público. Antes de 2008, las instalaciones y colecciones de microbios de la Fundación eran una unidad de investigación de Merck. La empresa abandonó la unidad y creó, con la Universidad de Granada y el gobierno regional, la Fundación Medina que ahora es independiente, aunque mantiene una fuerte representación en la junta directiva (cuatro de los nueve miembros son empleados de Merck).
La Fundación Medina se enorgullece de “una larga historia de bioprospección internacional” y de su gran colección de microbios, que supera los ciento diez mil extractos. Por supuesto que no los regala, sino que los ofrece a otras instituciones de investigación bajo licencia.
En la solicitud de patente internacional de Merck, varios miembros del personal de la Fundación Medina aparecen entre los “inventores” del kibdelomycin, pero no se indica si la droga provenía de una bacteria de la colección de Medina o de otra fuente.
En un artículo para la publicación científica Chemistry and Biology, los científicos de Merck afirman que el Kibdelosporangium de la República Centroafricana es una especie nueva para la ciencia, y que la kibdelomicina es una nueva clase de antibiótico. La muestra del suelo fue “recogida en el bosque de Pama, una zona de vegetación densa y húmeda en la meseta de Bangui, en la República Centroafricana”.
Con respecto a su descubrimiento, los científicos de Merck dicen que la kibdelomicina es el primer antibiótico eficaz de su tipo descubierto a partir de fuentes naturales desde la década de 1950, y que “los éxitos de este tipo tienen el potencial de revitalizar el interés en el descubrimiento de fármacos antibacterianos basados en productos naturales”.
Si bien Merck puede considerar un gran éxito el descubrimiento de la kibdelomicina, no lo es para el Convenio sobre la Diversidad Biológica, de la que España y la República Centroafricana son Partes. Aunque la empresa admite abiertamente que el medicamento tiene su origen en la República Centroafricana, no hay pruebas de que haya cumplido los requisitos de acceso y participación en los beneficios, incluido el consentimiento informado previo y las condiciones mutuamente acordadas.
La platensimicina de Sudáfrica
Los científicos de Merck también están escudriñando muestras de otras partes de África y han reclamado por la platensimicina, otro antibiótico aislado de suelo sudafricano. La fuente de este antibiótico es una cepa del Streptomyces platenses.
La solicitud de patente de Merck por la platensimicina solo incluye inventores con domicilio en Estados Unidos. Sin embargo, su publicación científica sobre el aislamiento del fármaco incluye una serie de autores de la filial española de la empresa, varios de los cuales eran empleados de la firma en el momento de la solicitud de patente, pero ahora trabajan en la Fundación Medina.
Ni la patente ni la publicación científica revelan algún otro detalle más pertinente sobre el origen de la cepa de Streptomyces. Solo se afirma que “La cepa productora original MA7327 fue aislada a partir de una muestra del suelo recogida en la Provincia Oriental del Cabo, Sudáfrica”. Por lo tanto, no se han revelado detalles clave, como en el caso de la kibdelomicina, y no existe ninguna información que indique que se haya cumplido con las disposiciones sobre acceso y participación en los beneficios establecidas en el Convenio sobre la Diversidad Biológica.
Situación actual
Tanto la kibdelomicina como la platensimicina están en programas de desarrollo preclínicos dirigidos a la producción de medicamentos comerciales. Se han llevado a cabo importantes investigaciones sobre métodos sintéticos para producir ambos compuestos, así como para desarrollar y probar análogos (derivados) de las moléculas originalmente descubiertas.
Con el apoyo financiero de la Unión Europea y el gobierno español, la Fundación Medina continúa buscando nuevos medicamentos en sus colecciones con Merck, además de tratar de vender el acceso a sus microbios a otras empresas.
Una reciente presentación publicitaria de la Fundación Medina destaca la diversa procedencia geográfica de sus colecciones microbianas como “gancho comercial” para las empresas interesadas en acceder a sus colecciones. Pero ni en los sitios web de Merck y Medina, ni en sus publicaciones de patentes ni en sus publicaciones científicas clave figura información alguna que indique que se siguieron los procedimientos apropiados del Convenio sobre la Diversidad Biológica de acceso y participación en los beneficios para la kibdelomicina y la platensimicina.
Estos casos ilustran una vez más el desprecio permanente de las disposiciones del Convenio sobre la Diversidad Biológica por una gran empresa, y la insuficiencia de las normativas en los “países usuarios”.
El Protocolo de Nagoya sobre acceso y participación en los beneficios, que fue concluido en 2010, espera las cincuenta ratificaciones requeridas para entrar en vigor. Se están adoptando medidas preparatorias para su aplicación y los casos de la kibdelomicina y la platensimicina revelan las carencias y deficiencias de los actuales regímenes regulatorios nacionales, regionales e internacionales que deben ser resueltas con urgencia.
Edward Hammond, Director de la consultora Prickly Research (www.pricklyresearch.com) con sede en Austin, Texas, y asesor de Third World Network (TWN) en temas de biodiversidad, bioseguridad y propiedad intelectual.
Publicado: 23 de agosto de 2013 -
No. 128 - Año 2013
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